Bueno, ya hemos hablado de los orígenes de la festividad de Halloween en este artículo:
Podemos también ponernos un disfraz chorra y salir con los colegas disfrazados de payasos diabólicos (que ya una pandilla puede ser la traca, vamos, jeje):
Y si, además, y no contentos con las imbecilidades anteriores, estamos solitos (como yo) podemos disfrutar de alguna película para no terminar abriéndonos las venas como éstas:
Pues hoy os vamos a contar la historia de Jack-o’-lantern, que traducido sería más o menos Jack ‘el linterna’ porque siempre lleva una linterna para alumbrarse en su transcurrir entre dos mundos (uhhhh). Que el tío era un pieza de ésos que no pagaba ni el pan, pendenciero y que empinaba el codo (lo último me suena). Total, que se pilla una castaña con el diablo y le engaña, así que el diablo se cabrea con él pero tiene que cumplir el trato. No contento, Jack-o’-lantern le vuelve a engañar y consigue más tiempo para no ir al infierno (diez años).
Bueno, nuestro querido Jack se presenta ante San Pedro al que poco menos que le da la risa… y se va a al infierno donde no le dejan pasar porque tiene un pacto con Lucifer. Total, que ni a un sitio ni al otro y Jack-o’-lantern se ve condenado a vagar entre los dos mundos.
Lo de las calabazas que hemos visto en las películas también viene de ahí, en una un poco surrealista asociación entre el naranja de la calabaza y las llamas del infierno, que hacen que cuando las ponemos en el porche Jack-o’-lantern mire a otro lado porque le recuerdan su cruel destino por ser un tío malo.
Pues ésa es la historia y ya sabemos un poco más de Halloween, una fiesta simpática para los niños que son los que se lo tienen que pasar bien, que para eso está la inocencia y eso. Los mayores… yo creo que me emborracharé solo, es lo que hay (es que me dieron calabazas, jeje).