Diseñar videojuegos no es solo tener ideas geniales. Es saber cómo bajarlas a tierra, entender a los jugadores, trabajar con equipos y enfrentarse a proyectos que a veces no salen como uno espera. Si estás empezando, estos consejos te ayudarán a evitar errores comunes y construir una base sólida desde la práctica, no desde la teoría vacía.
1. No empieces con tu «juego soñado»
Es normal tener una mega idea desde el principio: un RPG con mundo abierto, mecánicas complejas y una historia de 50 horas. El problema es que eso requiere un equipo, tiempo y recursos que todavía no tenés. Si insistís en arrancar por ahí, probablemente no lo termines nunca. En cambio, elegí una mecánica interesante, contenela en una experiencia de 5–10 minutos y aprendé el ciclo completo: diseño, prototipo, testeo, ajustes y publicación. Ese recorrido vale oro.
2. Documenta todo, aunque trabajes solo
La documentación no es solo para equipos grandes. Escribir lo que estás diseñando —en texto plano, esquemas o diagramas— te obliga a pensar con claridad. ¿Cómo empieza el juego? ¿Qué sabe el jugador en cada momento? ¿Cuál es el objetivo? ¿Cómo progresa? Si no podés explicarlo bien en un doc, probablemente tampoco puedas implementarlo bien. Además, si te alejás del proyecto por una semana, vas a poder retomarlo sin perderte.
3. Aprendé de juegos que no te gustan
No te encierres en tus géneros favoritos. Jugar juegos que no elegirías por gusto te da perspectiva. Intentá entender qué los hace funcionar (o no) para su audiencia. ¿Tienen una mecánica sólida? ¿Están bien optimizados? ¿Se explican bien? Diseñar con cabeza abierta significa poder reconocer valor más allá de tus gustos personales. Esa habilidad se nota cuando diseñás para otros.
4. El jugador no va a leer todo lo que escribas
Una de las trampas más comunes es asumir que el jugador va a prestar atención a cada instrucción, tutorial o menú. No lo hace. Y no porque sea perezoso, sino porque espera aprender jugando. Tu diseño tiene que comunicar sin forzar textos largos. Mostrá, no expliques. Guiá con señales visuales, sonidos, ritmo. Si necesitás un párrafo para que el jugador entienda una mecánica, probablemente no esté bien pensada.
5. No copies mecánicas, copiá estructuras
Copiar una mecánica porque “estuvo buena en ese otro juego” no siempre funciona. Lo que importa es cómo está integrada, en qué momento aparece, cómo escala y qué emociones genera. Si vas a inspirarte, analizá las decisiones detrás: ¿qué sistema la soporta?, ¿cómo se introduce?, ¿qué pasa si se rompe? Ese enfoque te da herramientas para construir tus propias ideas sin depender del “ctrl+c / ctrl+v” de otros títulos.
6. Prototipá ideas, no productos finales
Cuando querés validar si una idea funciona, no necesitás gráficos HD ni interfaz terminada. El objetivo del prototipo es testear la mecánica base, no vender el juego. Podés usar assets genéricos, controles mínimos, incluso gráficos dibujados a mano. Si la idea no es divertida ahí, con lo básico, no lo va a ser con más pulido. Además, prototipar rápido te permite fallar rápido. Y eso es lo que te va a hace
7. Aprendé a recibir feedback sin justificarte
Nadie quiere que le critiquen su juego, pero es parte del proceso. Y no sirve de nada si te ponés a explicar “lo que querías hacer”. El jugador no sabe ni le importa lo que había en tu cabeza. Lo único que importa es lo que vivió en pantalla. Si alguien se frustra, se pierde o se aburre, prestá atención. No significa que todo esté mal, pero sí que algo no está funcionando como debería. Escuchar sin ponerte a la defensiva es clave para crecer.
8. Las métricas importan, incluso si no monetizás
Una cosa es lo que vos creés que pasa en tu juego. Otra, lo que realmente pasa. ¿Cuánto tiempo juegan las personas? ¿Dónde abandonan? ¿Repiten sesiones? Herramientas como Unity Analytics, GameAnalytics o Firebase te permiten rastrear ese tipo de datos. Y si sabés leerlos, vas a poder ajustar el diseño con decisiones informadas. Las métricas no matan la creatividad, la orientan.
9. Aprendé algo de monetización de juegos
Saber cómo se monetiza un juego te ayuda a entender su arquitectura de diseño. Por ejemplo, juegos que usan microtransacciones tienen loops de progresión bien medidos. Incluso los casinos online tienen sistemas pensados para balancear retención, riesgo, recompensas y satisfacción. Sitios como Casino Professor analizan cómo funcionan los casinos online desde el punto de vista del jugador. Entender ese balance te da una perspectiva extra sobre cómo diseñar juegos que mantengan al jugador enganchado —con o sin dinero de por medio.
10. Si puedes, participá en una game jam
Las game jams te obligan a diseñar, programar, testear y lanzar en poco tiempo. Son brutales, pero muy formativas. Aprendés a recortar, priorizar, tomar decisiones rápidas y trabajar bajo presión. Además, conocés gente que está en la misma que vos y puede convertirse en colega o colaborador en futuros proyectos. No subestimes lo que puede salir de una jam bien hecha.
11. Tu portfolio vale más que tu currículum
Un estudio o un colaborador quiere ver lo que sabés hacer, no solo lo que decís que sabés. Publicá prototipos en itch.io, grabá videos mostrando tus sistemas, explicá tus decisiones de diseño en Twitter o en un blog. No importa si el juego está “terminado” o no. Lo importante es demostrar cómo pensás y qué podés aportar. Un buen portfolio habla por vos, incluso antes de una entrevista.
