En el vasto y a menudo genérico ecosistema del streaming contemporáneo, donde los algoritmos dictan los arcos narrativos y los personajes suelen diseñarse en salas de conferencias para maximizar la simpatía global, la irrupción de Victoria «Vicky» Mori ha sido un evento sísmico en la ficción argentina. No es habitual encontrarse con una protagonista que no busca ser salvada, ni siquiera ser amada incondicionalmente por la audiencia, sino ser validada en sus peores instintos. Vicky es la antiheroína que navega las aguas turbulentas de los cuarenta con una brújula rota por los mandatos sociales, la presión estética y una necesidad desesperada de pertenencia.
A medida que nos acercamos al estreno de la tercera temporada de «Envidiosa», la serie de Netflix que ha redefinido la comedia dramática rioplatense, el clima cultural no es solo de expectativa por la resolución de tramas, sino de una curiosidad antropológica genuina sobre la evolución psicológica de una mujer que, bajo cualquier estándar lógico, debería ser agotadora, pero que resulta profundamente humana y magnética. La serie, protagonizada por una Griselda Siciliani en estado de gracia, se ha consolidado no meramente como una comedia sobre los celos, sino como un estudio forense del deseo en la era digital.
Esta producción nos obliga a enfrentarnos a preguntas incómodas, esas que solemos evitar en nuestras propias sesiones de terapia: ¿Qué sucede cuando finalmente obtenemos lo que creíamos desear con tanta vehemencia? ¿Se detiene alguna vez el hambre de validación externa? Y, quizás la interrogante más punzante que plantea esta nueva entrega: ¿Podemos realmente alegrarnos por la felicidad ajena si somos incapaces de habitar nuestra propia piel con comodidad? La próxima temporada promete retirar otra capa de la psique de Vicky, desplazando el foco desde la cacería frenética de un marido hacia el terror mucho más sutil, y quizás más insidioso, de sostener una vida que parece perfecta en Instagram pero se siente frágil en la realidad doméstica.
La audiencia se prepara para sumergirse de nuevo en el mundo de Vicky, pero las reglas del juego han cambiado. La energía maníaca de la mujer soltera que corre una carrera contra el reloj biológico y social se ha transmutado en la ansiedad de la mujer que ha «llegado», pero que se siente una impostora en su propia existencia. Esta temporada está diseñada para ser una clase magistral sobre el autosabotaje, un tema que los creadores de la serie han manejado con ingenio quirúrgico y una ternura sorprendente en las entregas anteriores. Lo que está en juego ya no es la soledad, sino la autenticidad.
La arquitectura de la ansiedad: Un nuevo capítulo
El arco narrativo que se avecina encuentra a Vicky Mori en una posición teóricamente envidiable, una ironía amarga para un personaje definido, hasta ahora, por su codicia emocional hacia lo ajeno. Según los adelantos oficiales y la información filtrada desde la producción, Vicky parece haber tachado todas las casillas de esa lista mental que la torturaba en temporadas pasadas. Ha logrado, finalmente, su meta profesional de graduarse como arquitecta, un hito que durante mucho tiempo fue una fuente de inseguridad y postergación. Más aún, su vida romántica parece haberse estabilizado en una relación feliz y constante con Matías, interpretado por el siempre estoico y encantador Esteban Lamothe.
Sin embargo, el equipo de guionistas, liderado por la pluma afilada de Carolina Aguirre, comprende profundamente que la felicidad rara vez es un estado estático, especialmente para un personaje cableado para el conflicto. El conflicto central de la nueva temporada no será la ausencia de éxito, sino el pánico a perderlo. La sinopsis oficial revela que, a medida que los deseos de Vicky evolucionan, también lo hacen sus inseguridades. La estabilidad que tanto anhelaba se convierte ahora en el terreno fértil para nuevas ansiedades. Teme perder a Matías, teme la nueva realidad que ha construido y teme, fundamentalmente, que su «yo» anterior —caótico, envidioso, insatisfecho— esté simplemente agazapado, esperando el momento para destruir esta nueva fachada de adultez funcional.
Este giro en el enfoque narrativo permite a la serie explorar una fase más madura, aunque igualmente caótica, de la vida. Ya no se trata de la caza; se trata de la cosecha, y de la inquietante comprensión de que la fruta puede ser más pesada de lo previsto. La introducción de elementos disruptivos como un «tercero en discordia» y la sombra inminente de una boda sugiere que el caos externo será un espejo del torbellino interno de Vicky. De hecho, el tráiler oficial juega cruelmente con las expectativas de la audiencia (y de la protagonista): vemos a Vicky vestida de blanco, en lo que parece una boda, para luego cortar a una sesión de terapia donde ella misma sentencia que «ser feliz y casarse no van de la mano». Los adelantos insinúan giros emocionales, malentendidos y ese tipo de errores sociales que provocan vergüenza ajena y que son la marca registrada del programa.
El síndrome del impostor en la «vida perfecta»
La tensión dramática de esta nueva temporada parece emanar de un lugar profundamente identificable: el síndrome del impostor en la adultez. Vicky Mori ha pasado tanto tiempo mirando el césped del vecino que nunca aprendió a cuidar el propio. Ahora que su jardín está verde, le aterra descubrir que quizás sea artificial. Los adelantos indican que Vicky enfrentará una crisis de identidad y autodescubrimiento. Esta es una progresión natural y necesaria para el personaje. Habiéndose definido durante tanto tiempo por sus carencias —un marido, un título, una «familia perfecta»—, ahora debe definirse por lo que es, no por lo que le falta.
Este pivote existencial es lo que eleva a «Envidiosa» por encima de la comedia de situación estándar. Trata las neurosis de su protagonista con peso y consecuencia. Cuando las cuentas oficiales bromean con que «se vienen cositas» en la vida de Vicky, es un eufemismo cargado de potencial para el desastre. La inclusión de escenas que involucran a un bebé y una boda en el material promocional apunta directamente a los estresores definitivos de la vida adulta. Para una mujer que ha idealizado estos hitos hasta la obsesión, la realidad de vivirlos implica una pérdida de control que Vicky está históricamente mal equipada para manejar. La serie parece lista para preguntar si obtener lo que uno quiere es realmente la cura para la envidia, o si simplemente desplaza el objetivo de esa envidia hacia algo completamente diferente, quizás hacia aquellos que tienen menos pero disfrutan más.
El puente narrativo: Las secuelas del caos
Para entender hacia dónde vamos, es crucial recordar la tormenta de la que venimos. El final de la temporada anterior dejó a la audiencia con una mezcla de risa nerviosa y ansiedad, estableciendo un tono que seguramente se amplificará en los nuevos episodios. La manera en que se cerraron —o mejor dicho, se abrieron— las tramas secundarias y principales ofrece pistas vitales sobre la dinámica que veremos.
El parto en la camioneta y la «beba feminista»
Uno de los momentos más emblemáticos que sirve de puente hacia la nueva temporada es el caótico nacimiento del hijo de Caro. Este evento no fue solo un recurso cómico, sino una demostración palpable de la brecha entre la fantasía de Vicky y la realidad cruda de sus amigas. La secuencia del «ritual» previo, donde Vicky, incapaz de contener su cinismo y su risa, termina siendo expulsada junto a sus amigas por burlarse de la astróloga que predecía que la beba sería «feminista desde la panza», encapsula la incapacidad de Vicky para tomarse en serio las nuevas espiritualidades, incluso cuando intenta encajar.
La posterior escena en el restaurante, donde Matías intenta hablar con una de las chicas (May) mientras Caro comienza a romper bolsa tras haber inundado su comida de picante, es una coreografía de desastres que define el ritmo de la serie. La negativa de Caro a ir al hospital, exigiendo tener al bebé en su casa y que se respete su decisión, choca frontalmente con la realidad logística cuando terminan varadas en una camioneta debido a un error del GPS. Vicky, en medio de este torbellino, no es la heroína que resuelve, sino la testigo que aconseja desde el pánico compartido: «pasamos miedo mil veces juntas». Este momento consolida la lealtad del grupo de amigas, pero también expone la fragilidad de sus planes. Caro pariendo en una camioneta es la antítesis de la perfección que Vicky busca, y sin embargo, es la vida real abriéndose paso.
La escena post-créditos: La duda persistente
Quizás el detalle más revelador para la nueva temporada se encuentra en la escena de mitad de créditos del final anterior. En una sesión de terapia, Fernanda, la psicóloga interpretada magistralmente por Lorena Vega, confronta a Vicky con una pregunta que desarma toda su aparente victoria. Ahora que parece tener la «familia perfecta», Fernanda le pregunta sobre sus miedos actuales. La respuesta de Vicky no es verbal, es un gesto: un ceño fruncido, una expresión de preocupación que cierra la temporada sembrando dudas sobre su supuesto final feliz.
Este breve momento plantea nuevos interrogantes sobre el futuro de la relación entre Vicky y Matías. Sugiere que los fantasmas del pasado no han sido exorcizados, sino que simplemente han cambiado de habitación. La terapia, lejos de haberla «curado», ha destapado una capa más profunda de insatisfacción. Este final abierto es el trampolín perfecto para la tercera temporada, anticipando que la estabilidad de Vicky es, en el mejor de los casos, provisional.
El elenco: Retornos, estrategias y nuevas virtudes
La alquimia del elenco ha sido siempre el motor de combustión de «Envidiosa», y la tercera temporada apuesta por mantener el núcleo duro mientras inyecta sangre nueva que promete alterar las dinámicas establecidas. No se trata solo de añadir nombres famosos, sino de incorporar arquetipos que desafíen a Vicky de formas novedosas.
La dinámica central: Siciliani y Lamothe
Griselda Siciliani regresa como Vicky, un papel que le exige un equilibrio casi acrobático entre la comedia física y la profundidad dramática. La capacidad de Siciliani para hacer que Vicky sea empática incluso en sus momentos más egoístas es el activo más valioso de la serie. Su interpretación ancla la narrativa, permitiendo que el tono oscile entre el slapstick y la angustia existencial en una misma escena. A su lado, Esteban Lamothe retoma su papel como Matías. El personaje de Lamothe a menudo funciona como el cable a tierra, el «hombre recto» frente al torbellino caótico de Vicky.
La evolución de su relación —desde el tentativo «ni contigo ni sin ti» hasta una pareja consolidada— será la columna vertebral emocional de la temporada. La pregunta ya no es si estarán juntos, sino cómo pueden estarlo cuando una mitad de la pareja está perpetuamente esperando que todo se derrumbe. Lamothe, con su estilo naturalista, provee el contrapeso necesario a la intensidad operística de Siciliani.
El coro griego: Gamboa, Urtizberea y la sororidad neurótica
El elenco de soporte, que actúa como un coro griego de la feminidad porteña moderna, permanece intacto y vital. Pilar Gamboa, Violeta Urtizberea, Marina Bellati y Bárbara Lombardo regresan para dar cuerpo al círculo social de Vicky. Cada una de estas amigas representa una faceta diferente de la vida que Vicky codicia o critica. Sus interacciones no son mero alivio cómico; son el espejo en el que Vicky ve reflejadas sus propias insuficiencias.
Es notable el caso de Caro (Urtizberea), cuya maternidad reciente tras el parto en la camioneta servirá probablemente como un contraste brutal para Vicky. Si Vicky lidia con la idea de la familia, Caro está lidiando con la realidad visceral, sucia y agotadora de la misma. El grupo funciona como una entidad orgánica donde se exploran las dinámicas de la amistad femenina: el apoyo incondicional mezclado con la competencia sutil, el amor profundo teñido de juicios silenciosos.
Las nuevas incorporaciones: Un golpe de efecto generacional
La tercera temporada está generando titulares no solo por sus estrellas que regresan, sino por decisiones de casting audaces que señalan un deseo de expandir el alcance demográfico y la textura narrativa del show.
Nicki Nicole y el misterio de las «Virtudes»
Tal vez la adición más comentada sea el debut actoral de la sensación musical Nicki Nicole. La artista rosarina se adentra en el mundo de la ficción interpretando a un personaje llamado «Virtudes». La elección del nombre no puede ser accidental en una serie titulada «Envidiosa». Introducir a un personaje llamado «Virtudes» sugiere un contrapunto temático casi alegórico. La propia Griselda Siciliani ha adelantado que la dinámica entre Vicky y Virtudes será inesperadamente cercana; ha descrito la relación de sus personajes como «muy maternal», lo que sugiere que Vicky podría verse reflejada, o quizás amenazada por la juventud de Virtudes, adoptando un rol protector o mentor.
Los reportes confirman que Virtudes tendrá un rol clave en la historia. Para una no-actriz, asumir un papel central en un éxito establecido es una apuesta significativa. La propia Nicki ha comentado crípticamente sobre su personaje: «Virtudes es una persona bastante, bastante… La tienen que ver», dejando en suspenso la verdadera naturaleza de su rol. Su presencia aporta una energía diferente —más joven, urbana y conectada con un zeitgeist cultural distinto—. Si Vicky representa las ansiedades de la generación millennial o X enfrentando los cuarenta, Virtudes podría representar a la generación que viene detrás.
La incógnita de «Soy Rada» y el elenco extendido
También se une al elenco el polifacético comediante y mago Agustín “Soy Rada” Aristarán. Los detalles sobre su rol se mantienen bajo estricta reserva, un secretismo que en la industria suele implicar un personaje con peso en la trama o un giro narrativo importante. El trasfondo de Aristarán en la comedia encaja perfectamente con el tono del programa. ¿Un nuevo rival profesional? ¿Un elemento de caos en la vida social de Vicky?
Otras adiciones incluyen a María Abadi, José “El Purre” Giménez Zapiola y Agustina Suásquita (conocida como Papry). Estas elecciones insinúan una expansión del mundo de Vicky, posiblemente en su vida profesional como arquitecta o en círculos sociales más amplios. La inclusión de actores más jóvenes e influencers sugiere que la serie está modernizando su paisaje social. Además, apariciones especiales de figuras como Julieta Cardinali y Sebastián Wainraich consolidan el estatus del show como un punto de encuentro para el talento argentino de primer nivel. Wainraich, conocido por sus propias personificaciones de la neurosis urbana, parece un habitante natural del universo de «Envidiosa».
Profundidades temáticas: Más allá de la risa
Aunque «Envidiosa» se etiqueta como comedia, su permanencia se debe a su voluntad de interactuar con temas más oscuros e incómodos. La tercera temporada parece lista para profundizar en esta exploración, utilizando la red de seguridad del humor para discutir cuestiones emocionales serias.
La trampa de «Tenerlo Todo»
La tesis central de la nueva temporada parece ser la fragilidad de la satisfacción. Vicky ha pasado temporadas esforzándose por llegar a un destino. Ahora que ha llegado, debe lidiar con el mantenimiento de ese logro. Esto toca una experiencia humana universal: la falacia de la llegada, la creencia de que una vez alcanzada una meta (matrimonio, título, trabajo), la felicidad será permanente y sólida. El show deconstruye esto mostrando que la inseguridad no desaparece con el éxito; simplemente cambia de forma. El miedo de Vicky a perder a Matías no es solo sobre la relación; es sobre el miedo a revertir a su «yo» anterior, ese del que ha trabajado tanto para escapar.
La maternidad y el reloj biológico
La presencia de un bebé en el tráiler y las líneas narrativas que rodean la maternidad de Caro sugieren que este será un tema mayor. Para una mujer de su edad, este tópico está cargado de presión biológica y social. El show nunca ha evitado las realidades brutales del envejecimiento y las expectativas para las mujeres. Ya sea que Vicky misma persiga la maternidad o la confronte a través de sus amigas, el tema sirve como la prueba de fuego definitiva para su envidia. La mención en la temporada anterior de la «beba feminista» resalta la capacidad del show para satirizar estas presiones modernas incluso mientras reconoce su peso. Griselda Siciliani misma ha reflexionado sobre el estado «hormonal» y desestabilizado de Vicky, sugiriendo que la biología jugará un rol en su caos emocional.
La terapia como campo de batalla
El regreso de Lorena Vega como Fernanda, la psicóloga, es crucial. Las sesiones de terapia se han convertido en una firma del show, proporcionando un dispositivo narrativo que permite la exposición directa del estado interno de Vicky sin sentirse forzado. Estas sesiones son donde la máscara cae. La serie utiliza este espacio no para «curar» al personaje mágicamente, sino para exponer sus contradicciones. Se espera que estas sesiones continúen siendo el ancla para los momentos más introspectivos del show, fundamentando el absurdo de la trama en una indagación psicológica genuina.
La mente maestra: Guion y producción
Detrás de la neurosis de Vicky está la mente de Carolina Aguirre, la guionista que ha sabido capturar el pulso de una generación. Aguirre ha descrito su enfoque como un «bufé del tipo sentimental donde lo sentimental es político», una declaración de principios que eleva el culebrón a la categoría de sociología. En entrevistas recientes, Aguirre ha hablado sobre la institución matrimonial con una franqueza que resuena en el guion de la serie. Al mencionar su propia vida y la idea de que «el casamiento ordena legalmente la pareja», vemos los ecos de la obsesión de Vicky por el orden y la legitimidad. Para la guionista, y por extensión para su protagonista, las estructuras sociales no son solo trámites, son formas de contener el caos emocional.
La producción, a cargo de Kapow y liderada por Adrián Suar, ha demostrado una confianza inusual en el proyecto. No solo se filmó la tercera temporada; Netflix ha confirmado, a través de un video promocional donde la propia Vicky sostiene un cartel que reza «Envidiosa en producción», que la cuarta temporada también es un hecho. El esquema de producción «back-to-back» (rodaje simultáneo o consecutivo) comenzó meses atrás, una estrategia que revela la apuesta a largo plazo de la plataforma y garantiza la continuidad narrativa sin los temidos hiatos de cancelación. El director Daniel Barone y Gabriel Medina han logrado crear una estética visual que captura la luz y el ritmo frenético de Buenos Aires, convirtiendo a la ciudad en un personaje más.
La visión de la protagonista
Griselda Siciliani no es solo la cara visible, sino una intérprete que reflexiona profundamente sobre la naturaleza de su personaje. En una entrevista reveladora, Siciliani confesó que, si tuviera que envidiar algo en un «metaverso de la envidia», sería a «la gente que come y no engorda», envidiando el «metabolismo rápido». Esta confesión, aparentemente trivial, conecta con la fisicalidad de su actuación. Vicky es un personaje que vive en su cuerpo, que siente la envidia como un malestar físico, una incomodidad en su propia piel. Su actuación lleva esa «vulgaridad» de la envidia —como ella misma la llama— a la superficie, haciéndola tangible y, por ende, hilarante.
Benjamín Vicuña y los fantasmas del pasado
La figura de Benjamín Vicuña, quien fue parte central de la narrativa inicial, sigue proyectando una sombra sobre la serie. Aunque la trama actual se centra en la consolidación de la pareja con Lamothe, la presencia de Vicuña en los créditos y en la estructura del show recuerda a la audiencia que el pasado de Vicky es un territorio minado. Las discusiones en torno a su personaje a menudo rozan lo meta-textual, con comentarios sobre su atractivo y su vida personal que parecen difuminar la línea entre el actor y el rol. Su presencia en esta tercera temporada sigue siendo una pieza clave en el rompecabezas emocional de Vicky, ya sea como presencia activa o como el fantasma de las elecciones pasadas, con confirmaciones de elenco que lo mantienen en la órbita de la producción.
¿Por qué necesitamos a Vicky Mori?
En una era de feeds de redes sociales curados y bienestar performativo, un personaje como Vicky Mori es un correctivo necesario. Ella es la encarnación de los sentimientos feos que se nos enseña a ocultar: los celos, la inseguridad, la mezquindad. Al poner estos sentimientos en pantalla y jugarlos para la risa, «Envidiosa» ofrece una forma de catarsis colectiva. Nos reímos de Vicky porque la reconocemos en nosotros mismos. Reconocemos el momento de desplazarnos por Instagram y sentir una punzada de resentimiento ante las vacaciones de un amigo. Reconocemos el miedo de estar quedándonos atrás.
La tercera temporada promete redoblar esta apuesta por la identificación. Al darle a Vicky lo que quería, el show elimina su excusa para ser infeliz. Esto la fuerza —y a la audiencia— a confrontar la realidad de que la felicidad es un trabajo interno, no una adquisición externa. Es una proposición aterradora, pero en manos de Griselda Siciliani y este talentoso equipo creativo, seguramente será hilarante.
La adición de estrellas como Nicki Nicole y la promesa de apuestas dramáticas más profundas sugieren que «Envidiosa» no se contenta con descansar en sus laureles. Está evolucionando, al igual que su protagonista. Se está volviendo más rica, más compleja y tal vez un poco más peligrosa.
La cita final
La espera para este nuevo capítulo está llegando a su fin. Las preguntas sobre el futuro de Vicky, el misterio detrás del personaje de «Virtudes» y el destino de la relación con Matías pronto tendrán respuesta. Los fanáticos pueden marcar sus calendarios y preparar sus propias sesiones de terapia —o copas de vino— para analizar cada neurosis. La tercera temporada de «Envidiosa» estará disponible en Netflix a partir del 19 de noviembre.
Hasta entonces, solo podemos especular, anticipar y, tal vez, permitirnos un poco de envidia saludable por aquellos que ya saben cómo termina. Pero como Vicky aprendería —o quizás no—, es mejor concentrarse en el propio camino, incluso si ese camino está pavimentado con ansiedad, malas decisiones y mucho, mucho drama.

