La apuesta por los huertos urbanos es cada vez mayor

‘De todo lo malo, algo bueno se puede sacar’. Esto no es un dicho popular, es una verdad irrefutable: que nos llevemos una lección o solo un mal recuerdo de un momento de mala fortuna depende única y exclusivamente de quien lo padece. Un ejemplo claro está en la crisis que afectó a España en el 2008, un momento en el que el ahorro y la apuesta por lo ecológico se volvió una prioridad. En el año 2017 el número de huertos urbanos ha aumentado notablemente.

Tal vez sea por la necesidad de plantar cara a una filosofía empresarial predominante que comercia con la salud encareciendo los productos más saludables y abaratando aquellos que lo son menos; quizás sea porque existe una mayor necesidad de controlar los químicos con los que se tratan los cultivos, tal vez sea una protesta o un acto de rebeldía contra tanto cemento pero el caso es que la apuesta por los huertos urbanos es cada vez mayor.

Las personas, en su individualidad y también en su conjunto, han mostrado una tendencia hacia lo ecológico y lo natural. Los ayuntamientos de las grandes ciudades han aplaudido estas iniciativas apoyándolas con los recursos de los que disponen.

Socialmente, el aumento del número de huertos urbanos ofrece una gran cantidad de beneficios: permite tejer buenas relaciones entre los vecinos que interactúan para, juntos, mantener un huerto colectivo, ofrece posibilidades de autoempleo y mejora la sostenibilidad. También ayuda a crear conciencia sobre la necesidad de una alimentación más saludable y mayor contacto con la naturaleza en espacios libres de tecnología.

Las empresas dedicadas a abastecer los huertos urbanos de materiales para su sustento y mantenimiento como Mundoriego han notado significativamente el aumento en sus ventas así como en el número de solicitudes de asesoramiento sobre distintos aspectos de los huertos urbanos y de los huertos ecológicos.

La tendencia no ha parecido estancarse desde que comenzara a serlo. En el año 2000 había en España 15 hectáreas que pertenecían a huertos urbanos. En el año 2015 se contabilizaban 200 y las cifras siguen subiendo.

Los consumidores, cada vez más, apuestan por lo ecológico, por lo sostenible y por el autoconsumo. Las razones que han dado lugar a esta tendencia se encuentran en distintos campos.

A nivel económico, la tenencia de huertos urbanos abarata el coste de acceso a alimentos de primera necesidad. A nivel sanitario, se demanda un mayor consumo de alimentos saludables y menos tratados químicamente. Socialmente se requieren fuentes creadoras de empleo, razón por la que los huertos urbanos y ecológicos son una opción muy atractiva.

En auge, este tipo de iniciativas están siendo respaldadas por numerosas entidades públicas si bien en cada ciudad se tratan de manera distinta. Mientras que en Barcelona se fomenta el uso de los solares abandonados, en Zaragoza los huertos urbanos se han convertido en un amplio nicho laboral que acoge a colectivos sensibles como las personas jubiladas con baja renta, las personas discapacitadas o personas desempleadas.

Madrid, Sevilla y Valencia también han llevado a cabo sus propias estrategias para fomentar la creación y mantenimiento de los huertos urbanos, espacios de naturaleza y convivencia en medio del bullicio y la excesiva tecnologización que dan forma al fiel retrato de la sociedad moderna.

Consulte nuestros otros contenidos