Alexander Gray Associates expone en Frieze Londres una ecléctica mezcla de obras contemporáneas e históricas de los artistas Chloë Bass, Frank Bowling, Ricardo Brey, Bethany Collins, Melvin Edwards, Harmony Hammond, Kang Seung Lee, Steve Locke, Carrie Moyer, Ronny Quevedo, Joan Semmel, Hugh Steers y Ruby Sky Stiler. Estos artistas, cada uno de los cuales se distingue por sus prácticas únicas, amplían colectivamente los límites de la materialidad y la representación de forma innovadora.
Durante más de cincuenta años, Frank Bowling ha infundido a la abstracción capas de memoria personal y colectiva, reflexionando sobre la identidad negra. Su continua exploración del color se ejemplifica en cuadros como Sunrise (Amanecer) (2020), que capta el resplandor radiante que recuerda a la pintura paisajista inglesa del siglo XVIII a la vez que evoca las brumas resplandecientes de los cursos de agua de su Guyana natal. Íntimo confidente de Bowling, Melvin Edwards construye esculturas abstractas que mezclan formas modernistas con elementos expresivos. Piezas como Combinación (2005) -parte de su serie perdurable, Fragmentos de Lynch- utilizan el acero para simbolizar tanto el trabajo físico como la violencia racial, reconfigurando así las narrativas en torno a la diáspora africana.
Paralelamente, Chloë Bass indaga en el potencial transformador del lenguaje. Su obra 6-7 de enero de 2020 (2024) presenta un par de lámparas inscritas con su relato personal de los acontecimientos del día. Sutiles variaciones en el brillo de las lámparas marcan el paso del tiempo, fomentando nuevos modos de percepción. Por otro lado, Bethany Collins aprovecha las propiedades materiales del papel para codificar contextos históricos más amplios. Su obra Old Ship XII (2023) moldea el papel en un homenaje a la historia negra estadounidense, aprovechando sus reacciones a las intervenciones físicas.
Joan Semmel y Carrie Moyer, por el contrario, adoptan enfoques vibrantes del color y la forma. Semmel lleva desafiando la representación tradicional del desnudo desde la década de 1970. Sus lienzos, como Seated (2024), celebran tanto el color como la forma humana, con su propio cuerpo sirviendo a menudo de sujeto. Las juguetonas composiciones de Moyer también hacen hincapié en las experiencias sensoriales. En Icy Hot (2024), crea una superficie inmersiva y táctil que evoca el mundo natural. Del mismo modo, la dedicación de Ricardo Brey al color, evidente en su serie de obras azules entre las que se incluye Filtering of Lights (2023), entrelaza la historia del monocromo con el paisaje.
Harmony Hammond y Ruby Sky Stiler replantean ambas la pintura a través de perspectivas queer y feministas, yuxtaponiendo forma y contenido. Las pinturas casi monocromáticas de Hammond, como Lace II (2013), presentan superficies muy trabajadas, similares a la piel. Estos lienzos desafían la monocromía modernista enraizando la abstracción en la experiencia corporal. Stiler, al igual que Hammond, critica los arquetipos históricos del arte. Sus pinturas en relieve, como Figura azul sentada (con contorno turquesa y rojo) (2024), yuxtaponen figuras femeninas collage contra fondos de aspecto fractal para desafiar la dicotomía entre «la mujer como sujeto de la pintura frente a la creadora de la imagen». Los dibujos multicapa de Ronny Quevedo, como el centro folklórico (2024), fragmentan y reensamblan los motivos abstractos de los tejidos precolombinos, colapsando las distinciones entre pasado y presente. Para Quevedo, estas obras «dan vida a una ascendencia de abstracción y figuras transformadoras».
Por el contrario, la serie cruisers de Steve Locke, que incluye cruisers (lunch counter) (2024), emplea la figuración para capturar momentos íntimos entre hombres, reflexionando sobre la política y los peligros del deseo. La obra de Hugh Steers Shadow Box (1991) también explora la peligrosa naturaleza del deseo, ilustrando las inquietantes realidades psíquicas de los hombres queer que navegan por la vida durante la epidemia de sida. Kang Seung Lee recontextualiza materiales visuales vinculados a la historia queer y a la memoria colectiva. En Sin título (Elysian 2) (2024), Lee reproduce vainas de semillas y flores secas de Elysian Park, un conocido lugar de cruising queer de Los Ángeles. Al conmemorar esta flora, Lee afirma que «[crea] un espacio para la experiencia corporal… a través de una labor artística que desafía la articulación fácil».
Al unir diversos enfoques de la abstracción y la representación, la presentación de la galería pone de relieve los métodos expansivos que emplean estos trece artistas. Colectivamente, sus obras encarnan la creencia de Lee de que al «conectar diferentes geografías y experiencias… existe la posibilidad de crear nuevos conocimientos en [el] proceso». La exposición es un testimonio del poder del arte para tender puentes entre mundos dispares, fomentando una comprensión y una apreciación más profundas de la experiencia humana.