Christopher Taylor—comisario, galerista y músico—abrirá una galería de arte contemporáneo en su propio apartamento, situado en el 124 del Boulevard Malesherbes de París. La iniciativa retoma el formato doméstico de exposición que marcó sus inicios y prolonga una línea curatorial desarrollada en proyectos anteriores en Londres y Nueva York. El programa presentará artistas emergentes y consolidados en un entorno íntimo, donde la arquitectura barroca del apartamento se concibe como un componente activo de la puesta en escena y no como un mero telón de fondo.
El movimiento de Taylor reúne varias vertientes de su práctica. En Londres, Museum 52 nació como una galería instalada en un espacio habitable y se hizo conocida por mostrar obra temprana de artistas que después alcanzaron una mayor visibilidad. En Nueva York operó primero bajo la marca Museum 52 y más tarde como American Contemporary, construyendo un elenco que incluiría figuras con reconocimiento institucional y de mercado sostenido. A lo largo de estas etapas, Taylor trabajó con artistas como Shara Hughes, Conrad Shawcross, Esther Stocker, Kon Trubkovich, John Isaacs y Nick Waplington. El proyecto parisino regresa a la escala y la informalidad de aquellos comienzos, al tiempo que se apoya en la disciplina organizativa y la red profesional adquiridas en sus años posteriores en Estados Unidos.
El nuevo espacio se inaugura con John Isaacs: Ego in Arcadia. La exposición refleja más de dos décadas de colaboración entre Taylor e Isaacs, artista vinculado a la generación de los Young British Artists cuya obra abarca escultura, pintura e instalación. Isaacs examina con frecuencia cómo las imágenes del cuerpo humano absorben y refractan presiones sociales—creencia, consumo, mortalidad—mediante un lenguaje visual que toma prestadas formas clásicas y materiales propios de la cultura contemporánea. El título adapta el memento mori “Et in Arcadia ego”, desplazando el acento hacia el yo en un presente saturado de imágenes.
Según la galería, Ego in Arcadia yuxtapone motivos de la Antigüedad—figuras míticas, fragmentos anatómicos y referencias arquitectónicas—con objetos cotidianos y componentes industriales. La instalación se concibe como una secuencia de tableaux que tratan el apartamento como lugar y, a la vez, como sujeto. Molduras, pátinas y recorridos se integran en la experiencia de visita en lugar de ocultarse. Este enfoque se alinea con la formación de Isaacs en diseño de escenografía para cine y teatro, que informa la atención a los encuadres, los ritmos de lectura y una idea de “decadencia calibrada”. El resultado es un contexto donde lo ideal y lo provisional, lo sagrado y lo común, se mantienen en una tensión deliberada.
Taylor plantea el proyecto como plataforma para la conversación tanto como para la exhibición. La escala doméstica favorece una mirada más pausada, acorta la distancia entre obra y público e invita a intercambios que pueden ser difíciles en contextos institucionales de mayor tamaño. Aunque el programa no se limita por geografía ni por medio, se orienta hacia artistas que afrontan los debates actuales del arte contemporáneo con rigor formal y claridad conceptual. El formato residencial introduce además una restricción curatorial—las obras deben negociar un espacio habitado—que la galería entiende como estímulo productivo más que como limitación.
La elección de Isaacs para la apertura subraya el interés de la galería por las colaboraciones a largo plazo. Taylor ha presentado anteriormente su trabajo y sitúa la nueva exposición dentro de un diálogo continuo sobre fragilidad, representación y las “vidas posteriores” de las imágenes. En el apartamento, ese diálogo se vuelve espacial: el ámbito doméstico escenifica cómo el arte puede habitar—y no solo decorar—un entorno vivido. La atención a los umbrales—entre estancias, periodos y materiales—refleja, además, las preocupaciones temáticas por la herencia y la fragmentación.
La programación se ampliará más allá de las exposiciones con encuentros de pequeño formato que conecten a artistas, escritores y público. La recepción inaugural está prevista en el patio del edificio y, en futuros momentos públicos, podrían incorporarse música en directo y charlas. El acceso será con cita previa y también durante franjas horarias abiertas, en consonancia con la naturaleza híbrida de una vivienda preparada para recibir visitantes. La comunicación de la galería enfatiza la accesibilidad dentro de los límites del lugar y una preferencia por visitas focalizadas que prioricen el diálogo sobre el volumen de asistencia.
La iniciativa de Taylor se suma a un ecosistema creciente de espacios parisinos que experimentan con la escala, la arquitectura y los modos de relación con el público. Al situar lo doméstico en primer plano, pone el acento en la visión como práctica social y en la capacidad de una sala—sus proporciones, superficies y acústica—para modelar la interpretación. La exposición inaugural introduce esta metodología a través de una colaboración conocida y de un cuerpo de obra que indaga en la frontera entre imagen y objeto, ideal y ruina. Los elementos históricos del apartamento no se tratan como decorado, sino como coautores de la presentación, invitando al visitante a considerar hasta qué punto el contexto condiciona el significado.
La galería se posiciona como un lugar donde la intención curatorial y el espacio vivido se intersectan, ofreciendo un modelo que no es estrictamente institucional ni puramente comercial. Con ello, busca ensayar cómo la circulación de las obras—y las conversaciones en torno a ellas—pueden reconfigurarse en una escala doméstica sin renunciar a la ambición crítica. Con Ego in Arcadia, el capítulo de apertura fija los términos: una negociación entre permanencia e impermanencia, referencia clásica e inmediatez contemporánea, encuentro público y entorno privado.


