¿Vivimos en una simulación? El trilema de Nick Bostrom y la infodinámica de Melvin Vopson

Are We Living in a Simulation?
Susan Hill
Susan Hill
Redactora en la sección de tecnología. Ciencia, programación y, como todos en esta revista, apasionado del cine, el entretenimiento, el arte.

¿Somos habitantes de un constructo computacional y no de una “realidad base” independiente de la mente? La pregunta de la simulación nos obliga a confrontar los primeros principios: ¿qué cuenta como evidencia?, ¿qué es una ley física?, ¿qué es una mente? Desde hace dos décadas, el debate se ha cristalizado en torno al Simulation Argument de Nick Bostrom y, más recientemente, en torno a los intentos de Melvin Vopson por reinterpretar las regularidades físicas como consecuencias de la dinámica de la información. En conjunto, estos enfoques invitan a un escrutinio neutral pero persistente: si el mundo fuera un programa, ¿qué —si es que algo— debería verse distinto? Y si nada lo hiciera, ¿estamos ante una tesis explicativa, científica o meramente metafísica?

Marco de la hipótesis: reivindicaciones filosóficas vs. físicas

La hipótesis de la simulación suele presentarse en dos registros. El primero es filosófico y se ocupa de la probabilidad y de las clases de referencia: dadas ciertas suposiciones sobre las civilizaciones futuras y su poder computacional, ¿qué tan probable es que seres con experiencias como las nuestras sean simulados? El segundo es físico y se ocupa de la estructura de las leyes naturales: si la información es fundamental, ¿podrían las fuerzas, las simetrías o las tendencias termodinámicas emerger de una optimización de tipo computacional?

Ambos registros agudizan el problema, pero también lo exponen a críticas distintas. En filosofía, los puntos vulnerables son las suposiciones que se “cuelan” en el cálculo probabilístico y la elección de la clase de observadores. En física, las preocupaciones centrales son la contrastabilidad, la indeterminación y el riesgo de volver a describir la física conocida con metáforas computacionales sin ganar poder predictivo.

El argumento de Bostrom: un trilema, no un veredicto

La aportación de Bostrom suele malinterpretarse como una afirmación de que estamos simulados. En realidad, es un trilema: (1) casi ninguna civilización alcanza el estadio “posthumano”; o (2) casi ninguna civilización posthumana ejecuta un número significativo de simulaciones de ancestros; o (3) casi con certeza vivimos en una simulación. La fuerza del argumento es incomodar el realismo complaciente: si uno concede la independencia del sustrato para la conciencia y la factibilidad de emulaciones a gran escala, la “clase de referencia” de observadores como nosotros pasa a estar dominada por simulados.

Conviene destacar los puntos de presión:

  • Problema de la clase de referencia. La potencia probabilística del argumento depende de quiénes cuentan como “como nosotros”. Si la clase se define por la fenomenología (tener experiencias como las nuestras), los simulados dominan. Si se define por el origen causal (primates evolucionados biológicamente), dominan los no simulados. No hay una forma no circular de elegir la clase sin más teoría.
  • Premisas agnósticas. Las dos premisas que hacen el trabajo —conciencia independiente del sustrato y emulación factible— son discutibles. Emular podría requerir no solo cómputo astronómico, sino modelado de alta fidelidad de sistemas cuánticos en decoherencia y de acoplamientos ecológicos incorporados, llevando la factibilidad más allá de los cálculos “a ojo”.
  • Incomodidad decisionista. Si fuera cierto el tercer cuerno del trilema, ¿cómo deberíamos actuar? La postura pragmática de Bostrom —“seguir como hasta ahora”— es sensata, pero subraya una asimetría: una tesis que no guía la acción ni discrimina predicciones corre el riesgo de convertirse en una elegancia sin consecuencias.

Leído con caridad, el logro del argumento es ampliar el espacio de posibilidades serias sin reclamar cierre evidencial. Funciona mejor como prueba escéptica de resistencia aplicada a nuestras suposiciones de fondo sobre tecnología, conciencia y tipicidad.

La infodinámica de Vopson: del símil al mecanismo

Mientras el trilema opera en el plano abstracto, Vopson busca mecanismo. Propone que la dinámica de la información obedece una “segunda ley” distinta de la entropía termodinámica: en sistemas informacionales cerrados, la entropía de la información tiende a disminuir o permanecer constante, impulsando la compresión y la optimización. A partir de ahí, esboza cómo tal principio podría iluminar patrones en dominios diversos —evolución genética, simetría matemática e incluso gravedad— tratando el mundo como un sistema de procesamiento de información que busca economía representacional.

El salto es audaz: pasar de la metáfora (“el universo es como un ordenador”) a la hipótesis operativa (“las regularidades físicas surgen por presión de compresión”). Varias tesis destacan:

  • La compresión como tendencia unificadora. Si los sistemas evolucionan hacia una complejidad descriptiva mínima, deberíamos observar convergencias hacia simetría, regularidad y códigos eficientes. La “legalidad” dejaría de ser un hecho bruto para convertirse en subproducto emergente de una contabilidad informacional.
  • “Celdas” discretas de espacio-tiempo. Al modelar la realidad como una red de unidades portadoras de información, pueden derivarse dinámicas en las que acercar la materia reduce el número de descriptores de estado necesarios, produciendo el comportamiento atractivo que llamamos gravedad.
  • Vínculo masa-energía-información. Si la información es física, podría portar atributos energéticos o de masa, reencuadrando enigmas como la materia oscura en términos informacionales y motivando pruebas de laboratorio basadas en “borrado” de información.

El atractivo del programa es evidente: promete puentes comprobables entre teoría de la información y física fundamental. Pero el estándar aquí debe ser alto. Re-describir regularidades conocidas en lenguaje de compresión no basta; lo que importa es la predicción novedosa y discriminante. ¿Pronostica la infodinámica una anomalía cuantitativa que los modelos estándar no anticipan? ¿Retrodice constantes establecidas sin parámetros libres? ¿Sus compromisos con un “entramado” espacial pueden falsarse con medidas de precisión que verían algo distinto si la realidad fuese continua?

¿Qué contaría como evidencia?

Una evaluación madura exige aclarar qué haría a la hipótesis de la simulación —o a su avatar infodinámico— vulnerable a la evidencia. Se han propuesto varias vías:

  1. Artefactos de entramado. Si el espacio-tiempo estuviera discretizado en una malla computacional, procesos de energía extremadamente alta (p. ej., rayos cósmicos) podrían revelar anisotropías sutiles o relaciones de dispersión alineadas con los ejes de la malla. La ausencia de tales firmas fija cotas inferiores a la escala de esa discreción.
  2. Techos de complejidad. Un simulador finito podría imponer límites de recursos —a la profundidad de entrelazamiento cuántico, por ejemplo, o a la complejidad de patrones de interferencia—. Experimentos podrían buscar puntos de saturación inesperados no previstos por la teoría estándar.
  3. Asimetrías termodinámicas. Si una segunda ley informacional diverge de la entropía termodinámica, sistemas de información “cerrados” cuidadosamente construidos podrían exhibir una direccionalidad (hacia la compresión) irreductible a la mecánica estadística convencional.
  4. Costo energético del borrado. El principio de Landauer ya vincula el borrado de información con disipación de calor. Vínculos más fuertes y no redundantes —por ejemplo, déficits de masa ligados al borrado— serían decisivos si se observaran de forma limpia, aislados de la disipación ordinaria.

Cada ruta enfrenta obstáculos conocidos: precisión de medida, efectos de fondo y, crucialmente, indeterminación. Una señal compatible con la simulación puede serlo también con teorías no simulacionistas (propuestas de gravedad cuántica, espacio-tiempo emergente o análogos novedosos en materia condensada). El riesgo es la deriva confirmatoria: ver patrones amigables a la computación donde múltiples marcos predicen fenómenos similares.

Cautelas metodológicas: cuando las analogías se exceden

Tres cautelas metodológicas moderan las conclusiones entusiastas:

  • La metáfora de la tecnología puntera. Las culturas han comparado el cosmos con su mejor máquina: relojes, motores, ahora ordenadores. Estas metáforas pueden ser fértiles como heurísticas, pero corren el riesgo de incurrir en errores de categoría si se promueven a ontología sin sopesar su poder frente a rivales.
  • Contabilidad explicativa. Rebautizar la “gravedad” como “compresión de información” no debe solo renombrar el explanandum. La profundidad mecanicista exige mostrar cómo la nueva descripción reduce parámetros libres, unifica fenómenos dispares o resuelve anomalías sin andamiajes ad hoc.
  • Contabilidad bayesiana. Las creencias previas importan. Si uno asigna baja probabilidad previa a la conciencia independiente del sustrato o a emulaciones factibles a escala de ancestros, la probabilidad posterior de “estamos simulados” sigue siendo baja incluso con verosimilitudes tipo Bostrom. A la inversa, priors demasiado amplios diluyen la disciplina evidencial.

Derivaciones éticas y existenciales (sea cual sea la ontología)

La hipótesis de la simulación fascina también porque reencuadra terrenos éticos conocidos:

  • Ética del diseño. Si seres futuros pueden instanciar vidas conscientes en software, entonces nuestras decisiones presentes sobre IA, agentes virtuales y emulaciones masivas adquieren peso moral. La pregunta se devuelve como política pública: ¿deberíamos crear mundos poblados por mentes capaces de sufrir?
  • Sentido sin garantías metafísicas. Incluso si la realidad fuera computada, los proyectos humanos —el cuidado, el conocimiento, el arte— no se evaporan. El valor superviene de la experiencia y la relación, no del sustrato. La postura práctica es, por tanto, robusta entre ontologías.
  • Humildad epistémica. La hipótesis recuerda que nuestros modelos pueden ser compresiones locales de un orden más profundo. Esa humildad alimenta mejor ciencia, exista o no “silicio” en la base del universo.

Una valoración neutral

¿Dónde queda un observador académico concienzudo?

  • El trilema de Bostrom sigue siendo un desafío poderoso al realismo ingenuo, pero su filo depende de premisas discutibles y de elecciones sobre clases de observadores que la filosofía aún no determina.
  • El programa de Vopson es prometedor como agenda de investigación en la medida en que produzca predicciones nítidas y arriesgadas que la física estándar no ofrezca. Su valor será medible no por su resonancia retórica, sino por economía explicativa y tracción empírica.
  • La hipótesis de la simulación, como reclamación científica, solo gana credibilidad cuando “paga alquiler” en predicciones. Como prueba filosófica de presión, ya lo paga al disciplinar nuestras suposiciones sobre tipicidad, corporeidad y mente.

La postura intelectualmente honesta, por tanto, no es la credulidad ni el desdén, sino la curiosidad crítica sostenida. Si el trabajo futuro deriva firmas cuantitativas —anisotropías alineadas con un entramado y con escalados específicos, efectos masa-energía ligados a información más allá de Landauer, o techos de complejidad inexplicables en la teoría estándar—, el equilibrio de razones cambiará. En ausencia de ello, la tesis simulacionista permanece como opción metafísica viva y heurística fértil, todavía no como hipótesis empíricamente preferida.

Conclusión: el valor de la pregunta

Preguntarse si somos una simulación no es un juego de ontología especulativa. Es una palanca que abre articulaciones de indagación: cómo surgen las mentes, por qué las leyes son simples, qué es la información. Bostrom nos enseña a rastrear nuestras suposiciones sobre la distribución de observadores; Vopson nos desafía a convertir “la información es física” en mecanismos que corran el riesgo de equivocarse. La predicción más segura es que, sea cual sea la verdad última de la hipótesis, los métodos desarrollados en el camino —clases de referencia mejor afinadas, vínculos más estrechos entre información y dinámica, experimentos más discriminantes— enriquecerán nuestra comprensión del mundo que habitamos, simulado o no.

Hasta que una prueba decisiva distinga la “realidad base” de la “realidad emulada”, conviene rechazar tanto la certeza complaciente como el escepticismo performativo. Dejemos, más bien, que la pregunta haga su mejor trabajo: refinar nuestros estándares de evidencia, clarificar nuestras ambiciones explicativas y expandir la frontera donde se encuentran física, computación y filosofía. Si es posible descorrer el telón, lo haremos con esas virtudes: no con consignas, sino con resultados.


Fuentes

  • Bostrom, Nick. “Are You Living in a Computer Simulation?” The Philosophical Quarterly 53, núm. 211 (2003): 243–255.
  • Eggleston, Brian. “A Review of Bostrom’s Simulation Argument.” Stanford University (material del curso symbsys205), resumen del razonamiento probabilístico de Bostrom.
  • Vopson, Melvin M. “The Second Law of Infodynamics and its Implications for the Simulation Hypothesis.” AIP Advances 13, núm. 10 (2023): 105206.
  • Vopson, Melvin M. “Gravity Emerging from Information Compression” (AIP Advances, 2025) y comunicaciones asociadas de la University of Portsmouth.
  • Orf, Darren. “A Scientist Says He Has the Evidence That We Live in a Simulation.” Popular Mechanics, 3 de abril de 2025.
  • Tangermann, Victor. “Physicist Says He’s Identified a Clue That We’re Living in a Computer Simulation.” Futurism, 3 de mayo de 2023.
  • IFLScience (equipo). “Physicist Studying SARS-CoV-2 Virus Believes He Has Found Hints We Are Living In A Simulation.” Octubre de 2023.
  • Vopson, Melvin M. Reality Reloaded: How Information Physics Could Explain Our Universe. 2023.
  • Contexto clásico de escepticismo filosófico: “Alegoría de la cueva” de Platón; René Descartes, Meditaciones metafísicas (referencia histórica).
Comparte este artículo
No hay comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *