Cuando la cordura se moja bajo la lluvia: Rodrigo García y el arte de perder la cabeza

Las locuras
Martha O'Hara

Hay algo en la lluvia de la Ciudad de México que no es simplemente meteorológico; es temperamental. Cualquiera que haya quedado atrapado en el tráfico de un viaducto inundado sabe que, bajo ese cielo gris plomo, la civilidad pende de un hilo muy fino. Es precisamente en ese escenario —un día de aguaceros bíblicos y caos urbano— donde Rodrigo García ha decidido situar su nueva y ambiciosa película, «Las Locuras». Y no podría haber elegido un mejor telón de fondo para preguntarnos: ¿cuánto falta para que todos estallemos?

Esta no es una historia sobre enfermedades mentales de manual, ni un drama clínico aséptico. Es algo mucho más cercano y aterrador. Es una radiografía de ese momento exacto en el que la «gente bien», los profesionales funcionales y las madres perfectas, deciden que ya no pueden seguir fingiendo. García, quien ha construido una carrera sólida en Hollywood explorando la psique femenina (Nine Lives, Mother and Child), regresa a México para orquestar una sinfonía de gritos contenidos que finalmente encuentran su salida.

El elenco como campo de batalla

Si el guion es la partitura, García ha reunido a la orquesta filarmónica de la actuación latinoamericana para interpretarla. No es una exageración decir que el casting es un «quién es quién» del talento actual. En el centro del huracán está Cassandra Ciangherotti, interpretando a Renata, una mujer cuyo quiebre psicótico no es un final, sino el catalizador que empuja las fichas de dominó de todos los demás.

A su alrededor orbitan figuras que, por sí solas, podrían sostener cualquier película: Ilse Salas, Natalia Solián (cuya crudeza en Huesera aún resuena), Naian González Norvind, Fernanda Castillo y la imponente Ángeles Cruz. Son seis historias, seis mujeres y un solo día para que todo se desmorone. Y para equilibrar la balanza —o quizás para terminar de romperla—, se suman presencias masculinas de peso pesado como el chileno Alfredo Castro, un maestro de la incomodidad, junto a Raúl Briones, Daniel Tovar y la leyenda Adriana Barraza.

Lo interesante aquí no es solo ver a «famosos» juntos, sino verlos operar en un registro de intensidad poco habitual. El propio director ha comentado que la película tiene toques casi operísticos, de «gran guiñol», donde la realidad se estira hasta que se rompe.

La jaula de oro y el aguacero

Visualmente, la película promete ser una experiencia inmersiva. La fotografía de Igor Jadue-Lillo no busca la postal turística de la capital, sino su textura más áspera y claustrofóbica: el asfalto mojado, los interiores de los coches convertidos en confesionarios y prisiones, y esa luz difusa que parece aplastar a los personajes contra el suelo.

El diseño de producción de Sandra Cabriada y la música de Tomás Barreiro trabajan en conjunto para crear esa sensación de encierro. Porque en «Las Locuras», el verdadero enemigo no es un villano de telenovela; es la presión social. Es la «autocensura» y las expectativas familiares que, como una olla de presión, necesitan una válvula de escape. La tesis de la película es provocadora: en un mundo que exige una normalidad imposible, tal vez volverse «loco» sea el único acto de libertad genuina que nos queda.

Un autor que vuelve a casa

Rodrigo García ha logrado algo difícil: quitarse el peso de ser «el hijo de Gabo» para ser, simplemente, Rodrigo. Su cine es urbano, inmediato y psicológico. Al filmar en México (producida por Panorama Global), se le nota cómodo, entendiendo los códigos no escritos de una sociedad donde las apariencias lo son todo. Su mirada no juzga a estos personajes que se rebelan; los acompaña con una curiosidad casi científica, fascinado por esas personas inteligentes y líderes que, de repente, transitan hacia la manía y el descontrol.

Coordenadas para el espectador

«Las Locuras» llega con el sello de garantía de haber pasado por el Festival Internacional de Cine de Morelia, donde tuvo su estreno mundial, y de haber tenido un recorrido selecto en salas de cine mexicanas antes de su salto al streaming global. Es una apuesta fuerte de Netflix por el cine de autor, por historias que se cuecen a fuego lento pero queman al tacto.

Para quienes busquen una película palomera para desconectar, esta quizás no sea la opción. Pero para quienes intuyan que la «normalidad» es una estafa y quieran ver qué pasa cuando dejamos de actuar según el guion social, la cita es obligada.

«Las Locuras» se estrena en Netflix este 20 de noviembre.

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