Alfredo Álvarez Plágaro tiene una importante carrera internacional a sus es- paldas. Ha participado en ferias como Art Basel, artgenève o Art Düsseldorf. Trabaja con galerías de Miami (Visualizadores Contemporary), Zúrich (Galería Multipleart) y Bochum (Galerie m), en Alemania. Su obra está representada en multitud de colecciones en Alemania (Colección Frankfurt Bank, Colección Er- nst & Young o Colección Rahn, entre otras), Suiza, Italia o Luxemburgo. Pese a esta importante presencia fuera de nuestras fronteras, su última exposición en Madrid fue en 1996. Antes se había estrenado en Juana Mordó de la mano de Helga de Alvear.
Ahora, Naharro presenta la primera muestra de Alfredo Álvarez Plágaro en Madrid después de casi tres décadas. La componen nueve series de sus Cua- dros Iguales, que lleva elaborando desde principios de los 90, y una serie de Cuadros Desiguales, línea de trabajo que inició en 2020. En ellos juega con los conceptos de repetición y copia para reflexionar sobre dónde se encuen- tra la originalidad de una obra.
Lo más importante no es lo que es sino que, lo que es, lo es varias veces
Con ese postulado, Plágaro define el proyecto artístico que ha ocupado gran parte de su carrera y que ahora expone en Naharro. Hablamos de sus Cua- dros Iguales, que empezó a desarrollar en 1991. El concepto es sencillo. El ar- tista vasco pinta lienzos que, en principio, siguen un mismo patrón. La misma idea se aplica a las series de cuadros. Podríamos argumentar que, al seguir una misma estructura, todos los cuadros son iguales entre sí. Pero Plágaro niega esa primera intuición. Para él, la potencia de la pincelada, la densidad del color, la adherencia del pigmento al lienzo… son detalles cambiantes que diferencian las obras entre ellas. “Es una cuestión de matices, de tiempo, de materia”, ha escrito el crítico Miguel Fernández-Cid. Así, Plágaro se separa de la repetición seriada que adoptaron otros artistas como Warhol. El trabajo
manual del artista aporta a estas copias una originalidad que la máquina no es capaz de replicar.
Plágaro plasmó esa repetición por primera vez como parte del proyecto “Dos Exposiciones Iguales”, que acogieron las ya clásicas galerías Edurne y Án- gel Romero en Madrid en 1991. Partiendo de sus Cuadros Iguales, el artista dividió una misma serie entre las dos galerías. De esta forma, ambas galerías tenían exposiciones materialmente diferentes, pero formadas por obras con- ceptualmente iguales.
Su actitud contradice la idea de que lo repetitivo nunca puede ser original. La experta en arte Esther Ruelfs lo explica: “Las pinturas de Plágaro nos cau- tivan porque son, sin ninguna duda, obras de arte que repite a voluntad”.
Ninguna copia es igual a otra. Por mucho que sigan una misma estructura, todas conservan en sí cierta diferencia que las hace únicas. La originalidad también se encuentra en el montaje. El pintor solo tiene dos normas a la hora de exhibir sus Cuadros Iguales: que siempre haya un mínimo de dos piezas, y que su separación sea proporcional al tamaño de las obras. A partir de ahí, la disposición de las obras es libre. Aunque los cuadros que se exhiban ya hayan podido pasar por otras galerías, cada nuevo montaje es original y distinto a los anteriores. La repetición exacta de una exposición de Cuadros Iguales se hace prácticamente imposible.
En Naharro se exhiben nueve obras de la colección Cuadros Iguales (entre ellas, una de seis metros de largo) y una de la serie Cuadros Desiguales, en la que empezó a trabajar en 2020. Esta última, nacida a raíz del confinamiento, se diferencia de la producción anterior porque los cuadros tienen diferentes tamaños. Al trabajar sobre soportes ya distintos, Plágaro no intenta aplicar una técnica igual a todas las obras. Sabe desde un principio que el resultado final va a variar de un cuadro a otro, por lo que prefiere dar más libertad y expresividad a la pincelada. También forma parte de esta muestra la primera obra que Plágaro desarrolló en 1983. Como dice Fernández-Cid, “estos cua- dros son objetos autónomos que solo se entienden, se completan, desde la complicidad, desde la reiteración”.
Sobre Alfredo Álvarez Plágaro
Nacido en Vitoria en 1960, Alfredo Álvarez Plágaro ha construido su carrera internacionalmente.
En 1985 finaliza los estudios de Bellas Artes en Bilbao y recibe el tercer pre- mio de pintura en el Premio Internacional Villa de Bilbao. Su carrera se abre a nuevos horizontes y expone por primera vez en Madrid en 1986. Lo hace de la mano de Helga de Alvear, por entonces directora de la Galería Jua- na Mordó. Al año siguiente participa en ARCO 87 con la Galería 16 de San Sebastián, en la que es su primera muestra en solitario. En 1991, el galerista
alemán Alexander Von Berswordt queda impresionado con su proyecto “Dos Exposiciones Iguales”. Se encontraba en Madrid comisariando una exposición para el Museo Reina Sofía e invita al artista vasco a exponer en su galería m, en la ciudad de Bochum. Desde entonces, Plágaro y Von Berswordt han cola- borado en numerosas ocasiones. A lo largo de su carrera ha realizado más de 60 exposiciones individuales, unas 200 colectivas y ha participado en más de 50 ferias de arte. Actualmente vive y trabaja en Madrid.
Sobre Naharro
Aunque su origen se remonta a la década de los sesenta con un taller arte- sano de ebanistería y tapizado, Naharro nace en 2005 como distribuidor de firmas de mobiliario internacional de diseño. Entre sus señas de identidad destaca un espacio industrial –a modo de loft neoyorquino–, situado en un castizo patio de manzana.
Naharro dobla su espacio en 2015 incorporando una nueva sede frente a la primera –en unos bajos comerciales de la calle Granada–. Aquí, los protago- nistas son los grandes iconos del diseño del siglo XX firmados por Poul Kaer- holm, Le Corbusier, Mies van der Rohe o Jean Prouvé, entre otros. Convive el mobiliario de estos maestros –fabricados por las productoras que conservan las patentes o registros– con piezas excepcionales de época. En 2022, Naha- rro sumó una tercera sede, con más de 1.000 metros cuadrados en el madrile- ño barrio de Las Ventas.