Es fácil y barato de producir y, con el auge del consumismo, la idea de lo rápido y lo fácil se ha instalado en nuestra vida cotidiana, haciendo que el plástico sea aún más deseable.
El concepto de adquirir bienes baratos para un uso temporal, como urge la compra impulsiva, también se aplica al observar el aumento de la producción, el uso y el despilfarro de plásticos de un solo uso.
Por ejemplo, la industria alimentaria invierte miles de millones en envases de plástico, ya que ha demostrado ser un material indispensable para utensilios, electrodomésticos, almacenamiento de alimentos y mucho más. La industria médica también ha aumentado su dependencia del plástico por la esterilidad, comodidad y rentabilidad que presenta.
La durabilidad y versatilidad del plástico han ayudado al envasado y transporte de residuos y material médico, además de a la fabricación de dispositivos médicos.
La dependencia del plástico por parte de estas industrias ha espoleado su producción y, a su vez, esta elevada producción implica que al final se desperdicien enormes cantidades de plástico.
¿Hasta qué punto se responsabiliza a los individuos de estos residuos?
Cada vez es más popular considerar el efecto de las elecciones individuales sobre los residuos. En los últimos años han estallado muchos esfuerzos y tendencias con la intención de concienciar y frenar este despilfarro.
Aunque es estupendo que los individuos sean más conscientes de sus esfuerzos, ¿qué significa esto para la responsabilidad que tienen las empresas?
Muchas empresas promueven prácticas o campañas de sostenibilidad que instan a los consumidores a pensar detenidamente en las consecuencias de sus actos. Puede argumentarse que la única intención de estas campañas es concienciar sobre los efectos individuales en el cambio climático. Sin embargo, una intención subyacente también puede ser trasladar la responsabilidad de ellas mismas a los consumidores.
Con este cambio en la responsabilidad, es difícil precisar hasta qué punto pueden ser eficaces los cambios de comportamiento individuales. También es fácil perder de vista el poder que tienen estas empresas.
Muchos debaten sobre el grado de responsabilidad que tienen los individuos y hasta qué punto puede atribuirse a las empresas. Muchos sostienen que deben promulgarse leyes que limiten las prácticas perjudiciales para hacer todo lo posible por limitar o detener sus acciones.
Quizá sea mejor considerar la responsabilidad de los individuos junto con el poder financiero e institucional que detentan las empresas para enfocar mejor este debate. Se puede aludir a
como un rompecabezas, en el que cada miembro y organización de la sociedad tiene una función y una responsabilidad específicas.