Durante la Edad Media, entre los años de 1348 y 1353, la humanidad padeció una de las más devastadoras pandemias: la peste negra o peste bubónica (también conocida como «la muerte negra»).
Los estudios indican que la peste negra tuvo sus orígenes en Asia (específicamente en China), y luego se propagó por la India, Mesopotamia, Siria, Persia, Egipto y Asia Menor. Posteriormente, se extendió por toda Europa a través de las embarcaciones.
La peor tasa de mortalidad de la historia ha sido la de la peste negra, con una cifra de fallecidos que oscila entre los 75 y los 200 millones de personas. Incluso, poblados de Europa quedaron totalmente devastados. Por ejemplo, en la ciudad de Florencia, Italia, solo sobrevivió la quinta parte de su población; mientras que en Alemania uno de cada diez habitantes perdió la vida a causa de la pandemia. Además, se estima que esta pandemia acabó con la vida de la mitad de la población de Inglaterra.
¿Qué ocasionó la peste negra?
A comienzos de la pandemia, la ciencia médica no estaba tan avanzada y no se precisaba la causa de la enfermedad. Fue a comienzos del siglo XIX que investigadores del Instituto de Arqueología Científica de la Universidad de Tübingen (en Alemania) y de la Universidad de McMaster (en Canadá) lograron confirmar que la bacteria Yersinia pestis fue la causante de la peste.
Los roedores, como las ratas, son portadores de esta bacteria. Así, la peste negra se contagiaba a través de las picaduras de las pulgas de la rata: la pulga picaba a una rata infectada con la bacteria y luego, al picar al humano, transmitía la enfermedad. La enfermedad se extendió por diversos países debido a que las pulgas portadoras de la bacteria viajaban en la ropa y en el equipaje de las personas, y también debido a que las ratas afectadas viajaban en los barcos comerciales.
La peste negra como un reflejo de las consecuencias del coronavirus
A pesar de que el coronavirus es menos letal que la peste negra, y que los contextos históricos y científico son muy diferentes, lo cierto es que ambas enfermedades se esparcieron por muchos países y ocasionaron cambios económicos. Por ello, lo sucedido con la peste negra podría ayudarnos a entender un poco cuáles podrían ser las consecuencias de la pandemia del coronavirus.
Debido a que aún estamos en el auge de la crisis, todavía no se puede estimar con exactitud cuáles serán los efectos de la pandemia ocasionada por el coronavirus. Sin embargo, los sociólogos y estadísticos pronostican un alto impacto económico a corto y a medio plazo.
Cuando ocurrió la peste negra, ocurrió un fuerte desequilibrio económico debido a que disminuyó el comercio, los campos agrícolas dejaron de ser trabajados (lo que significó un aumento de la tasa de desempleo), se pudrieron varias cosechas y las personas comenzaron a emigrar masivamente en busca de oportunidades laborales (aunque éstas fuesen mal remuneradas). Otra consecuencia de la peste fue un aumento en los precios de los productos alimenticios debido a la escases, ya que había poca oferta y mucha demanda de dichos productos. Se estima que la población tardó cerca de cien años en recuperarse.
Con la nueva crisis del coronavirus se esperan efectos como: interrupción en los sistemas de abastecimiento y transporte, pérdida de producción en varios sectores empresariales y disminución de las ofertas laborales (como consecuencia de la disminución en la producción). Asimismo, al haber pocas ofertas laborales aumenta la tasa de desempleo, lo que ocasiona una fuerte recesión económica y genera una disminución en el ingreso de los hogares.
Sin embargo, la historia también nos ha enseñado que las consecuencias económicas no son eternas. Con el tiempo, la economía vuelve a estabilizarse, e incluso es posible que se obtengan más beneficios. Por ejemplo, en el caso de la peste negra, los sobrevivientes de esa crisis se vieron beneficiados por un aumento salarial (debido a que había poca oferta laboral, los salarios aumentaron) y las mujeres encontraron más oportunidades laborales.
Así, aunque es cierto que hay consecuencias devastadoras tras una pandemia (como pérdidas de vida y cambios en la economía), es cierto que la humanidad tiene una fuerza motriz intrínseca que le ha permitido sobreponerse y seguir adelante.