Fiodor Dostoievski – Biografía, Obras

Entre los muros de una prisión, en Siberia, los rostros de los más bajos se agitan, trémulos, ahora por fin sinceros. Son los rostros del hambre y de la miseria. Pedro y Pablo. Un hombre de luengas barbas, condenado político por un extraño crimen de asociación, a la luz de una inteligencia infantil, desdeñoso, afectuoso hasta el ridículo.

Dostoievsky crea un mundo que nos supera, de personajes eternos, tan provincianos como universales: un asesino con la magnanimidad del dios, consciente de su eterna superioridad; padres crueles e hijos alcohólicos; miseria, ética, estética… Habla desde la misericordia más patética y desde la más cruel de las distancias.

Un nuevo lector de Crimen y Castigo (la más popular de sus novelas) podrá comprobar, página a página, cómo la idea gobierna la historia, cómo la filosofía (del super-hombre en este caso) colma las aspiraciones de un Raskolnikov tremendamente humano, demasiado humano -por parafrasear al mismo Nietzsche-. Quizá en ello radique la grandeza: hacer humano lo inhumano y divino lo terrenal. Son así Ivan Karamazov, Mishkin, todas las Sonias… personajes condenados a vivir la tragicomedia del destino, marcado desde las primeras páginas, pero siempre nuevo.

Dostoievsky no es un escritor de la escuela inglesa. Nunca será Dickens con su perfección en la forma y la estructura (caprichos aparte), ni siquiera Balzac o Zola. Dostoievsky es el gran autor de la escuela rusa, heredero de Gogol, pero muy alejado del carácter altivo y descriptivo de los Tolstoi o Turgeniev. Bebe del Gogol de la caricatura, pero supera el desánimo y entra en el alma humana mucho más certeramente que éste. La forma y estructura está a años luz de Tolstoi (reconozcámoslo), pero supera a éste en la sagrada intimidad y la comprensión infinitamente condescendiente de aquél que ha vivido en lo más bajo y compartido las miserias de sus personajes. Comprendió mejor que nadie el alma del ruso, y así el alma del hombre, universal siempre, así tan localista como europeo. Dostoievsky: fuego.

Como suele suceder y sucede (sucederá y habrá sucedido -digan esta frase en alto tres veces y es probable que Ivan Karamov aparezca-) la obra de Dostoievsky sufre algunos altibajos, y son necesarios algunos hechos cuanto menos insólitos para que la obra tome ese cariz grandioso que hoy conocemos. Sólo cuando el autor conoce de primera mano su obra es capaz de darle forma.

Sus primeras obras (Pobres Gentes, EL Doble, por citar algunas), parecen ser intentos más o menos acertados de comprender la psicología del ser humano. Pasaremos por alto estos intentos ya que ni la crítica ni los lectores (ni yo mismo) parecemos ser entusiastas de éstas sus primeras obras. Si bien es cierto que ninguna de sus novelas (salvo probablemente Crimen y Castigo) tienen una estructura formal bien conseguida, las primeras -sobre todo si leemos el gran grupo de novelas posteriores-, se quedan cojas, tanto en el tratamiento formal como en el diseño de los personajes (que me cuelguen por hereje). Dostoievsky escribió cuentos y novelas cortas en este período, así como artículos periodísticos (fue editor de algunas revistas literarias por suscripción). Humo, como la famosa novela de Turgeniev.

Dostoievsky es encarcelado y condenado a muerte. La condonación de la pena capital ha sido ya dictada, pero se ejecuta un simulacro. Algo ha sucedido ante aquel pelotón de fusilamiento. Una grave y extraña lección: la crueldad humana (tema casi principal de sus obras posteriores). En prisión, Dostoievsky se mostraba altivo, poco dado a entablar contacto con otros reclusos, algo rompió su alma. EL sufrimiento de las gentes, la condena, ¿acaso era inocente? ¿alguien puede serlo?. Comprendió la grandeza de la miseria, y cómo aquellos presos, ignorantes, casi un esperpento de sus propios personajes. Penal de Pedro y Pablo, con la única compañía de una vieja Biblia y harapos.

Dostoievsky regresa cambiado, pero algo permanece. Es la misma persona, pero parece que lo que allí ha visto cambia su visión del mundo. Se casa. Una vez, muere su primera hija (Sonia). Muere su esposa. Escarceos sentimentales y ludópatas. Crimen y Castigo. Su obra más famosa.

Crimen y Castigo

Es la historia de un asesinato y las consecuencias morales implícitas en dicho acto. Raskolnikov mata por probar su fe. Egoísta, romántico, brutal y lógico, Rodion Romanovich Raskolnikov es el primero de los grandes personajes de Dostoievsky. Su grandeza radica, quizá, en el sublime egoísmo de sus actos, en su lógica aplastante en un principio. Mata por probar su teoría, por vencer a su destino: el acto del asesinato ejemplifica la esencia de su superioridad. Así será un nuevo Napoléon, vencerá la tradición de sus padres, estúpida y anquilosada. Raskolnikov es un héroe, trágico, un asesino y uno de los personajes más terriblemente humanos de las páginas de Dostoeivsky.

En aquella época, el autor no poseía apenas nada. Prestamistas, borrachos, prostitutas… Así la mente del novelista convierte a su protagonista en un burgués sin medios, pero un burgués. Y en toda conciencia aburguesada (hablamos del S. XIX) subyace la idea de revolución. Y este cambio pasa por probar la propia voluntad. ¿Será capaz de cometer el más condenable de los crímenes? Sí, Raskolnikov asesina a una vieja prestamista y roba su dinero. Lo esconde, poco más sabremos de él, no ha asesinado por dinero (eso le convertiría en un vulgar «ratero»). Raskolnikov está por encima de las leyes, y así lo ha probado.

Pero la novela continúa. Nos encontramos con Sonia, que ejerce la prostitución para poder sustentar a su familia. Sufrimiento, vergüenza y expiación. Antítesis al egoísmo de Raskolnikov, casi febril.

¿Culpa? No, Raskolnikov termina confesando, sí, pero no se siente culpable, porque su lógica sigue siendo aplastante: ¿acaso es un héroe Napoléon y él un vulgar asesino? Por vez primera: temperamento ruso, ética, culpa en los primeros cristianos… No es el hecho del asesinato lo que lleva a Raskolnikov a la locura, sino la culpa, más allá del acto: el pecado yace en el mismo pensamiento, no en el acto vulgar y sucio de sus consecuencias (observaremos cómo años más tarde se repiten estas consecuencias en Ivan Karamazov).

Crimen y Castigo es la novela más perfecta de Dostoievsky, en cuanto a  su forma y planteamiento. Los personajes ocupan el justo espacio y desaparecen en el momento más adecuado (recordemos a Svindagrandilov). En un alarde de «inmadurez poética» incluso se permite describir la buhardilla, a la casera, se detiene en los vestidos de Sonia o en los harapos de Marmelanov (el resto de sus novelas son bastante parcas en descripciones de cualquier tipo). Sin embargo, Raskolnikov, debido quizá a su excesiva vena racionalista, no termina de llegar al lector (siempre en comparación posterior con otras obras del mismo autor).

Dostoiesky creará durante estos años las que serán sus obras capitales. Tras Crimen y Castigo llega el turno de la, quizá, más querida de sus novelas:

El idiota

El príncipe Mishkin es el ideal ético ruso, el tan recurrido «loco santo» del floklore  eslavo, es aquel hombre bueno como Don Quijote. Nuestro Mishkin vive en las ideas y en los sueños, pero, tras regresar de recuperarse de su enfermedad…, ha de enfrentarse a un mundo muy distinto al de su «Mancha» natal. El príncipe Mishkin es Fasltaff, un hombre tan bueno como cobarde, amigo de pendencieros, borrachos y prostitutas. Se enamora de dos mujeres que rivalizan… ¿Amor o piedad? Piedad, sin duda: la más alta manifestación del amor.

Natasha Philippovna es asesinada por Rogozhin, Mishkin vela ante su cadáver junto al asesino. No hay remordimiento, no hay culpa. ¿Quién es Mishkin para juzgar? ¿Quiénes son el lector y el autor para hacerlo? Cucarachas, como ya fue Raskolnikov.

No hay religión en Mishkin, ningún sermón alienta su piedad como en Aliosha. Mishkin es comparado con Cristo, porque son hombres buenos que corren hacia su salvación. Mishkin se convierte así en un profeta que predica en la quietud, en un mundo en llanto, herido, en una Rusia sangrante y ancestral. Como dijo Leontiev «el ruso puede ser un santo, pero nunca un hombre honesto».

Luego llegarán obras más o menos importantes (en medio de Crimen y Castigo conoce a una taquígrafa, Ana, que fue su compañera durante el resto de su vida, junto a ella escribe El Jugador). Llegan Los Demonios, una historia sobre un grupo de revolucionarios (por aquel entonces llamados nihilistas) que asesinan a un compañero porque ha perdido la fe en sus ideas. Llega también El Adolescente (Turgeniev llegó a decir que era «el caos hecho novela»). Nunca le preocupó demasiado a Dostoeivsky la estructura formal de sus obras.

Los Hermanos Karamazov

Dimitri, Ivan, Aliosha, hermanos. Dimitri rivaliza con su lujurioso padre por las «atenciones» de una mujer, una prostituta (para no variar). El viejo es asesinado. Se acusa a Dimitri. Es sentenciado: Siberia espera. Finalmente se descubre que no fue Dimitri, sino Smerdiakov, hijo bastardo del viejo, quien cometió el asesinato llevado por la racionalidad de Ivan.

Obra imperfecta y genial donde las haya, Los Hermanos Karamazov es la historia del enfrentamiento entre razón y fe, plasmada en los personajes de Aliosha e Ivan. El primero, una especie de seminarista, tiene fe (en Dios, en la naturaleza, en la bondad del hombre y en el equilibro del Universo: llámenlo como quieran), mientras que Ivan es la raíz del pecado, es la razón y el principio del mal. Los argumentos de Aliosha (débiles y torpes) son empequeñecidos por la fuerte presencia de su hermano. Aliosha habla de bondad e Ivan responde con «La Leyenda del Gran Inquisidor». Nuestra razón no puede sino darle la razón a Ivan. ¿A quién el importa quién esté en lo cierto? Mientras, Dimitri nos habla: Dios y el diablo luchan por conseguir su dominio, y el campo de batalla es el corazón del hombre.

Los Hermanos Karamazov es la obra más grande de Dostoievsky, porque sus personajes no están anclados en la idea, sino que sobrepasan con creces los planteamientos de un arquetipo convencional (tan arraigado en la literatura, véase si no el que fue prototipo de las juveniles lecturas del propio autor: Gogol). Ivan, como Raskolnikov, es el verdadero culpable del crimen. No ha hundido el cuchillo en el corazón sangrante del padre, pero ha plantado la semilla. Pero no, nuestro autor es incapaz de condenar, Dostoievsky es ahora un Mishkin novelista… La tragedia de Ivan es la tragedia del alma humana y del lector siempre culpable.

Aquellos lectores que no hayan tenido la fortuna de leer a Dostoievsky no encontrarán un mundo perfecto, ni siquiera cercano. Es un mundo mísero, pero jamás mezquino, un mundo de santos pecadores, caótico, vida, obra, religión, psicología, fe, razón: fuego.

*Este texto forma parte del libro Grandes Autores de la Literatura. Lo puedes encontrar aquí:

 

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