Nikolai Gogol. Escritor. Taras Bulba, Las Almas Muertas

Martin Cid Martin Cid

Nikolai Gogol es un autor ruso conocido por Las Almas Muertas y Taras Bulba.

Hay escritores desconocidos y maestros en el silencio… Sin embargo, no hay genio más desconocido que un sátiro, a veces espejo de su propia estupidez.

Ese género menor, a veces vilipendiado desde las altas esferas de la crítica, toma forma y se centra sobre los ecos del tiempo. Y es que… ¿no es Don Quijote la gran sátira de la antigüedad? Hay un mundo para los payasos y un día en el que, con sonrisa quebrada, conoceremos la verdad.
Nikolai Gogol fue hijo de cosacos, almas impertinentes, libres, altivas… La confrontación de extremos, tan propia del carácter ruso. El cosaco es el hombre noble, valeroso, pero también el hombre conquistador y alcohólico… En las grandes estepas, las canciones suenan, sobre timbres de terciopelo y notas suaves, pero también con la voz del ebrio, sobre la sangre de un campo de batalla.

Pronto se trasladaría a Petesburgo, en donde publica “Las veladas en Dikanka” (1831) y “Mirgorod” (1835), en donde ya se incluiría el primer esbozo de “Taras Bulba”, la historia de cosacos que le daría acceso al gran público y le convertiría en una de las figuras más sobresalientes de la literatura rusa.

Pero “Taras Bulba”, si bien es un ejercicio de estilo con personajes bien perfilados, carece de los toques satírico-sociales que darían fama internacional a Gogol (sobre todo a partir de la publicación de “Las Almas Muertas”). Las situaciones se suceden rápidas, se sellan pactos y se invaden aldeas… Se describe la vida de los cosacos de primera mano y el público se siente imbuido del espíritu de libertad de aquellos hombres (muy alejado del ambiente cáustico de Dostoievsky o las altas cortes de Tolstoi, ambos posteriores). El éxito de la novela proviene de la ágil narrativa y el sentido rítmico moderno (en donde no hay demasiado espacio para la descripción, las acciones se suceden unas a otras rápidamente).

“Taras Bulba” no se convierte en una novela completa hasta 1842, donde terminó de ampliarla (en este raro estilo que tenemos algunos de ir ampliando sempiternum la obra). Previamente, había publicado la que es quizá su primera obra de carácter satírico (“El Inspector”, 1846), en donde marca su pluma sobre el carácter de la burocracia que, ya por aquella época, parecía sacar de quicio a algunos (quizá algún escritor italiano condenaría a un tal Augusto a las llamas del infierno). “El Inspector” le acercaría al gran público y le daría, junto con la controversia creada, el rol de escritor conocido.

Fue sin embargo en el año 1842 en el que Gogol publica la más inmortal de sus novelas: “Las Almas Muertas”, genial y ácida obra que retrata un tiempo y un carácter, el alma rusa.

Tras un viaje a Tierra Santa (dícese, Jerusalén, que viene a significar “ciudad de paz”, otra sutil ironía, ya que estamos), Gogol entra en contacto con un sacerdote (Dios tenga en su seno al padre Konstantinovskii) que le convida a dejar de escribir (basándose en el “grandioso” argumento de que “las obras de ficción son pecaminosas”). Siguiendo la singular estela de otros grandes como Tolstoi o Victor Hugo, Gogol comienza a escribir obras piadosas (la mayoría de ellas aún hoy inéditas). Muere el 4 de marzo de 1852, medio loco e imbuido por la fiebre religiosa.

Las Almas Muertas. 1842

Pavel Ivanovich Chichikov es el alma rusa: noble, afable y con un alto sentido del honor. Es Chichikov un hombre bueno, como el príncipe Mishkin de Dostoievsky… Pero sucede que todo este “delirio burgués” se ve empañado por el terrible pecado de no poseer, gran pecado, un ejército informe de esclavos que, cual benditos en el cielo dantesco, den colorido a este noble espíritu burgués.

La argumentación de Chichikov es pétrea: necesito tener hombres a mi servicio pero no poseo las tierras ni el capital necesarios para mantenerlos. Solución: ya que muchos de los que tienen “esclavos” no los dan de baja (ya que se cobraban impuestos al dar de baja a cada alma), compraría los títulos sobre estas almas, para así poder “presumir” de poseer más esclavos y de esta manera ser mejor considerado en sociedad.

La que sería obra maestra de Gogol parte de este argumento para definir la eterna confrontación entre razón y fe. Como en todas las grandes obras de la historia del arte, la narración (ya sea desde un punto de vista estricto o no) parte de la confrontación dialéctica de contrarios para librar así una batalla textual o narrativa. La argumentación de Chichikov es, en un primer momento, estúpida… pero deja de serlo a medida que el libro avanza y comprendemos las motivaciones de este singular personaje (y sobre todo las aún más “maravillosas” argumentaciones de los personajes que se va encontrando en este su particular peregrinación). La dicotomía surge de un razonamiento en un principio estúpido (primera sátira para este hombre profundamente religioso) para convertirse en, casi, un “motivo de fe”. Chichikov busca, más allá de la admiración, el sentido último de las cosas (o quizá se encuentra con este “sentido” a medida que la novela evoluciona).

“Las Almas Muertas” se ha comparado en muchas ocasiones con Don Quijote, suponemos por sus dos partes (también bien diferenciadas y con un particular estilo “redentor” de las segundas partes en ambas obras). Chichikov y nuestro hidalgo tienen más puntos en común de lo que pudiera parecer en un primer momento: ambos son hijos de las ideas nobles y de una época anterior que, aún no habiéndola vivido en sus carnes, sienten próxima en ideales y formas. Ambos emprenden un viaje sin sentido particular, salvo el descubrimiento (tema trillado en este tipo de novelas). El sentido del viaje, como en Kerouac, es escapar de su propia existencia y, como el alma penitente, buscar la verdad que, de vuelta a casa, seguirá siempre esperando, esperando siempre ser hallada.

El camino que nos propone Gogol es la senda del descubrimiento a través de las formas y los caracteres. El alma rusa se está perdiendo por la influencia de la burocracia y las dictaduras de los mediocres… Chichikov, mediante una argumentación brillantemente estúpida, pretende devolver y devolverse la fe, la nobleza y el buen juicio… En su locura, la forma y el texto encuentran la colosal mezcla, satírica siempre. Chichikov y el lector comprenden a la par que sólo mediante la locura el hombre logra ser libre, terroríficamente libre. Comprando almas muertas este particular héroe se va liberando de su propia idea de servilismo y, como en una espiral dantesca, se apercibe de sus propios pecados y sus dicotomías más evidentes.

Chichikov recorre la Rusia profunda, la de los campesinos que, muy probablemente, no conocen a Pushkin (gran amigo personal de Gogol) ni los clásicos ingleses, pero son portadores de verdades, aparentemente simples y de motivaciones escolásticas (la religión, siempre presente, se deforma por la argumentación “simple” de los más débiles de espíritu, ignorantes de todo menos de la verdad).

Sólo decir que, en su aparente grandiosidad… Tanto “Don Quijote” como “Las Almas Muertas” son libros terriblemente divertidos. De todas las novelas que he leído, nunca suficientes a veces demasiadas, es quizá “Las Almas Muertas” una de las que mayor placer me ha dado e, irónicamente, más me ha hecho reflexionar. Siendo una novela costumbrista, supera su propio nacimiento para convertirse en algo mucho más profundo, fantástico (se han encontrado en este sentido numerosos puntos en común con otro gran escritor E.T.A. Hoffman). La novela no se descubre en unas pocas líneas, como sucede tan a menudo en algunas otras mediocres nacidas para mostrar una tesis pre-formulada, sino que supera su concepto original para convertirse, como “La Divina Comedia” en un viaje iniciático en el que un Virgilio, invisible, nos guiará por esa selva oscura en la que será nuestra más bella mentira y la peor forma de locura: la realidad.

*Este texto forma parte del libro Grandes Autores de la Literatura. Lo puedes encontrar aquí:

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