Cinco pensamientos sobre el mercado editorial

John Grisham. Fuente: flickr. Autor: Scott Brenner
John Grisham. Fuente: flickr. Autor: Scott Brenner

Los nuevos sistemas editoriales que han dinamitado la industria del libro están mostrando alguna de las carencias de la industria clásica literaria.

La industria literaria era ya confusa y ahora lo es aún más. Si no eres John Grisham (debe ser un placer levantarte por la mañana y mirar la cuenta bancaria) la situación está complicada cuanto menos sobre todo para los que empiezan y también para los consagrados porque, ahora mismo, es un mundo que camina entre el presente-futuro y el pasado que parecen querer olvidar (e incluyo a los lectores).

Primero (y no hablo de John Grisham): el autor ha pasado a ser el ‘pagdor’ del libro en muchos casos y el que lo tiene que promocionar. ¿No era eso el objeto de llevarlo a una editorial? Si el autor paga el libro, lo promociona y casi lo vende puerta a puerta… ¿Qué hace la editorial? Imprimirlo en el mejor de los casos (y no voy a ser demasiado cruel) y si el autor consigue el milagro de venderlo llevarse unos dólares. Esto era ya hace años cuando se habían inventado una cosa llamda co-pago en la que nadie sabía a dónde iban a parar los libros pero sí el dinero del autor.

Segunda (ahora me siento sexy, inteligente, como John Grisham): internet ha destrozado el mercado editorial y hay que reconocerlo de una vez. Las librerías cierran en New York y en París y en la basura vemos unos paquetes de cartón de una cosa llamada Amazon que te lleva el librito a casa. Además, para colmo, te lo permite editar, te lo distribuye y tal. No, no lo promociona pero puedes esperar lo mismo que en las opciones tradicionales así que… al menos te sale gratis.

Tercero (página oficial de John Grisham). Internet no es la panacea y aunque las Fifty Shades of Gray se vendió por ahí… no te comes un colín por muy bueno que sea el libro porque internet es un océano de información que se devora a sí misma. Demasiados peces en el mar y te sientes chiquitín.

Cuarto (¿sabíais que John Grisham había estado metido en política?): da la impresión que los sistemas tradicionales de venta de libros (hablo de Eruopa) siguen con su sistema de nadie sabe por qué publico esto que resulta un fracaso y pierdo dinero y sigo publicando otro y otro y al final sigo. Por lo poco que sé de economía: destilo whisky, no lo vendo, negocio fallido. Vale, pues eso no es así para las editoriales que pueden seguir destilando miles de títulos al año, diciendo que los títulos no se venden y, no sé… ¿Dar suspensión de pagos como conclusión final? No soy Donald Trump pero yo no veo el negocio.

Quinto (ya no hago más chascarrillos con John Grisham): la terrible, onerosa… mesiánica, enloquecedora, esquizofrénica… lentitud de los sistemas tradicionales (y no lo digo yo solo). Agente literario: entre que se decide a leerlo y tiene un día libre para decir algo… pueden pasar meses y hasta un año (no espero vivir tanto), más el tema de la editorial, que son lentas como el caballo del malo (aquí y en cualquier sitio). Al final, les puede llevar dos años editar un libro (y como v el mundo de rápido, en dos años pueden haber sustituido a los humanos por androides tranquilamente).

En fin, igual algún día os dejo otra cosa sobre este tema. Saludos.

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