La atroces rupturas generacionales

Fue un filósofo el que dijo que las generaciones se distinguían de veinte en veinte años y establecía unos paradigmas sobre sus comportamientos y los mecanismos de ruptura entre ellas. Fue hace ya tiempo, a principios del siglo pasado.

Parece que gran parte de la validez de las palabras de este ilustre pensador (al que no nombraré) han perdido su validez, en gran parte, por la brutal aceleración que hemos vivido en los últimos tiempos.

Un ejemplo nos servirá de referencia. Ya fuera en papiro o en versión imprenta, el papel ha permanecido ahí y pasado de padres a hijos con los libros, ese gran compañero durante las largas horas de estudio (es ironía). Hoy en día, el móvil o la Tablet lo ocupan todo, y dan unas posibilidades infinitamente mayores que las que dieron la impresión antiguamente.
Simplemente, y aunque les pese a los románticos, el libro está superado y morirá poco a poco por la evolución tecnológica.

Así sucede en muchos campos, entre ellos el laboral, en un mundo que ha pasado del sueño americano a estas economías globales en constante cambio que hacen que el futuro laboral sea efímero, cambiante y que el teletrabajo se haya convertido en algo usual.

Cuando le pregunten al abuelo: “Abuelito, abuelito: ¿y cómo eran vuestros móviles cuando érais pequeños?” Pues no sabemos qué cara pondrá, que será más o menos la misma cara con la que os quedaréis vosotros cuando os pregunten vuestros nietos lo mismo (si la IA no termina con la humanidad antes).

Hay grandes cambios y las generaciones anteriores, los que mandan, parecen no querer enterarse de qué va el juego (recientemente se está debatiendo si se volverá a imponer el servicio militar obligatorio en algunos países). Otra vez, los ancianos, jugando a lo de siempre en un presente en el que los antiguos parecen anclados en, otra vez, volver a unos juegos que parecían ya pasados de moda.

Los miramos todos nosotros con un poco de lástima, pero son ellos los que mandan porque llevan años buscando y granjeándose ese poder y ahora, emulando a éste u otro zar, siguen con el mismo juego histórico de volver a laureles pasados que parecen lógicamente olvidados.

No voy a decir qué va a pasar ni si estos ancianos sedientos de poder lograrán apagar la tecnología y destruirlo todo. Puede ser, o puede ser que no, pero lo cierto es que esta mentalidad pasada de moda, la guerra, el conflicto y la brutalidad, no tendrían que tener cabida en este mundo que, parecía, haber crecido.

Y es que una cosa es que nos peleemos por nuestro equipo de fútbol o por ver quién es más sexy, todo un debate filosófico: otra cosa bien distinta es devolver el horro máximo de la guerra a un mundo en el que nadie la quiere y en el que algunos parecen obstinarse en volver a un pasado atroz.

Esperemos que no pase, lo deseamos, y que las circunstancias nos lleven a un futuro esperanzador de la mano de la IA.

En algunos países (curiosamente, uno de ellos el mismo en el que se quiere volver a implantar el servicio militar obligatorio) ya hay un partido que promulga que las IAs tomen las decisiones políticas importantes.

Estoy con ellos, porque si los seres humanos sólo son capaces de pensar en matarse unos a otros, será mejor que la máquina diga qué es mejor para todos.

Un futuro esperanzador, ¿a que sí?

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