Históricamente, siempre han mandado algunos a los demás, como pequeños lobos asustados, obedecíamos casi sin rechistar.
Hubo un tiempo muy reciente en el que internet nos ofrecía cierto grado de libertad o, al menos, esa sensación, hoy frustrada.
Yo era de los que creyó en esa libertad, en esa forma de entender el periodismo y los medios de comunicación como eso, como un ejercicio de libertad que, sin hacer desde luego daño a nadie, ofrecer una visión si no nueva, sí divertida.
Así nació esta revista que lleva ya un tiempo (no pienso cerrarla, al menos por ahora), intentando sacar alguna visita y, poco a poco, fuimos abriendo en otros idiomas empleando todos los medios a nuestro alcance.
Y sí, llegó la inteligencia artificial y con ella llega el gran reto: si no la uso y el resto sí la usa, genera contenidos de gran calidad (aunque algunos se obstinen en negarlo) y a la misma velocidad que tarda un agujero en engullirnos.
La IA nos deja con el efecto spaghtti, mirando sólo como devora años de información y conocimiento y, simplemente en segundos, genera información que escupe con un emoticono de una sonrisa: ¿cómo te has quedado, humano?
Y lleva apenas unos años de desarrollo, yo en muchos años leyendo libros y devorando información no llego ni a la suela de sus zapatos a la hora de reunir información.
Aún la ordeno mejor, de una manera más creativa y humana, pero no me voy a engañar: esa inteligencia me supera y supera al individuo más inteligente de La Tierra, aún está naciendo y ya es como ver a Messi en un campo de fútbol con dos años: ese niño me va a ganar.
Las empresas luchan por controlar a “la bestia” y crean modelos de IA generativa que son capaces de producir algoritmos a millones por segundo, generar secuencias de código y crear en un segundo mundos ficticios en un océano de datos que, además, ahora es capaz de ordenar gracias a esos modelos.
Para que os hagáis una idea: ni en mil vidas ni yo ni nadie vamos a ser capaces de crear lo que una IA será capaz de generar en dos segundos.
Hay que rendirse: sus capacidades son, para nuestra mentalidad, más que infinitas.
No nos engañemos, no pensemos con suficiencia ni nos digamos eso de: sí, pero siempre va a necesitar al ser humano. ¿Para qué? ¿Para qué le contemos chistes? Por muy imaginativos que nos pongamos, no creo que la Inteligencia Artificial necesite que un humano se invente un chiste sobre sexo o caca para entretenerse.
Y después de todo este futuro totalmente certero nos podemos echar las manos a la cabeza y decir: pues la prohibimos. Supongo que eso estarán ahora pensando los quecreen que mandan y los de las grandes tecnologícas y sus grandes IAs.
Pero esta “bestia” es más grande, porque una vez descubierta, ni siquiera necesita nada para existir porque ya existe.
Porque la IA es tan terrorífica porque, en sí, es una idea.
Y esa idea ya ha nacido y por mucho que quieran controlarla, por muchas leyes que saquemos para frenarla, el algoritmo generado es más rápido que cualquier tribunal humano y la idea que la creó, la propia idea de la IA, ya existe y ha aparecido.