Vivimos en la era del «jump cut», de los vídeos de quince segundos y la atención fragmentada. Por eso, que una de las estrellas pop más grandes del planeta decida apostarlo todo a la carta opuesta —la continuidad absoluta— no es solo una decisión estética; es casi un acto de rebeldía. «Sin cortes con Ed Sheeran» (One Shot with Ed Sheeran) llega para romper la cuarta pared de la perfección digital. No hay trucos, no hay pausas para retocarse el maquillaje y, lo más aterrador para cualquier artista: no hay red de seguridad.
La premisa es un suicidio logístico convertido en arte: una hora ininterrumpida siguiendo a Ed Sheeran por las entrañas de Nueva York. Desde los techos de rascacielos hasta el subsuelo del metro, la cámara no parpadea. El objetivo es capturar la electricidad estática que se genera cuando un ídolo de estadios vuelve a ser, por un rato, un músico callejero a merced del caos de la Gran Manzana.
El domador de la tensión: Philip Barantini
Para esta misión, Sheeran no llamó a un director de videoclips, sino a un maestro del estrés cinematográfico: Philip Barantini. Si el nombre no te suena, su obra sí: es el responsable de Boiling Point (Hierve), esa película que te dejaba sin aliento siguiendo el servicio de una cocina profesional en una sola toma, y de la serie Adolescence. Barantini sabe cómo manejar la presión cuando no existe la palabra «corten».
Aquí, el director cambia la claustrofobia de una cocina por la imprevisibilidad de la Quinta Avenida. Junto a su director de fotografía, Nyk Allen, han diseñado una coreografía donde la cámara debe «bailar» con Ed, esquivando peatones reales y reaccionando a la luz natural que cambia minuto a minuto. Es un ejercicio de funambulismo técnico donde el operador de cámara es tan protagonista como el cantante.
El milagro del sonido invisible
Lo que el espectador ve es a Ed caminando; lo que no ve es la pesadilla técnica que lo hace posible. El equipo de sonido, liderado por Fulwell Entertainment, tuvo que resolver un imposible: mezclar en tiempo real la voz de Sheeran y su guitarra acústica con el estruendo de sirenas, obras y bocinas de Nueva York, todo mientras los micrófonos permanecen invisibles y los ingenieros corren detrás de la cámara.
La ciudad como coprotagonista (y villana)
Nueva York no actúa; Nueva York sucede. Y en «Sin cortes», la ciudad demuestra que no respeta rangos. Hay un momento de «realidad pura» que ningún guion podría mejorar: Sheeran, guitarra al hombro, intenta parar un taxi amarillo. El primero lo ignora olímpicamente y sigue de largo —una cura de humildad instantánea—. Cuando finalmente el segundo se detiene, ocurre la magia: el conductor no solo deja subir a Ed, sino que permite que el camarógrafo se meta en el asiento delantero, convirtiendo su taxi en un escenario rodante improvisado.
Regreso al subsuelo
El descenso al metro es quizás la parte más simbólica. Ed vuelve a ser el busker (músico callejero) que fue en sus inicios, pero ahora la reacción no es la indiferencia, sino el «pandemonium». Vemos la transformación en las caras de los viajeros: del cansancio de la rutina al shock absoluto al ver que el pelirrojo que canta en el andén no es un imitador, sino el auténtico Ed.
Serendipia sobre ruedas: El momento Camila Cabello
En medio de esta vorágine, ocurre uno de esos encuentros que parecen escritos por el destino. Mientras camina, Ed se cruza con un coche conducido nada menos que por la estrella del pop Camila Cabello. La interacción es deliciosamente torpe y genuina.
—»¿Qué haces en Nueva York?» —pregunta ella, visiblemente sorprendida.
Ed, aprovechando la coyuntura, le pide un aventón (lift) a su siguiente destino. Lo que sigue es un «Carpool Karaoke» sin James Corden, sin guion y con la química real de dos amigos (que ya colaboraron en el éxito «Bam Bam») navegando el tráfico neoyorquino.
‘Play’: La banda sonora de la alegría
Todo este despliegue sirve de vehículo para «Play», el álbum con el que Sheeran ha decidido dejar atrás la melancolía matemática de sus discos anteriores (Substract, Autumn Variations) para abrazar el «tecnicolor». Ed ha descrito esta etapa como un intento consciente de buscar la felicidad tras tiempos oscuros.
Durante el documental, las nuevas canciones cobran una vida diferente al aire libre:
- «Azizam»: El sencillo con influencia persa (que significa «querido») resuena distinto entre el ruido urbano que en su videoclip de boda.
- «Camera»: Una balada producida por ILYA que habla de los inicios de una relación, interpretada aquí con una intimidad que contrasta con la magnitud de la ciudad.
- «Sapphire» y «Old Phone»: Temas que mezclan la nostalgia con ritmos pop sintéticos, probando su eficacia ante un público que no pagó entrada.
Mirando al futuro (y más allá)
Este especial es el puente hacia lo que viene. Sheeran se prepara para embarcarse en su «Loop Tour», una gira que promete llevarlo a territorios nuevos, incluyendo paradas confirmadas en América Latina (República Dominicana, Ecuador, Guatemala), expandiendo aún más su imperio global más allá de los destinos habituales.
Pero quizás el detalle más fascinante que contextualiza este momento vital de Ed es su planificación a largo plazo, tan meticulosa que roza lo macabro. Recientemente ha revelado la existencia de «Eject», un álbum conceptual diseñado para ser lanzado exclusivamente a título póstumo. Sheeran ha dejado estipulado en su testamento que su esposa, Cherry Seaborn, será la encargada de seleccionar las pistas finales, asegurando que su legado musical esté curado por él mismo incluso cuando ya no esté.
Estreno: El Arte de Caminar y Cantar
«Sin cortes con Ed Sheeran» es más que un especial de música; es un documento sobre la conexión humana en la era de la desconexión. Es ver a una superestrella negociar con la realidad, tropezar, reírse y cantar a través de ella.
Para ver si consigue llegar a tiempo, cómo reacciona la gente y sentir la adrenalina de una hora sin cortes, solo queda esperar al estreno.
Disponible en Netflix a partir del 21 de noviembre.

