El panorama global del streaming recibe una nueva y significativa propuesta con el estreno de Las maldiciones, una miniserie de producción argentina. Estructurada como un thriller político con profundas bases psicológicas, la narrativa se pone en marcha con una crisis de alto impacto: la hija de un gobernador de provincia es secuestrada en un momento decisivo de su carrera. Este acto de violencia se vuelve más complejo por el momento en que ocurre —coincidiendo con una votación legislativa crucial sobre la explotación de reservas de litio— y por la identidad del autor: el hombre de mayor confianza del gobernador. La serie establece de inmediato un marco donde la traición personal y la intriga política son inseparables, utilizando una catástrofe familiar íntima como lente para examinar las influencias corruptoras del poder en un sentido más amplio. La elección del litio como eje político es marcadamente contemporánea; este recurso, esencial para la transición global hacia la energía verde, ancla el drama en realidades geopolíticas y económicas tangibles, elevando el conflicto central más allá de un simple recurso argumental para convertirlo en un comentario sobre el control de los recursos y la soberanía nacional. Creada por el estimado cineasta argentino Daniel Burman, la serie se posiciona como una tensa exploración de la ambición, la lealtad y los secretos que atan y, en última instancia, destruyen a las familias poderosas.
Arquitectura narrativa y ejes temáticos
Construida como una miniserie compacta de tres episodios, Las maldiciones emplea una economía narrativa que prioriza la densidad temática y la profundidad psicológica sobre una trama expansiva. Este formato condensado exige una historia concentrada y de alta tensión donde cada acontecimiento es crítico para el misterio central. El núcleo de este misterio no es el secuestro en sí, sino los motivos que lo impulsan, los cuales se revelan arraigados en una conspiración oculta durante trece años. Este marco temporal es fundamental para las ambiciones temáticas de la serie, sugiriendo que la crisis actual es un ajuste de cuentas inevitable por transgresiones pasadas. La narrativa funciona como un thriller de combustión lenta, desvelando meticulosamente capas de historia para exponer los orígenes de las «maldiciones» del título. No se trata de aflicciones sobrenaturales, sino de las cargas heredadas de los secretos familiares y los legados tóxicos transmitidos entre generaciones, lo que la serie denomina «las maldiciones de la filiación». El gobernador, interpretado por Leonardo Sbaraglia, se encuentra así en un crisol, forzado a navegar un conflicto donde su futuro político se enfrenta a la vida de su hija. Su dilema trasciende la simple elección entre el deber público y el afecto privado; se convierte en una confrontación con una historia que él mismo ayudó a crear, donde las líneas entre aliado y enemigo se han disuelto. La serie disecciona la naturaleza misma del poder, cuestionando sus límites y exponiendo los compromisos morales necesarios para alcanzarlo y mantenerlo, todo dentro de una narrativa intrincada que vincula cada acción a un pasado latente y ahora violentamente despertado.

Origen literario y el arte de la adaptación
La serie extrae su peso narrativo y temático de una obra significativa de la literatura argentina contemporánea, al ser una adaptación de la novela de 2017 Las maldiciones de Claudia Piñeiro. Piñeiro es una de las autoras argentinas más celebradas y traducidas internacionalmente, una escritora cuya obra fusiona constantemente las convenciones de la ficción de género —particularmente el policial y el noir— con una incisiva crítica social y política. Su participación dota a la serie de una sólida base de prestigio literario y rigor intelectual. Las novelas de Piñeiro diseccionan con frecuencia las hipocresías y las fallas morales de las clases altas y políticas argentinas, explorando temas de corrupción, injusticia sistémica y preocupaciones feministas a través del marco accesible de un thriller. Su exitosa colaboración previa con Netflix en la serie El Reino, que examinaba la intersección de la religión evangélica y la ambición política, sentó un precedente para adaptar sus complejas y socialmente relevantes narrativas a una audiencia global.
Una decisión clave en la adaptación de Las maldiciones es un cambio en la perspectiva narrativa. La novela original se centra en el personaje de Román Sabaté, un joven asesor político que sirve como punto de entrada al mundo de su carismático y éticamente comprometido jefe, Fernando Rovira. Esto proporciona una visión externa de los mecanismos corruptores del poder. La serie, en cambio, sitúa al propio gobernador en el centro de la historia, enfocando el drama en el conflicto interno del hombre que ostenta el poder. Esta alteración estructural aprovecha la considerable presencia en pantalla del actor principal, Leonardo Sbaraglia, e intensifica los temas centrales de la narrativa al obligar a la audiencia a habitar la crisis moral de quien toma las decisiones, haciendo que la exploración de la elección, la consecuencia y la traición sea una experiencia más directa y visceral.
Visión de autor e hibridación de géneros
La dirección creativa de Las maldiciones está a cargo de Daniel Burman, una figura central en el movimiento cinematográfico conocido como el «Nuevo Cine Argentino» que surgió a finales de la década de 1990. La filmografía de Burman, que incluye obras aclamadas internacionalmente como El abrazo partido y Derecho de familia, se distingue por su enfoque en estudios de personajes íntimos, a menudo explorando temas de identidad y familia dentro de la comunidad judía de Buenos Aires. Su participación indica un compromiso con el retrato psicológico matizado. Comparte las tareas de dirección con Martín Hodara, un cineasta con credenciales consolidadas en el género del thriller. Hodara dirigió previamente a Leonardo Sbaraglia en el tenso drama Nieve negra, estableciendo una complicidad creativa con el protagonista de la serie. Esta dupla de directores representa una síntesis de sensibilidades artísticas: la capacidad de Burman para el drama íntimo y centrado en los personajes se fusiona con la experiencia de Hodara en la construcción del suspense y la navegación de la mecánica del género thriller.
Esta síntesis se refleja además en la ambiciosa hibridación de géneros de la serie. La producción mezcla explícitamente el thriller político con el lenguaje estético y temático del western. Esta elección se ancla en el escenario de la serie, con el rodaje desarrollándose en los paisajes áridos y expansivos del norte de Argentina. La cinematografía utiliza esta geografía para evocar la iconografía del western clásico: una frontera vasta y moralmente ambigua donde la ley es frágil y la supervivencia depende del cálculo despiadado. Al trasponer una historia contemporánea de corrupción política y conflicto por recursos a este paisaje mítico, la serie construye una poderosa alegoría moderna. La lucha por la minería de litio se convierte en una apropiación de tierras de hoy en día, y la arena política se reimagina como un territorio sin ley donde los mitos fundacionales se forjan a través de la violencia y la traición.
Factura cinematográfica y esquema de producción
Las altas ambiciones artísticas de la serie son evidentes en la conformación de un equipo técnico de primer nivel. La dirección de fotografía está a cargo del condecorado dúo de Rodrigo Pulpeiro y Javier Juliá. Los extensos créditos de Pulpeiro incluyen películas aclamadas como La odisea de los giles. La participación de Juliá es particularmente notable, ya que fue el director de fotografía en dos de las películas argentinas de mayor éxito internacional de la última década: la antología nominada al Oscar Relatos salvajes y el drama histórico Argentina, 1985. Su participación conecta a Las maldiciones con un linaje de producciones argentinas reconocidas por su factura visual de clase mundial y su sofisticación narrativa, prometiendo un lenguaje cinematográfico pulido y dramáticamente potente.
La banda sonora, compuesta por Hernán Segret y Nico Cota, proporciona la textura auditiva para el drama psicológico que se desarrolla. El montaje, a cargo de Eliane D. Katz y Andrea Kleinman, es crucial para mantener la tensión que requiere la estructura de tres partes. La dirección de arte de Mariela Rípodas es responsable de crear el mundo visual que respalda la mezcla de géneros de la serie, entre el thriller político moderno y el western clásico. La producción en sí es una colaboración entre la compañía de Daniel Burman, Oficina Burman, y Cimarrón Cine, ambas operando bajo el paraguas del importante conglomerado de medios español The Mediapro Studio. Esta estructura ejemplifica un modelo predominante en la televisión global contemporánea, donde una historia claramente local, concebida por un autor argentino y adaptada de una importante novelista nacional, se realiza con el respaldo financiero y la infraestructura de producción de una gran entidad internacional, asegurando su calidad estética y su alcance para un mercado global.
Elenco y dinámica de personajes
En el corazón del drama político y familiar se encuentra un formidable elenco de actores argentinos. La serie está liderada por Leonardo Sbaraglia como el asediado gobernador Fernando Rovira. Sbaraglia es un actor de talla internacional, con una carrera que abarca tanto el cine argentino como importantes producciones en España y Hollywood, incluyendo papeles en Relatos salvajes y Dolor y gloria de Pedro Almodóvar. Su presencia proporciona a la serie un centro carismático y complejo. Lo acompaña un reparto de consumados intérpretes, entre ellos Gustavo Bassani, quien interpreta al asesor de confianza convertido en secuestrador, y Mónica Antonópulos. Alejandra Flechner, una veterana de la escena y la pantalla argentina, también tiene un papel clave. El papel fundamental de la hija secuestrada, Zoe, es interpretado por Francesca Varela. El elenco más amplio está poblado por una lista de respetados actores de carácter, como Osmar Núñez, César Bordón, Nazareno Casero y María Ucedo. La decisión de reunir un talento de tal calibre subraya el enfoque de la serie en un drama impulsado por la actuación. No es simplemente un vehículo para una estrella, sino una verdadera pieza coral, donde la intrincada red de conspiración política e historia personal cobra vida a través de las complejas interacciones de sus muchos personajes bien dibujados.
Las maldiciones se presenta como una obra meticulosamente elaborada, que sintetiza la complejidad narrativa de una adaptación literaria con el suspense tenso de un thriller político y el poder alegórico de un western moderno. Se erige como un proyecto ambicioso dentro del panorama audiovisual argentino, aprovechando el formidable talento creativo del país —desde sus figuras literarias y directores de autor hasta sus directores de fotografía de clase mundial y actores veteranos— para producir un drama denso y psicológicamente rico para una plataforma global. La miniserie de tres episodios Las maldiciones está disponible para su visionado global en Netflix a partir del 12 de septiembre de 2025.

