Netflix presenta Las muertas: la prestigiosa serie que adapta la historia de crimen real más notoria de México

Las muertas
Martha O'Hara
Martha O'Hara
Redactora en MCM: arte, espectáculos, naturaleza y cine.

El estreno de Las muertas marca un acontecimiento significativo en la televisión contemporánea, al representar la confluencia de una obra canónica de la literatura latinoamericana, la visión cinematográfica de uno de los cineastas más prominentes de México y un notorio capítulo de la historia criminal del país. Esta miniserie de seis episodios es el primer proyecto televisivo del director Luis Estrada, un cineasta cuya carrera se ha definido por aclamados largometrajes que emplean una afilada sátira para diseccionar la vida política y social mexicana. La producción es una adaptación de la novela homónima de 1977 de Jorge Ibargüengoitia, una figura destacada de las letras mexicanas del siglo XX. La narrativa en sí es una exploración ficcionalizada del caso real de las hermanas González Valenzuela, quienes se hicieron infames en la década de 1960 como las asesinas en serie conocidas como “Las Poquianchis”. La combinación deliberada de estos tres pilares —un autor venerado, una prestigiosa fuente literaria y una impactante historia real— posiciona a la serie no como un drama criminal convencional, sino como una pieza de televisión de prestigio diseñada para un profundo análisis cultural. Esto denota la intención de aprovechar reputaciones artísticas e históricas consolidadas para establecer las credenciales intelectuales de la serie ante una audiencia global exigente.

Orígenes literarios y trauma histórico

El fundamento de la serie es doble, ya que se apoya tanto en la célebre novela de Jorge Ibargüengoitia como en la sombría realidad histórica que la inspiró. La novela Las muertas, de 1977, es considerada una piedra angular de la literatura mexicana moderna, una obra que tomó los sórdidos hechos de una historia de crimen real y los transmutó en un profundo comentario social. El libro es un relato ficcionalizado de las hermanas González Valenzuela —renombradas como las hermanas Baladro en la novela y en la serie—, quienes operaban una red de burdeles en el estado de Guanajuato durante la década de 1960 y finalmente fueron condenadas por numerosos delitos, incluidos los asesinatos de sus empleadas y los hijos recién nacidos de estas. El genio literario de Ibargüengoitia residió en su enfoque del material. En lugar de una dramatización directa, su novela se caracteriza por una mezcla distintiva de humor negro, sátira mordaz y una crítica implacable al tejido social del México posrevolucionario, exponiendo la ineptitud institucional y la corrupción sistémica que permitieron que ocurrieran tales atrocidades. La estructura narrativa de la novela es poco convencional, evitando una trama lineal en favor de una reconstrucción fragmentada y multiperspectiva de los hechos que se asemeja a un informe periodístico o a una colección de testimonios judiciales dispares. Esta elección estilística es fundamental para su poder temático, creando una distancia objetiva, casi clínica, que paradójicamente amplifica el horror y lo absurdo de los acontecimientos. La serie adopta este tono satírico y cuasiperiodístico, una decisión que funciona como algo más que un mero homenaje estilístico. Sirve como un sofisticado mecanismo narrativo para confrontar un trauma nacional demasiado grotesco para una representación realista y directa. El uso de la sátira proporciona una distancia crítica, permitiendo que la historia vaya más allá de los detalles sensacionalistas de los crímenes para realizar un examen más incisivo de las condiciones culturales y políticas —la misoginia generalizada, la duplicidad moral y la decadencia institucional— que crearon el entorno en el que tal maldad pudo florecer.

La visión del autor y la arquitectura narrativa

La fuerza creativa detrás de Las muertas es inequívocamente Luis Estrada, quien funge como creador, showrunner, coguionista y director de los seis episodios, lo que le otorga un grado de control de autor integral, algo poco común en la producción televisiva. Su conexión con el material no es reciente; Estrada ha descrito su deseo de adaptar la novela de Ibargüengoitia como una «obsesión» de 30 años, que comenzó cuando leyó el libro por primera vez a los 15 años. Durante décadas, el proyecto fue concebido como un largometraje, pero su realización dependió finalmente de un cambio en el panorama mediático. Estrada descubrió que la estructura episódica y de formato largo de una miniserie, ofrecida por una plataforma de streaming global, era el «formato ideal» para el amplio lienzo de personajes, lugares y líneas temporales entrelazadas de la novela, una complejidad narrativa que nunca podría ser contenida adecuadamente en la duración de una película convencional. Esto convierte a la serie en un excelente ejemplo de cómo el modelo de streaming está alterando fundamentalmente las posibilidades de la adaptación literaria, proporcionando la libertad creativa y financiera para trasladar novelas complejas con una fidelidad antes inalcanzable. El guion, coescrito con su colaborador frecuente Jaime Sampietro y con aportaciones de Rodrigo Santos, fue desarrollado con una profunda reverencia por la estructura única del material original. El enfoque de dirección de Estrada fue rodar toda la serie como una única producción cohesionada, similar a una película extendida, con cada episodio meticulosamente elaborado como si fuera un cortometraje, llegando a sugerir que cada entrega funciona como una «película independiente con su propio género». Una decisión creativa clave fue preservar la narrativa cuasiperiodística y polifónica de la novela, entrelazando testimonios y declaraciones oficiales como un dispositivo cinematográfico fundamental para reconstruir la historia. Sin embargo, la adaptación no está exenta de una intervención autoral significativa. El sexto y último episodio presenta un guion completamente nuevo escrito por Estrada y Sampietro, una elección deliberada para abordar lo que percibieron como el final «abrupto» de la novela y proporcionar una resolución más concluyente tanto cinematográfica como temáticamente.

Un elenco de prestigio mexicano

La serie cuenta con un reparto de actores que representa un alto calibre de talento tanto en el cine mexicano como en el internacional. La narrativa está anclada por las actuaciones de Arcelia Ramírez como la hermana mayor, Arcángela Baladro, y Paulina Gaitán como la hermana menor, Serafina Baladro. Ambas actrices aportan un peso dramático considerable a sus papeles. Están respaldadas por un destacado elenco de intérpretes consolidados, incluyendo a Joaquín Cosío como el Capitán Bedoya, el oficial que investiga el caso, y a Alfonso Herrera como Simón Corona, una figura clave en la empresa de las hermanas. El reparto secundario está poblado por actores respetados como Mauricio Isaac, Leticia Huijara, Enrique Arreola y Fernando Bonilla, creando un rico tapiz de personajes. La estrategia de casting reúne a intérpretes con un significativo reconocimiento global por su trabajo en producciones internacionales de alto perfil como Narcos, Ozark y Sense8, junto a actores celebrados por sus contribuciones a aclamadas películas mexicanas, incluyendo la propia La ley de Herodes de Estrada. Esta congregación de talento subraya la ambición de la producción y su posicionamiento como una obra dramática de primer nivel.

El oficio de un mundo construido a mano

La producción de Las muertas fue una empresa inmensa y meticulosa, que se distinguió por su escala y un profundo compromiso con la artesanía práctica y tangible. El rodaje se extendió por 21 semanas e involucró a un elenco principal de 150 actores apoyados por más de 5,000 extras, lo que refleja la ambición de crear un mundo poblado y auténtico. El aspecto más notable de la producción es su dedicación a la construcción física del mundo. Se construyeron un total de 220 sets distintos para recrear los diversos entornos del México de la década de 1960, evitando deliberadamente las mejoras digitales y los efectos visuales. Estrada ha señalado que cada fotograma de la serie fue «hecho a mano», una filosofía que se extiende desde el diseño de producción hasta el vestuario y la utilería. Este compromiso con los efectos prácticos y los sets físicos no es meramente una elección estética, sino temática. Al construir físicamente el mundo de las hermanas Baladro, la producción ancla su narrativa de corrupción y violencia en una realidad táctil e innegable. Esta autenticidad material refuerza el estilo cuasi-documental de la serie, subrayando la afirmación de que estos horribles eventos ocurrieron en un tiempo y lugar reales, no en una reconstrucción digital estilizada. El extenso rodaje en locaciones reales potenció aún más esta autenticidad, con filmaciones en los estados mexicanos de San Luis Potosí, Guanajuato y Veracruz, así como en foros de los históricos Estudios Churubusco de la Ciudad de México. El equipo creativo clave responsable de este lenguaje visual incluye al Director de Fotografía Alberto Anaya Adalid «Mándaro», al Diseñador de Producción Salvador Parra y a la Editora Mariana Rodríguez. La serie es producida por Estrada y Sandra Solares a través de sus compañías productoras Mezcala Films, Bandidos Films y Jaibol Films.

Una disección de la malicia sistémica

Si bien el motor narrativo de Las muertas es una historia de crimen real, sus preocupaciones temáticas son las de una compleja crítica social. La trama central sigue a las hermanas Arcángela y Serafina Baladro mientras construyen metódicamente un lucrativo y brutal imperio de burdeles, una empresa criminal que finalmente se desmorona y las expone como dos de las asesinas en serie más notorias de México. Sin embargo, la serie argumenta que sus acciones no fueron una anomalía aislada, sino un síntoma de una enfermedad social más amplia. La narrativa es una profunda exploración del fallo sistémico, examinando cómo el poder sin control, la corrupción institucional, la misoginia generalizada y una profunda duplicidad moral crearon las condiciones que permitieron a las hermanas operar su red de explotación y asesinato con impunidad durante años. Un tema central, heredado directamente de la novela de Ibargüengoitia, es el concepto de la «malicia», un estudio sobre la banalidad del mal que explora cómo personas comunes, incluidas las víctimas del sistema, pueden convertirse en perpetradores cuando se les da la oportunidad. De esta manera, la empresa criminal de las hermanas Baladro funciona como un poderoso microcosmos de un estado corrupto. Las dinámicas de poder, los compromisos morales, la explotación y la violencia sistémica que definen el mundo interno de los burdeles sirven como una metáfora directa de los males sociales más grandes que Estrada ha criticado a lo largo de su filmografía. La serie utiliza este entorno contenido y brutal para escenificar una alegoría más amplia sobre la decadencia moral nacional, donde el reinado de terror de las hermanas es un reflejo de la propia bancarrota moral del estado. La serie continúa así el proyecto de toda la carrera de Estrada de utilizar la sátira y el humor negro para diseccionar las estructuras políticas y sociales mexicanas, ofreciendo una perspectiva singularmente mexicana sobre temas universales de género, poder y violencia.

Reconstruyendo una leyenda para una audiencia global

Las muertas se presenta como una obra compleja y polifacética que funciona simultáneamente como una fiel adaptación literaria, una escalofriante reconstrucción histórica y una potente declaración de autor. Representa una adición significativa al creciente catálogo de ambiciosos dramas internacionales, distinguida por su pedigrí literario, su temática implacable y la visión singular de su director. Al sintetizar la crudeza narrativa del género de crimen real con un enfoque sofisticado, satírico y profundamente crítico, la serie aspira a ser tanto un thriller narrativamente agudo como un resonante comentario social. Al llevar una de las leyendas más oscuras de México a una plataforma global a través de la lente de uno de sus cineastas más críticos e intransigentes, la serie se involucra en un complejo acto de traducción cultural, examen histórico y síntesis artística.

La miniserie de seis episodios Las muertas se estrenó a nivel mundial en la plataforma de streaming Netflix el 10 de septiembre de 2025.

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