El relativismo en época de internet

En la era de internet, el concepto de relativismo adquiere nuevas dimensiones. Simplificando al máximo, el relativismo es esa corriente filosófica que sostiene que la verdad es subjetiva, variando de individuo a individuo. Esto marca un contraste palpable con el objetivismo, que defiende la existencia de una única verdad universal.

En la antigüedad, pensadores como Aristóteles y Platón debatían acaloradamente sobre la naturaleza de «la verdad». Hoy en día, ese debate se ha transformado, transitando espacios digitales y enfrentando a ordenadores e inteligencias artificiales (IA) en una búsqueda sin fin por discernir la verdad en un universo lleno de complejidades cuánticas, realidades paralelas y avances tecnológicos asombrosos.

No nos equivoquemos. La IA ha llegado para quedarse, procesando datos a una velocidad antes inimaginable, todo gracias al poder del Big Data. Las empresas recopilan vastas cantidades de información sobre nuestros comportamientos, lanzando estudios de marketing profundamente elaborados que, procesados por la IA, buscan moldear nuestras preferencias. Esto, en teoría, para ofrecernos anuncios más pertinentes y facilitar nuestra vida diaria. Este fenómeno es un claro exponente de un nuevo tipo de relativismo, medido y definido por algoritmos sofisticados que dejarían asombrados a los filósofos de la antigua Grecia.

El núcleo de esta revolución digital, el Big Data y la IA corporativa, tiene un solo fin último: incrementar las ganancias. En este contexto, se plantea una competencia entre el ser humano, con sus imperfecciones y dilemas, y las máquinas, capaces de realizar millones de operaciones por segundo buscando estrategias para maximizar beneficios.

Ante semejante desafío, el resultado parece inevitable. El ser humano queda rezagado casi instantáneamente frente a la capacidad de la máquina para hallar soluciones óptimas y rentables.

Entonces surge la pregunta crítica: ¿a quién confiaríamos las decisiones importantes, al ser humano inherentemente falible o a la máquina, eficiente y desprovista de emociones? Desde una perspectiva empresarial, la elección parece obvia, y bajo circunstancias de poder similar, muchos optaríamos por la ruta de la eficiencia y el beneficio.

El ímpetu por activar “ese botón”, iniciando definitivamente la era de la IA, no tiene vuelta atrás. Si no lo hacíamos nosotros, alguien más lo haría. Estamos pues, inmersos en una carrera donde la participación humana parece casi una concesión, para evitar poner en demasiada evidencia nuestras limitaciones.

Este análisis, filtrado por los algoritmos de la red, quizás no genere ningún lucro directo, pero subraya una realidad ineludible: en la continua marcha de progreso y tecnología, las decisiones sobre nuestro futuro colectivo parecen estar cada vez más en manos de entidades no humanas. La pregunta es, entonces, ¿hasta dónde estamos dispuestos a permitir que la máquina dicte el curso de nuestra realidad? Y, lo más importante, ¿cómo aseguramos que este avance sirva al bien común y no solo a intereses corporativos específicos? La discusión está abierta, y el negocio, como siempre, continúa avanzando.

Veronica Loop
Veronica Loophttps://medium.com/@veronicaloop
Veronica Loop es la directora jefe de MCM. Apasionada por el arte, la cultura y el entretenimiento.
Contacto: veronica (@) martincid (.) com
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