La noche siempre llega en Netflix: Un desolador y tenso thriller para la era de la gentrificación

La noche siempre llega - Netflix
Veronica Loop
Veronica Loop
Veronica Loop es la directora jefe de MCM. Apasionada por el arte, la cultura y el entretenimiento.

En su adaptación cinematográfica de la mordaz novela de Willy Vlautin de 2021, el director Benjamin Caron concibe La noche siempre llega como una obra de profunda urgencia social y psicológica. La película se desarrolla como una odisea trepidante de 108 minutos que fusiona la mecánica implacable de un thriller con los crudos principios del realismo social. Es una crítica incisiva a una sociedad obsesionada con la riqueza y una inspección desgarradora de las brutales consecuencias de la gentrificación. Ambientada en el transcurso de una única y peligrosa noche en Portland, Oregón, Caron ha creado un thriller con alma para una era de desarrollo urbano desalmado, una historia que encuentra su tensión no en el suspense artificial, sino en la demasiado real desesperación de la supervivencia económica.

En el centro de este descenso nocturno se encuentra Lynette, una mujer cuya precariedad es interpretada con un compromiso feroz por Vanessa Kirby, quien también ejerce como productora. Kirby encarna a una figura llevada al límite absoluto, una mujer agobiada por un mal historial crediticio y compaginando múltiples trabajos —algunos de ellos ilícitos— en una obstinada búsqueda de estabilidad. Su único objetivo es comprar la ruinosa casa de alquiler que comparte con su amargada madre, Doreen (Jennifer Jason Leigh), y su hermano mayor con una discapacidad del desarrollo, Kenny. En un mercado inmobiliario donde los precios se han cuadruplicado, la oferta del propietario de venderles la propiedad con descuento representa una última y fugaz oportunidad de alcanzar la seguridad que su familia nunca ha conocido. El detonante de la película es un acto de traición casual y devastador: apenas una semana antes de firmar los papeles del préstamo, su madre se retracta de su promesa de ayudar, destrozando el plan meticulosamente construido por Lynette. Este acto cataliza una búsqueda frenética para recaudar 25.000 dólares antes del amanecer, una misión que la obliga a regresar a los bajos fondos criminales de la ciudad para enfrentarse a un desfile de hombres codiciosos y estafadores ambiciosos. El proyecto marca un reencuentro significativo para Caron y Kirby, quienes colaboraron previamente en The Crown, cambiando aquí la jaula de oro de la realeza británica por los márgenes precarios de la clase trabajadora estadounidense.

Portland como un campo de batalla del cine negro moderno

El peso temático de la película se ancla en su magistral transposición de las convenciones del cine negro clásico al paisaje hipermoderno de Portland. El arquetipo del detective privado es suplantado por una mujer de clase trabajadora cuya investigación no se centra en un crimen, sino en la posibilidad de su propia supervivencia dentro de un sistema de exclusión económica. En esta iteración contemporánea del cine negro, la propia ciudad se convierte en el principal antagonista. Portland no es un mero telón de fondo, sino una fuerza activa y hostil, una manifestación física de las presiones sistémicas que aplastan a su protagonista. La narrativa es muy consciente de las dinámicas socioeconómicas en juego, dando vida cinematográfica al sentimiento de la novela de Vlautin de que los relucientes edificios nuevos de la ciudad solo sirven como un recordatorio constante y abrumador de la propia insignificancia. Esta visión se materializa a través de una potente colaboración entre Caron y el director de fotografía Damián García, una asociación forjada en la visualmente sofisticada serie Andor. La experiencia de García en proyectos crudos como Narcos: México le proporciona el lenguaje visual preciso para capturar una ciudad de marcados contrastes: las fachadas impersonales de las nuevas construcciones frente a la intimidad desgastada del hogar por el que Lynette lucha. Caron y García aplican eficazmente el formato de alto valor de producción y centrado en los personajes de la televisión de prestigio a una historia de fracaso sistémico, elevando una crítica del capitalismo contemporáneo con la misma gravedad narrativa que una rebelión galáctica.

La energía salvaje de una heroína imperfecta

La tormenta narrativa se canaliza a través de la electrizante interpretación central de Vanessa Kirby, un retrato de la desesperación que se siente a la vez salvaje y meticulosamente controlado. Este es un personaje forjado en el crisol del fracaso sistémico, una antiheroína imperfecta cuyas acciones cuestionables nacen de un estado de excepción. Kirby ha hablado del profundo significado que encontró en interpretar a alguien al límite, una posición que impregna cada acción posterior de una peligrosa imprevisibilidad. El resultado es una actuación que opera sin red de seguridad, oscilando entre una profunda fragilidad y una ferocidad sorprendente. Este crudo retrato se ve amplificado por una serie de decisiones técnicas deliberadas, la más significativa de las cuales es la decisión de Caron de rodar toda la película desde el punto de vista subjetivo de Lynette. No se trata de un mero alarde estilístico, sino de una estrategia narrativa fundamental que colapsa la distancia entre el espectador y el personaje, forzando una alineación con sus decisiones, a menudo moralmente ambiguas. La elección de rodar en secuencia —un método logísticamente complejo— sirve además a la interpretación, permitiendo una construcción auténtica, momento a momento, del desmoronamiento psicológico de Lynette. La producción parece diseñada para capturar esta energía indómita, demostrando cómo la inversión creativa de una estrella como productora puede moldear directamente la gramática técnica y emocional de una película.

La arquitectura técnica de una noche frenética

La arquitectura de la atmósfera opresiva de la película está meticulosamente diseñada a través de su guion y su paisaje sonoro. El guion, escrito por Sarah Conradt, cuya experiencia incluye thrillers como Vidas perfectas, traduce con éxito la energía frenética de la novela en una estructura cinematográfica ajustada. Al comprimir la línea de tiempo en 108 minutos implacables, el guion mantiene una sensación de impulso constante. Dentro de este marco, las largas y emocionalmente tensas conversaciones funcionan como herramientas de excavación psicológica, desenterrando años de complejas historias y traumas compartidos. El universo sonoro de la película, creado por el compositor Adam Janota Bzowski, representa una elección artística igualmente definitoria. Conocido por su trabajo nominado al BAFTA en la película de terror psicológico Saint Maud, Bzowski es un autodenominado «collagista de sonido» cuyo trabajo difumina la línea entre la música y el diseño sonoro. Su uso de sintetizadores quejumbrosos, percusión destrozada y métodos de grabación no convencionales crea una experiencia auditiva profundamente inquietante. Esta decisión curatorial sugiere que los cineastas ven la precariedad económica como una forma de terror en sí misma; la banda sonora se convierte en la manifestación auditiva de la ansiedad de Lynette, el sonido de las paredes cerrándose.

Un elenco de mundos volátiles y vividos

Si bien la actuación de Kirby es el innegable centro de gravedad de la película, la autenticidad de la narrativa se ve fortalecida por un elenco de reparto que puebla la odisea de Lynette con una serie de mundos volátiles y vividos. El enfoque declarado de Caron fue asegurar que cada personaje, desde Stephan James y Julia Fox hasta Randall Park y Eli Roth, se sintiera como el protagonista de su propia historia. Dos actuaciones proporcionan un contrapeso crucial. Zack Gottsagen ofrece una interpretación cálida y conmovedora como Kenny, el hermano de Lynette y el núcleo emocional de la película, encarnando el futuro que ella lucha por proteger. El otro papel fundamental pertenece a Jennifer Jason Leigh como Doreen, la madre cuya traición enciende la trama. La dinámica interpretación de Leigh dista mucho de ser la de una simple villana; sus acciones se presentan como el producto de su propia historia de amargura. La elección del reparto es un acto de profunda resonancia intertextual. La célebre filmografía de Leigh está poblada de retratos icónicos de mujeres vulnerables y dañadas en películas como Última salida, Brooklyn y Georgia. Su presencia importa esta historia cinematográfica, sugiriendo que Doreen es una antigua Lynette, una mujer cuya propia lucha se ha agriado hasta convertirse en resentimiento. Esta desgarradora dinámica se convierte en un estudio sobre el trauma generacional, profundizando la narrativa al contar la historia de las décadas que ocurrieron antes de que comenzara la película.

El precio del sueño americano

En su balance final, La noche siempre llega trasciende su mecánica de género para ofrecer una crítica social potente y profundamente resonante. Es, como ha señalado Kirby, un reflejo de una época en la que muchos se ven empujados al límite. La película da rostro a la difícil situación de quienes están en los márgenes, utilizando su narrativa trepidante para plantear preguntas difíciles: ¿Cuál es el verdadero precio de la gentrificación? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para alcanzar el sueño americano? ¿Y es ese sueño siquiera alcanzable para quienes viven en los márgenes de la sociedad, o se ha convertido en una promesa vacía? Es un retrato desgarrador y esencial de la lucha de una mujer por un lugar al que llamar hogar en un mundo que parece decidido a dejarla a la intemperie.

La película es distribuida por Netflix y se estrenó el 15 de agosto de 2025.

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