Netflix se atreve con uno de los episodios más sombríos de la historia reciente de España: la banda terrorista ETA. Eso sí, viene producida nada menos que por Juan Antonio Bayona y está dirigida por Agustín Díaz Yanes.
El nuevo thriller político español, Un fantasma en la batalla, se adentra con pulso firme en uno de los capítulos más complejos y dolorosos de la historia reciente de España. La película narra la historia de Amaia, una joven guardia civil interpretada por Susana Abaitua, que asume una misión de infiltración de más de una década en la organización terrorista ETA. Su objetivo es de alto riesgo y de vital importancia estratégica: localizar los depósitos de armas clandestinos, conocidos como «zulos», que la banda mantenía ocultos en el sur de Francia, una pieza clave en su aparato logístico y operativo.
La narrativa está firmemente cimentada en el contexto histórico, político y social de las décadas de 1990 y 2000, un período de máxima actividad de la banda y de profunda herida social. La historia se inspira en las vidas y experiencias reales de varios miembros de la Guardia Civil que participaron directamente en la lucha antiterrorista, lo que dota al relato de una base de autenticidad y crudeza. El filme no elude la dureza de la época, abordando el cambio estratégico de ETA cuando, sintiendo que los atentados contra las fuerzas de seguridad no desestabilizaban al Estado, comenzó a atentar sistemáticamente contra políticos, jueces y periodistas con el objetivo de llevar el terror al «corazón del Estado». En este entorno de peligro constante, Amaia debe sostener su fachada hasta límites extremos, enfrentando innumerables peligros que ponen a prueba su resistencia física y psicológica.
La película fusiona la tensión de un thriller de espionaje con un enfoque casi documental, repasando eventos y asesinatos reales que marcaron aquellos años. Esta elección narrativa no es casual, sino una decisión deliberada para trascender el conflicto local y dotarlo de una dimensión universal. El productor J.A. Bayona señala que el director Agustín Díaz Yanes consigue «elevar un conflicto local a una historia universal que puede interpelar tanto al que vivió los hechos como al espectador de cualquier lugar del mundo». Al anclar la ficción en una realidad histórica palpable, la película utiliza la autenticidad del contexto español para explorar temas universales como el sacrificio personal, la pérdida de identidad y la lucha contra el extremismo, una estrategia clave para su distribución en una plataforma global como Netflix.
El Regreso de un Maestro del Cine Español al Mando de un Equipo de Prestigio Mundial
Un fantasma en la batalla se posiciona como un evento cinematográfico de primer nivel, no solo por su temática, sino por el calibre del equipo creativo que lo respalda. El proyecto marca el esperado regreso a la dirección de Agustín Díaz Yanes, un nombre fundamental del cine español contemporáneo. Su aclamada ópera prima, Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, le valió los premios Goya a Mejor Dirección Novel y Mejor Guion Original, consolidándolo como una voz autoral de peso. Tras dirigir la épica Alatriste y el drama de aventuras Oro, su vuelta con una obra de esta envergadura lo sitúa de nuevo en el centro de la conversación cultural. Díaz Yanes asume un control autoral completo, ya que no solo dirige, sino que también firma el guion.
La ambición del proyecto queda subrayada por el equipo de producción. La película está producida por J.A. Bayona, Belén Atienza y Sandra Hermida, el mismo trío responsable del aclamado éxito internacional La sociedad de la nieve. Su participación garantiza una «producción de gran escala» y un sello de calidad reconocido mundialmente. La compañía productora es Basoilarraren Filmak, en estrecha colaboración con Netflix.
El Desafío Psicológico de Susana Abaitua
En el centro de la tormenta narrativa de Un fantasma en la batalla se encuentra el personaje de Amaia, cuya complejidad psicológica representa un reto interpretativo formidable: ¿Qué haces tú infiltrada 12 años en ETA? No puedes venir al entierro de tu padre, no puedes venir a nada, estás ahí metida con unos señores que te pueden matar en cualquier momento.
Para la actriz Susana Abaitua, dar vida a Amaia supuso un trabajo de inmersión sin precedentes, el personaje que más trabajo me ha dado en la preparatoria. Su proceso se centró en trascender el arquetipo de la agente encubierta para encontrar su núcleo humano. «
Al explorar las motivaciones que podrían llevar a una persona a un sacrificio tan extremo, Abaitua desarrolló una interpretación que va más allá del deber o la ideología. Describe una dualidad devastadora: la intensidad de la misión que la hace sentirse viva, en contraste con la sensación de estar «apagada» cuando regresa a una normalidad que ya no le pertenece. Esta idea de un punto de enganche en vivir también este tipo de situaciones es lo que sostiene al personaje a lo largo de los años. Esta visión es fundamental para entender el título de la película. El «fantasma» no es solo una agente invisible para el enemigo, sino una persona que ha perdido su propia esencia, cuya identidad se ha desvanecido en la misión. La «batalla» no es únicamente contra ETA, sino una lucha interna y constante por no desaparecer por completo, donde la adrenalina del peligro se convierte en el único anclaje a la sensación de estar vivo.
Un Mosaico de Lealtades y Traiciones: El Reparto Coral
Aunque la historia pivota sobre la experiencia de Amaia, Un fantasma en la batalla se apoya en un sólido reparto coral que da forma al mundo de lealtades y peligros que la rodea. Actores de reconocida trayectoria como Andrés Gertrúdix, Raúl Arévalo y Ariadna Gil completan el elenco principal, aportando profundidad y solidez al thriller.
Sin embargo, el pilar dramático de la trama reside en la compleja relación que se forja entre la agente infiltrada, Amaia, y Begoña, una terrorista convencida interpretada por la actriz Iraia Elias. A pesar de encontrarse en extremos ideológicos irreconciliables, la convivencia y el peligro compartido hacen que ambas «terminen generando un vínculo real entre ellas». Esta dinámica es el verdadero corazón emocional y moral de la película.
La película evita conscientemente las representaciones maniqueas. El guion explora la complejidad humana en situaciones límite: las personas no son blancas o negras, hay todo tipo de grises. Lo que pasa es que estas dos personas están en un extremo, han tomado decisiones extremas. Había que tratar de entender todo eso. La existencia de este «vínculo real» entre la infiltrada y su objetivo es el principal motor del conflicto interno de la protagonista. Este lazo pone a prueba constantemente la lealtad de Amaia a su misión, desdibuja las fronteras entre su identidad real y la ficticia, y humaniza a quien, desde la distancia, sería simplemente «el enemigo». La verdadera batalla para este «fantasma» no es solo el riesgo de ser descubierta, sino el coste psicológico de traicionar a alguien con quien ha forjado una conexión genuina, enfrentándose así a la disyuntiva entre cumplir con su deber y preservar lo que queda de su propia humanidad.
Un Rodaje Marcado por el Respeto y la Búsqueda de Autenticidad
La producción de Un fantasma en la batalla estuvo marcada desde el principio por un profundo respeto hacia la delicadeza del tema que aborda. El equipo fue plenamente consciente de la responsabilidad que implicaba narrar una historia sobre las heridas abiertas del terrorismo.
Para facilitar este trabajo de introspección y cuidado, la producción ofreció unas condiciones poco habituales en la industria actual. Este ambiente de calma y confianza, fomentado activamente por los productores, fue fundamental para que los actores pudieran explorar la complejidad de sus personajes sin las presiones comerciales habituales.
La búsqueda de autenticidad también se reflejó en la elección de las localizaciones. El rodaje se llevó a cabo en escenarios reales del País Vasco español y francés, incluyendo la localidad navarra de Bera y la ciudad de San Sebastián. El director Agustín Díaz Yanes ha mencionado el uso de hasta 70 localizaciones diferentes, una experiencia que califica de «fantástica» y que sin duda enriquece la atmósfera y verosimilitud de la película. El modo en que se realizó el filme es inseparable de la historia que cuenta. Una narrativa sobre traumas profundos requería un proceso de creación paciente y reflexivo. El tiempo y la libertad otorgados por la producción no fueron un lujo, sino una necesidad metodológica para abordar el tema con la seriedad que merecía, permitiendo a Díaz Yanes desarrollar su estilo cinematográfico, que valora los «momentos muertos» y los planos sostenidos donde la emoción se construye a través de la quietud y la mirada.
Estreno Global
Antes de su llegada a una audiencia masiva, Un fantasma en la batalla tuvo una destacada presentación en sociedad. La película celebró su debut en la Sección Oficial del prestigioso Festival de San Sebastián, donde fue recibida con aplausos, obteniendo un importante sello de calidad y generando una gran expectación. La estrategia de lanzamiento incluyó un estreno limitado en salas de cine españolas, permitiendo que la obra fuera vista en la gran pantalla antes de su distribución global.
La película se estrena en Netflix el 17 de octubre.

