El cine, muchos lo amábamos y nos criamos gracias a sus doctrinas, imitando a éste u otro dependiendo de la época. Muchos empezaron a fumar porque se llevaba, muchos lo dejaron porque las estrellas con las que en cierta manera se identificaban dearon de hacerlo. El cine ha marcado tendencia durante casi un siglo, convirtiéndose en el Arte número uno y en un auténtico referente social en todos los ámbitos.
Pero los gustos han cambiado, y esto ya no es así y aquí no tenemos sólo la culpa los espectadores. A veces estas cosas pasan.
El cine nació como una gran novedad técnica y durante décadas nos admiramos de las maravillas que aquel aparato de proyección producía. No había nada más grande que el cine y así fue durante décadas, en las que Hollywood ayudó a que Estados Unidos se conviertiera en el gran referente a nivel cultural mundial. Nos criamos mirando a la pantalla, viendo sus historias que casi siempre nos parecían más reales y mejor contadas que nuestra vida, y mirábamos al país que las producía con callada admiración (vale, sobre todo cada vez que veíamos una producción nacional). Y es que el cine ha sido lo suyo: grandes presupuestos y espectáculo para millones, un terreno abonado para el tipo de compañías que nacieron de ese país.
Mientras, en Europa hacíamos lo que podíamos y nos defendíamos del invasor cultural diciendo que si la nouvelle vague era mejor que el cine americano, que menudo excremento. Que sí, que hay gustos para todo pero mucho neorrealismo y mucha peli de autor, pero el cine minoritario no gusta al gran público. No nos metemos con él, no es ni bueno ni malo ni regular: es otra cosa y tiene su público pero lo de meter dinosaurios… pues no.
Hollywood se nutrió paradógicamente durante años de los guionistas europeos que buscaban una vida mejor (en otras artes pasó tres cuartos de lo mismo)… hasta que un día todos nos dimos cuenta que, de alguna manera, el torrente se había secado y que estábamos viendo cintas sólo por la costumbre de verlas, que aquello ya no tenía el elemento de fascinación que logró antaño y que había cosas nuevas más cool y con las que captabas más la atención si hablabas de ellas.
El ‘enamoramiento’ se nos había pasado y comenzábamos a buscar estímulos por otros lados.
Ahí seguía el cine intentando ponerse guapo y haciendo lo que podía, en un arte ya maduro que ha visto ya muchas cosas y que se niega a perder los vicios que ha ido adquiriendo. Los cinéfilos son gente un poco ‘raruna’ que van de cultos en un medio que no ha ido de ‘culto’ en su vida, pero tiene o ha tenido sus lagunas de ‘cultura’ y los críticos se han refugiado en ellas para encontrar a un público fiel que les lea.
Ya se trate de internet o de una reunión social: cuentan las visitas por encima de todo.
El cine seguía allí, ya un poco achacoso y muy maniático, produciendo cosas para los que aún iban y consumían… pero no lograron captar al público más joven, que se quedó también enganchado al consumo audiovisual más rápido. Mucho twitter, mucha red social… y al cine le está pasando un poco lo que le ha pasado a las novelas: llevan demasiado tiempo y los más jóvenes ven más atractivo un producto al que no haya que dedicar tanto tiempo. Sí, dos horas es mucho ya para ellos.
Nos quedamos un poco los viejecillos, que también reconocemos que el cine ya no es lo que era, porque a nosotros se nos ha ido un poco como también el ímpetu juvenil. Ahora somos de otra manera, como el cine, menos vivaces y más reflexivos, valoramos otras cosas que en la juventud. Y el cine sigue ahí, pero produciendo historias no ya para jóvenes, que están a otras cosas con sus móviles y demás. Los viejos les miramos un poco como miramos los viejos, recordando nuestros tiempos y nuestras historias ya de viejos.
No digo con todo esto que el cine esté muerto como tampoco lo estoy yo, pero sí sostengo que el cine como tal tiene que hacer algo más por adaptarse a las nuevas generaciones, que están perdiendo la costumbre de verlo y de valorarlo y se están marchando a otros sectores más atractivos para ellos. No, no es cuestión de decirles que el cine es un arte y que por tanto tienen que valorarlo porque nosotros lo decimos como nosotros nos sacrificamos leyendo a Homero: ahora es todo cuestión de enganchar a la gente y, si no les gusta, cambiarán de canal.
Tal vez sea triste envejecer, pero veo mucho director con ideas antiguas y muy poco creador que renueve, el cine se ha anquilosado en las ideas establecidas y esos tipos ‘cultos’ que antaño tuvieron espíritu revolucionario hoy son ya cincuentones preocupados más en que las cosas estén en su sitio que en buscar algo nuevo. Las películas han seguido un poco esta senda, repitiéndose a sí mismas y queriendo permanecer aisladas del tiempo y que el cambio generacional no les afectase porque, al fin y al cabo, ahora eran arte y debía ser respetado e idolatrado por ello.
Cambiemos ya de mentalidad, porque cuando aparece uno de ésos que nos cuenta batallitas y se las da de oler excrementos en un palito, al final resulta ridículo porque sus días de gloria ya han pasado.
Y al cine se le están empezando a ver las canas hace ya mucho tiempo.