Devendra Banhart publica hoy ‘Fireflies‘, el último adelanto de su disco ‘Flying Wig‘ que verá la luz el próximo viernes 22 de septiembre y que presentará en España el próximo mes de noviembre.
Sobre este tema, Devendra Banhart dice que: «Es una canción de arrepentimiento… Con un poco de aceptación de la naturaleza temporal de todos los fenómenos… Quería escribir algo sobre la paradoja, el espacio donde pueden existir dos puntos de vista contradictorios y ambos ser verdad».
La canción viene acompañada por un videoclip dirigido por Devendra Banhart junto a Christian Stavros y Joseph Wasilewski y está protagonizado por Anthony Ivancich y Julia Crockett (dos pilares de la comunidad de Stud Country Queer Country Western Dancing). En el vídeo vemos como ambos bailan solitarios sobre una pista de baile gigante y vacía de un club llamado Club Bahía, y lo hacen bajo la atenta mirada del propio Devendra y Mel Shimkavitz.
Anteriormente, ya había lanzado tres sencillos que habíamos podido escuchar: ‘Twin’, ‘Sirens‘ y ‘Nun‘, los dos primeros también acompañados por dos potentes piezas audiovisuales.
Hasta aquí, todos los adelantos antes de conocer por completo el disco que verá la luz este mismo viernes y que comenzará a presentar en México DF, continuando por Chicago, Boston, Nueva York o Los Ángeles entre otras, llegando a España el próximo mes de noviembre.
Devendra Banhart volverá a España en noviembre para presentar su undécimo disco de estudio «Flying Wig». Un álbum producido por la cantante y multiinstrumentista Cate Le Bon y del que ya conocemos tres temas. En su gira española estará acompañado por el artista berlinés John Moods.
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Devendra Banhart y su nuevo disco Flying Wig
“This dewdrop world –
Kobayashi Issa
Is a dewdrop world,
And yet, and yet…”
Flying Wig, de Devendra Banhart, es un paisaje de dualidades recurrentes; una lata de paradojas, una caja de gusanos. Lo que sube, al final tiene que bajar. Destrozado por la vida y la pérdida, Banhart se encontró abatido, replegado sobre sí mismo, con dificultades para hablar y mucho menos para cantar.
«Se trata de transmutar la desesperación en gratitud, las heridas en perdón, el dolor en alabanza” rumia Banhart en su undécimo álbum de estudio. Planeando por el aire, aparece simbólica y, a veces, literalmente el susurro de dos palabras boyantes- “y sin embargo…” (inspiradas en ‘Un mundo de rocío’ del poeta japonés del siglo XIX Kobayashi Isaa) – que colorean los contornos melancólicos y los sustituyen por un optimismo bondadoso. “El ‘y, sin embargo, y sin embargo”, explica Banhart, “es nuestra capacidad de afrontar la desesperación con esperanza, de seguir fracasando y amando. Toda mi vida ha estado llena de tristeza. Todo lo que hago en la vida es para ayudar a sobrellevar esa tristeza”.
Dando la espalda a las sirenas ululantes de Los Ángeles, metió en una bolsa los huesos que se convertirían en las canciones de Flying Wig y se marchó al solitario bosque de un cañón de Topanga. El álbum es la materialización de una preciosa amistad con la aclamada artista solista, multiinstrumentista, compañera de sello en Mexican Summer y productora de Flying Wig, Cate Le Bon. La unión de ambos es profetizada por los títulos especulares de sus primeros álbumes en solitario (Oh Me Oh My, de Banhart, en 2002, y Me Oh My, de Le Bon, en 2009) y una ternura basada en cortes de pelo rudimentarios (“por fin nos conocimos, poco después de que ella me cortara el pelo con un tenedor y se acabó”) y tatuajes caseros, pero nunca antes trasladada al estudio de grabación. “Ella es la única persona con la que quería hacer este disco”, admite Banhart. “Nos propusimos hacer un disco sónicamente distinto a todo lo que he hecho antes – con una nueva compañera creativa al timón. Definitivamente queríamos un sonido nuevo, electrónico pero orgánico y cálido… queríamos sacar y enfatizar el aspecto emocional de un sintetizador».
El estudio rodeado de secuoyas y pinos (propiedad en su día de Neil Young) en que Banhart «escuchaba constantemente a Grateful Dead» ha dado a luz de algún modo a algo hábil, cercano al pop urbano y a un sonido Eno. El producto de una práctica creativa ritualista que se funde y refunde a medida que reflexiona, la materia de la tristeza embellecida a medida que cambia de forma- culminando en un disco que “suena como recibir un masaje muy melancólico, o llorar, pero con un atuendo realmente bonito… si voy a llorar”, menciona Banhart, quiero hacerlo con mi mejor vestido”.
Con un vestido de Issey Miyake del color del cielo primaveral – regalo del armario de Le Bon- y las perlas de su abuela, Banhart se sintió envalentonado y protegido durante gran parte de la composición y la grabación; una experiencia “como volver al lugar donde empecé a cantar cuando era un niño» (como recientemente emuló sobre el escenario en un emotivo concierto de regreso a casa en Caracas, el primer concierto de Banhart en Venezuela). Y añade: «Empecé a cantar con los vestidos de mi madre cuando tenía nueve años. No se trataba de sexualidad, sólo de conectar con mi lado femenino y sentir que tenía permiso… Lo sentía como un poder. Y ese es un lugar muy seguro y cómodo para mí. Creo que gran parte del disco es eso: buscar la esperanza, buscar una sensación de seguridad”.
En ningún otro lugar como en el título del álbum se destila con más fuerza esta sensación de alegre abandono. La verdadera peluca que lo inspiró fue, explica Banhart, un regalo de cumpleaños de la artista Isabelle Albuquerque. «La coloqué en un pie de micro y estuvo ahí durante meses en medio de mi salón. Con el tiempo, empezó a adquirir una presencia juguetonamente inquietante y empecé a imaginar que, mientras yo dormía, la peluca volaba por la noche y se quedaba con todas las demás pelucas y peluquines que volaban por ahí… Me pareció una imagen encantadora e inquietante, un símbolo de libertad”. Junto con la irónica y jubilosa lista de Banhart de otras inspiraciones para el disco – «el ambiente de los salones de baile de mediados de los 80, el glamour, las ballenas, el empleado solitario en un trabajo corporativo sin futuro, los ojos inyectados en sangre de la divorciada, la enfermera de noche, la monja rebelde»-, hay después de todo, mucho de arriba con lo de abajo.
Estoy buscando un sentimiento / difícil de explicar, se hace eco en el tema de apertura de Flying Wig, «Feeling» ondas sibilantes sobre la arena, pedales de reverberación, drones elementales y tonos mántricos que llevan una intimidad confesional al primer plano mientras cae el crepúsculo. Las diez canciones del álbum se despliegan lánguidamente en el abrazo de la noche: convirtiéndose en estelas de luz en la lúgubre «Fireflies», bañándose en el resplandor de la luna recién salida en «Sight Seer», y dando testimonio de la extrañeza de la soledad metropolitana en «Sirens», el sonido del pánico como única compañía en un lugar lleno de gente.
Como productora intuitiva que es, Le Bon refleja el arte de Banhart sobre sí mismo; arreglos de percusión fuera de compás, piano en cascada y saxo sutilmente oscilante son el doble de la desmembración en voz baja que suspende “la sangre fuera de la vena” en “Sight Seer”; evoca “un ojo sin cabeza” en la canción que da título al disco, y en «Nun», encuentra a Banhart “corriendo / corriendo / corriendo / quedándose sin piernas”. El círculo de colaboradores del álbum se mantuvo reducido y familiar; su personal procedía de la lista de colaboradores probados y de confianza de ambos artistas (Nicole Lawrence al pedal steel y la guitarra, Todd Dahlhodd al bajo, Greg Rogove a la batería, Euan Hinshelwood al saxofón), con Le Bon tocando ella misma una panoplia de partes adicionales (sintetizadores, guitarra, percusión, bajo, piano). Los toques finales del disco también fueron cortesía de los incondicionales de Le Bon, con mezclas de ingeniería a cargo de Samur Khouja. “Él y Cate tienen tal dinámica en este momento”, señala Banhart, “esa comunicación no verbal, ese intercambio psíquico que surge de la proximidad, el tiempo y la confianza” – y masterización de Heba Kadry.
A través de todo ello, el espíritu de Issa del lado positivo – ese reluciente «y sin embargo…» en un mundo por lo demás oscuro y fugaz – impregna todo. El duro riff de «Twin» sirve como barras de hierro que atrapan a su escritor en el «Mismo espacio desolado / Mismo sin salida / Misma duda infinita», y sin embargo… en el fondo, hay algo preciado: «esta cosa preciosa / En el corazón de todo lo que has querido».
Saliendo de sí mismo para examinar lo indecible, Devendra Banhart es de repente más libre que un pájaro. Es tan libre como una peluca que trasciende el cuerpo, trasciende la cabeza y se dirige a las nubes.