El estreno mundial de En el barro en Netflix hoy marca uno de los eventos más significativos del calendario televisivo internacional. Esta serie argentina de ocho episodios no llega como una entidad independiente, sino como un esperado spin-off del aclamado drama criminal El marginal, una producción que redefinió el género carcelario con su crudo verismo y sus complejos estudios de personaje. La nueva serie sumerge a los espectadores en el universo paralelo de una penitenciaría de mujeres, La Quebrada, a través de un catalizador narrativo de violencia extrema y solidaridad repentina. Un grupo de reclusas, la mayoría de ellas sin experiencia en el sistema carcelario, sobrevive a un mortal accidente de traslado, emergiendo de un río literal y figurativamente bautizadas en barro, un suceso que las forja en un colectivo involuntario pero necesario.
Bajo la dirección de su creador, Sebastián Ortega, y un equipo creativo profundamente arraigado en la serie original, En el barro aprovecha la estética descarnada de su predecesora mientras emprende la ambiciosa tarea de forjar su propia y distintiva identidad. Un análisis de su estreno revela una producción que no es una mera extensión de una franquicia exitosa, sino un deliberado diálogo temático y cinematográfico con ella. La serie interroga los tropos establecidos del poder, la corrupción y la supervivencia a través de una lente de género, empleando un sofisticado lenguaje visual para explorar cómo la comunidad se forja no en los márgenes de la sociedad, sino desde sus espacios más elementales y descompuestos.

El marco arquitectónico: de San Onofre a La Quebrada
La mera existencia de En el barro es un testimonio de la nueva economía del streaming global y del valor internacional de la narrativa argentina. Su estructura de producción y su liderazgo creativo revelan una estrategia calculada para expandir un universo probado y, al mismo tiempo, profundizar en sus preocupaciones temáticas.
Genealogía de producción: el «universo Ortega» se expande
En el barro es una gran coproducción internacional que moviliza los recursos de Netflix, Underground Producciones (una división de Telemundo Studios) y la propia Telemundo. Esta alianza tripartita significa una inversión sustancial en el talento y la propiedad intelectual argentinos, diseñada para una audiencia mundial. El modelo se basa directamente en el éxito de El marginal, que obtuvo un masivo seguimiento internacional tras su adquisición y distribución por parte de Netflix. La nueva serie se posiciona explícitamente como una expansión del universo narrativo de El marginal, pero con una historia autónoma que traslada el foco a una cárcel de mujeres. Este enfoque es estratégicamente sólido, ya que busca retener a la leal base de seguidores de la original mientras crea un nuevo punto de entrada para espectadores no familiarizados con el clan de los Borges de San Onofre.
La ambición del proyecto se refleja en su escala física. La producción descartó localizaciones existentes para construir su escenario principal desde cero. El rodaje tuvo lugar en una enorme fábrica de alimentos fuera de servicio en Buenos Aires, dentro de la cual se construyó la totalidad de la penitenciaría de La Quebrada. Esta decisión proporcionó a los cineastas un entorno completamente controlado, un mundo autónomo donde cada pared decrépita y cada barra oxidada podían ser meticulosamente diseñadas e iluminadas. Las oficinas administrativas de la fábrica se reutilizaron como sede de producción, creando un aparato cinematográfico altamente eficiente e inmersivo que subraya el considerable presupuesto y alcance del proyecto.
El linaje creativo: Sebastián Ortega y sus autores
La serie se sustenta en la singular visión de su creador, Sebastián Ortega, una figura dominante en la televisión y el cine argentinos contemporáneos. La filmografía de Ortega —que incluye no solo El marginal, sino también el drama carcelario fundacional Tumberos (2002), la saga de crímenes reales Historia de un clan (2015) y el largometraje El ángel (2018)— demuestra un consistente sello de autor. Su obra se caracteriza por una representación hiperrealista y a menudo brutal de las subculturas criminales, una fascinación por la moralidad fluida de las comunidades marginadas y una exploración de las estructuras familiares improvisadas que se forman en entornos extremos.
Para ejecutar esta visión, Ortega ha reunido a un equipo que equilibra la continuidad con nuevas perspectivas. La lista de directores es un claro indicador de esta estrategia:
- Alejandro Ciancio es un arquitecto clave de la estética de El marginal, habiendo dirigido numerosos episodios a lo largo de sus cinco temporadas, así como la serie criminal relacionada El secreto de la familia Greco. Su participación asegura una gramática visual y tonal consistente, anclando la nueva serie en el realismo inquebrantable del universo establecido.
- Mariano Ardanaz es otro veterano de El marginal y otras producciones de Ortega, consolidando aún más el linaje estilístico de la serie. Su trabajo en dramas como Diario de un gigoló también apunta a una habilidad con narrativas pulidas y centradas en los personajes que podría informar las dinámicas interpersonales más íntimas de En el barro.
- Estela Cristiani, conocida por dirigir la serie La viuda de Rafael y el drama musical de corte juvenil Go! Vive a tu manera, representa un alejamiento del género criminal hard-boiled. Su inclusión sugiere una intención deliberada de centrarse más profundamente en los arcos emocionales y las complejas relaciones entre los personajes femeninos, en particular las reclusas más jóvenes.
Esta mezcla de directores se refleja en la sala de guionistas, un esfuerzo colaborativo entre Ortega, Silvina Frejdkes, Alejandro Quesada y Omar Quiroga. Este enfoque de equipo es un sello distintivo de Underground Producciones de Ortega, que fomenta un ambiente de taller para el desarrollo narrativo.
La decisión de crear un spin-off centrado en mujeres con este equipo creativo específico es más que una decisión comercial para franquiciar una propiedad popular. Significa un esfuerzo artístico consciente por refractar los temas establecidos de El marginal a través de un nuevo prisma. El mundo de San Onofre era fundamentalmente masculino, sus conflictos y estructuras de poder definidos por jerarquías patriarcales, desde el liderazgo familiar de la banda de los hermanos Borges hasta la corrupta autoridad estatal del director. Al trasladar la narrativa a una prisión de mujeres, Ortega y su equipo se ven obligados a explorar cómo estas dinámicas de poder, corrupción y supervivencia se manifiestan de manera diferente. Es menos probable que los conflictos se resuelvan mediante la fuerza física bruta y más probable que impliquen una intrincada guerra psicológica, alianzas sociales cambiantes y formas alternativas de resiliencia.
La evolución está codificada en el título de la serie. Un cambio de El marginal a En el barro es una profunda declaración temática. «Marginal» define a una persona por su posición relativa a un centro social; es un término de exclusión. «En el barro», sin embargo, sugiere una condición más elemental y primigenia. Es un estado de degradación y estancamiento, pero también un lugar de creación e informalidad, que evoca la arcilla primordial de la que emerge la vida. Esto señala una narrativa preocupada no solo por sobrevivir en los márgenes, sino por la construcción misma de la identidad desde sus cimientos. La serie entra así en un diálogo directo con su predecesora, planteando preguntas críticas: ¿cómo es la supervivencia cuando el patriarcado de San Onofre es suplantado por un sistema de poder diferente, quizás matriarcal o simplemente más anárquico? ¿Cómo se forja la comunidad entre mujeres en una institución diseñada para atomizarlas y quebrarlas?
Las habitantes de La Quebrada: casting y caracterología
La población de La Quebrada es un elenco meticulosamente ensamblado que mezcla rostros familiares con sangre nueva, reflejando una sofisticada estrategia para anclar la serie en sus raíces argentinas mientras se diseña su atractivo para un mercado global.
El nacimiento de «Las embarradas»: una nueva hermandad
El motor narrativo de la serie es la formación de una nueva «tribu» forjada en el trauma. Las cinco mujeres que sobreviven al choque del vehículo de transporte en un río se convierten en una unidad, su vínculo sellado por una experiencia compartida cercana a la muerte. Su identidad colectiva, «Las embarradas», nace directamente de este bautismo violento, un nombre que significa tanto su condición degradada como sus orígenes elementales.
El grupo es una muestra representativa de la experiencia carcelaria:
- Gladys «La Borges» Guerra (Ana Garibaldi): Un personaje con historia en el universo de El marginal, Gladys proporciona el puente narrativo crucial con la serie original. Anteriormente una figura secundaria, ahora es elevada a protagonista. Como mujer con experiencia en el mundo «tumbero», se ve empujada al papel de líder reticente para las supervivientes no iniciadas.
- Las neófitas: El resto del grupo principal está compuesto por reclusas sin historial penitenciario previo, un recurso narrativo clásico que permite al público aprender las brutales reglas de La Quebrada junto con los personajes. Este conjunto incluye figuras interpretadas por la estrella internacional Valentina Zenere (Élite), la actriz colombiana Carolina Ramírez y la veterana del teatro y la pantalla argentina Lorena Vega.
- Las antagonistas: La principal fuente de conflicto proviene de las «tribus» ya establecidas que controlan el ecosistema de la prisión. «Las embarradas» deben resistir ser absorbidas o destruidas por estas estructuras de poder preexistentes. Figuras clave en este entorno hostil incluyen a Cecilia Moranzón, interpretada por la venerada actriz argentina Rita Cortese, que parece ser una formidable matriarca de la prisión, y Amparo Vilches, un personaje interpretado por la actriz española Ana Rujas, quien ha descrito su papel como el de «una villana en toda regla».
Ecos de San Onofre y nuevas incorporaciones estratégicas
Para reforzar la conexión con la serie madre, En el barro cuenta con el regreso de personajes clave de El marginal. El cínico y profundamente corrupto funcionario de prisiones Sergio Antín (Gerardo Romano) es una figura prominente, lo que confirma que la podredumbre sistémica representada en la cárcel de hombres es endémica de todo el sistema carcelario. Además, los informes indican el regreso del protagonista original Juan Minujín (Pastor) y de Maite Lanata (Luna), lo que sugiere la posibilidad de importantes tramas cruzadas que entrelazarán ambas series más estrechamente.
Junto a estos veteranos, la producción ha realizado varias elecciones de casting de alto perfil diseñadas para generar expectación y ampliar la audiencia de la serie. La más notable es el debut como actriz de María Becerra, una de las mayores estrellas del pop argentino contemporáneo. Su papel, que según se informa incluye una muy comentada «escena subida de tono» con el personaje de Valentina Zenere y una contribución a la banda sonora, es una maniobra de marketing calculada para captar la atención de su masiva base de seguidores jóvenes y generar cobertura de prensa más allá de la esfera televisiva típica. La elección de Zenere, un rostro mundialmente reconocido por el éxito de Netflix Élite, y de la actriz española Ana Rujas, es una estrategia clara y deliberada para reforzar el atractivo de la serie en mercados internacionales clave, especialmente en España y en toda Europa.
Elenco principal y equipo creativo
La serie es una gran coproducción internacional entre Netflix, Underground Producciones (una división de Telemundo Studios) y la propia Telemundo. El equipo creativo está encabezado por el creador Sebastián Ortega, una figura destacada del drama criminal argentino conocido por El marginal, Tumberos e Historia de un clan. Los guiones fueron desarrollados por un equipo colaborativo que incluye a Ortega, Silvina Frejdkes, Alejandro Quesada y Omar Quiroga. El equipo de dirección cuenta con los veteranos de El marginal Alejandro Ciancio y Mariano Ardanaz, a los que se une Estela Cristiani. La identidad visual de la serie está conformada por los directores de fotografía Miguel Abal, un condecorado director de fotografía de cine, y Sergio Dotta, que también trabajó en El marginal. La partitura está compuesta por Juan Ignacio Bouscayrol. El elenco está liderado por Ana Garibaldi (Gladys Guerra), Valentina Zenere (Marina), Rita Cortese (Cecilia Moranzón), Lorena Vega, Marcelo Subiotto, Carolina Ramírez y Ana Rujas (Amparo Vilches). A ellos se unen los actores recurrentes de El marginal Gerardo Romano (Sergio Antín) y Juan Minujín (Pastor), con apariciones especiales de la estrella del pop María Becerra y el actor Martín Rodríguez (Griselda).
El casting de En el barro funciona como un microcosmos de la estrategia de contenido global contemporánea de Netflix. No es una colección incidental de actores, sino un conjunto meticulosamente diseñado para equilibrar la autenticidad local con la comerciabilidad internacional. La base de esta estrategia descansa en la credibilidad de su elenco argentino. La presencia de actores venerados como Rita Cortese, Marcelo Subiotto y Ana Garibaldi, junto con los actores recurrentes de El marginal, ancla la serie en su medio cultural específico y garantiza la lealtad de la audiencia nacional y de la base de seguidores original. Este es el cimiento de autenticidad sobre el que se construye la estructura global. La siguiente capa es un puente hacia un grupo demográfico más joven e internacional. La elección de Valentina Zenere, una estrella del fenómeno global de Netflix Élite, proporciona una señal familiar para una masiva audiencia de adolescentes y jóvenes adultos que puede no tener conocimiento previo de El marginal. Su participación es un conducto directo hacia esa audiencia. La tercera capa es el gancho del «evento»: la elección de María Becerra. Su debut como actriz es una noticia en sí misma, diseñada para generar velocidad en las redes sociales y cobertura de prensa mucho más allá de los confines de la crítica televisiva, atrayendo así a una vasta audiencia del mundo de la música popular. Finalmente, la inclusión de la actriz española Ana Rujas en un papel de villana fundamental es un movimiento dirigido a mejorar la resonancia de la serie en España, un mercado europeo crucial para la plataforma de streaming. Este enfoque multicapa revela una sofisticada comprensión de la segmentación moderna de la audiencia, creando un producto «glocal» diseñado para satisfacer simultáneamente a distintos grupos: los leales locales, la juventud global, los aficionados a la música y territorios internacionales específicos.
Un bautismo de barro: deconstruyendo el lenguaje cinematográfico del estreno
El episodio de estreno de En el barro funciona como una poderosa declaración de intenciones, estableciendo su tono brutal y su gramática visual a través de una secuencia de apertura magistralmente ejecutada y una construcción deliberada de su mundo.
El incidente incitador: un estudio del caos controlado
La serie comienza con el evento precipitante: el traslado de Gladys Guerra y otras reclusas a la prisión de La Quebrada es violentamente emboscado, y su vehículo es arrojado a un río. Esta secuencia es un tour de force técnico de caos controlado. La dirección emplea una cámara en mano inmersiva desde el interior del vehículo para transmitir el pánico creciente y la desorientación de las reclusas mientras el agua inunda el compartimento. Es probable que esta perspectiva claustrofóbica se contraste con planos generales amplios y objetivos de la furgoneta siendo engullida por el agua fangosa, enfatizando la finalidad de su descenso.
El diseño de sonido es fundamental para la eficacia de la escena. La cacofonía diegética del ataque —disparos, cristales rotos, gritos— da paso a un horror subacuático y amortiguado. El paisaje sonoro se convierte en una expresión aterradoramente íntima de la experiencia cercana a la muerte de los personajes, donde el mundo se reduce al sonido de cuerpos luchando y a la presión de las profundidades. Este enfoque, que utiliza un sonido atmosférico intensificado y a menudo desagradable para inducir ansiedad y desfamiliarizar el entorno, recuerda la filosofía sónica de la aclamada cineasta argentina Lucrecia Martel en obras como La ciénaga. La eventual aparición de las supervivientes en la orilla del río, con sus jadeos rompiendo el silencio acuático, proporciona una poderosa liberación auditiva y emocional, marcando su renacimiento.
Puesta en escena y construcción del mundo: la textura de La Quebrada
La prisión de La Quebrada se establece como un personaje en sí misma, su identidad moldeada por su historia como una fábrica reconvertida. Esta génesis industrial impregna la puesta en escena. El mundo visual de la prisión es uno de espacios cavernosos y en decadencia, con un lenguaje de óxido, pintura desconchada y hormigón frío. Este purgatorio artificial contrasta fuertemente con el barro orgánico y primordial de la secuencia de apertura, creando un mundo que es a la vez despiadadamente artificial y activamente en descomposición.
La dirección de fotografía, a cargo de Miguel Abal y Sergio Dotta, es esencial para realizar esta visión. El trabajo de Dotta en El marginal sugiere una continuación de su estética característica: una paleta desaturada y de alto contraste que enfatiza la crudeza y la textura. Abal, un veterano director de fotografía de cine, podría introducir una calidad más compuesta, casi pictórica, en ciertos encuadres, creando una tensión visual entre la inmediatez cruda de estilo documental y un expresionismo cinematográfico más deliberado. La paleta de colores está dominada por ocres, grises y marrones, reforzando visualmente el motivo central del «barro».
Siguiendo la tradición del cine argentino de referencia, la mirada de la cámara es intensamente corporal. El estreno está lleno de imaginería háptica: primeros planos extremos de piel cubierta de barro, la textura áspera de los uniformes de prisión contra el cuerpo, la pura fisicalidad de la supervivencia. Esto no es gratuito, sino que pretende fomentar una forma de espectaduría encarnada, obligando al público a sentir la suciedad, el frío y la textura de este mundo. Este enfoque en el cuerpo como un paisaje de experiencia —un lugar de dolor, suciedad y abyección— es una técnica clave para desplazar el lugar del conocimiento del intelecto a una comprensión más visceral y corporal.
Ritmo, montaje y banda sonora
El ritmo del episodio de estreno se construye sobre fuertes contrastes. La energía cinética y frenética del choque inicial da paso a un ritmo más lento y observacional a medida que las aturdidas supervivientes deben descifrar los complejos y amenazantes códigos sociales de la prisión. Este cambio de tempo refleja el propio viaje psicológico de los personajes, desde el puro instinto de supervivencia hasta el amanecer del horror de su nueva realidad. La partitura de Juan Ignacio Bouscayrol, conocido por su trabajo en películas independientes argentinas, es crucial para modular este tono. Es una partitura minimalista, atmosférica y a menudo percusiva que aumenta la tensión y la inquietud en lugar de telegrafiar la emoción, un sello distintivo de los thrillers de prestigio contemporáneos.
Resonancia temática: la sociedad en un microcosmos
Más allá de sus emociones viscerales y su pulido técnico, En el barro es una serie rica en ambición temática. Utiliza el microcosmos de la prisión para explorar complejas cuestiones sociales y filosóficas, reformulando las preocupaciones centrales de su predecesora a través de una nueva perspectiva, claramente femenina.
La mirada femenina en un universo masculino
La serie reorienta fundamentalmente los temas de El marginal al centrarse en la experiencia femenina. Profundiza en cómo las mujeres navegan por un sistema de violencia y control que a menudo es diseñado por y para hombres. La narrativa está profundamente interesada en explorar la formación de alianzas femeninas, las manifestaciones únicas de poder y jerarquía entre mujeres, y el específico costo psicológico del encarcelamiento para ellas. Este enfoque temático conecta con una poderosa corriente en las artes latinoamericanas contemporáneas, que confronta cada vez más los problemas de discriminación de género y pone en primer plano narrativas de resistencia feminista. En su propio contexto brutal y confinado, la serie examina los «nuevos roles… que la mujer asume en su decisión de integrarse a la historia», incluso si esa historia se está escribiendo en el patio de una prisión.
El cuerpo político y el cuerpo doliente
El motivo central y recurrente del «barro» opera en múltiples niveles simbólicos. Representa un borrado forzado de identidades pasadas, un despojo violento del yo que reduce a los personajes a un estado primario e indiferenciado desde el cual debe nacer un nuevo colectivo. El acto físico de ser «embarradas» es un bautismo traumático que une irrevocablemente a las protagonistas. La serie utiliza el cuerpo físico como el lienzo principal para sus temas. El trauma del accidente, la amenaza diaria de la violencia y la lucha por la supervivencia convierten el cuerpo en un lugar de profundo dolor y vulnerabilidad. Sin embargo, también es el lugar de la resiliencia, la adaptación y, en última instancia, la resistencia. Esto se alinea con tradiciones artísticas que utilizan el cuerpo para explorar luchas sociales y políticas más amplias, donde el dolor individual refleja una condición colectiva.
La serie representa una evolución temática significativa con respecto a su predecesora, desplazando su metáfora central de la marginación social a la resistencia fundacional. Este cambio sutil pero crucial sugiere una visión del cambio social más profunda y quizás más esperanzadora, aunque brutal. El propio título de El marginal definía a sus personajes por su relación con el orden social; existían en la periferia, y su lucha era por labrarse poder y significado dentro de ese espacio liminal. Se definían por su exclusión. En el barro, por el contrario, comienza con un colapso literal y figurado. El transporte se hunde, el viejo mundo es arrastrado por el agua y los personajes regresan a un estado primigenio, cubiertos por la propia tierra. No están en el margen; están en una nueva zona cero. Su nombre elegido, «Las embarradas», no trata de ser forasteras; habla de su propia sustancia. Son «las del barro». Esto invoca un mito de la creación, un nuevo comienzo a partir de los elementos más básicos. Esto resuena profundamente con las tradiciones literarias y culturales latinoamericanas donde el «barro» es una sustancia de creación, pero también de pobreza, lucha y la realidad terrenal de los oprimidos. Esto replantea todo el concepto de resistencia. En El marginal, la resistencia era a menudo un juego de poder cínico y transaccional. En En el barro, la formación del grupo es un acto de pura supervivencia que evoluciona orgánicamente hacia una identidad colectiva. Es una resistencia que no nace de la ambición, sino de una humanidad compartida descubierta en las circunstancias más inhumanas. Esto hace eco de narrativas históricas de resistencia popular, donde nuevas formas de solidaridad surgen del crisol de la opresión compartida. La serie, por lo tanto, parece estar argumentando algo más fundamental: que los lazos sociales verdaderamente transformadores no se forjan desafiando a un centro desde los márgenes, sino que nacen de la disolución completa del viejo orden, del barro de la crisis.
Una base brutal y prometedora
En el barro se estrena como una serie segura de sí misma, cinematográficamente sofisticada e inquebrantablemente brutal. Hereda con éxito la estética descarnada y el ADN temático de El marginal, al tiempo que establece de manera decisiva su propio territorio narrativo, distintivo y centrado en la mujer. El episodio de apertura funciona como una poderosa declaración de intenciones, utilizando su visceral incidente incitador para sentar las bases de una compleja exploración del trauma, la supervivencia y la forja de una nueva identidad colectiva frente a la hostilidad sistémica. La dirección es segura, los valores de producción son excepcionalmente altos para el género y el elenco demuestra una química inmediata y convincente.
Aunque rinde homenaje a su célebre linaje, En el barro claramente no se contenta con ser una simple repetición. Al sumergir a sus personajes, y por extensión a su audiencia, en el «barro» elemental, plantea una pregunta más profunda y urgente. Va más allá de preguntar cómo se sobrevive en los márgenes de un sistema roto y, en cambio, interroga cómo se puede construir un mundo nuevo —con nuevos códigos, nuevas lealtades y nuevas formas de solidaridad— a partir de los escombros del viejo. La serie ha sentado una base formidable y sangrienta para lo que promete ser uno de los dramas más absorbentes y temáticamente ricos del año.
La serie de ocho episodios se estrenó mundialmente en Netflix el 14 de agosto de 2025.

