El amor. Ese sentimiento que todos queremos que aparezca en nuestras vidas y nos dé ilusión, confianza, protección y tantas cosas bellas que lleva consigo. El amor de una pareja que dure toda la vida y nos haga despertarnos con una sonrisa y conservarla en nuestro rostro hasta el anochecer. Qué sería de nosotros sin amor…
A lo largo de la historia del cine, han sido muchas las películas cuyo tema central, el amor, nos ha hecho soñar con vivir aquello que veíamos en la pantalla. Hemos cambiado nuestras vidas por las de los protagonistas que, tras superar arduas circunstancias, llegaban a encontrarse con la persona amada.
La experiencia de sentir ese amor de película nos ha llevado a ser besados en todos y cada uno de los fotogramas censurados de Cinema Paradiso, a viajar a otros países y ser la institutriz que baila en El Rey y Yo, o incluso ser el propio rey. ¿Qué magia tiene el cine para imbuirnos de tal manera y hacernos sentir amados?
Quizás el amor sea el más bello de los sentimientos, el más puro y el cine consiga que se haga realidad por unos instantes. Incluso al terminar la película, seguimos creyendo que algo como lo que acabamos de ver nos puede pasar a nosotros.
La realidad no es como el cine (puede que en algunos casos sí lo sea) y nuestras vidas siguen en la monotonía, haciendo de nuestro día a día un bucle del que nos es imposible salir. Hasta que, queriendo o sin quererlo, encontramos a una persona que nos hace sentir esas mariposas y sabemos que es lo que buscábamos.
Nunca será como en el cine. Nunca sonará música ni será el escenario que habíamos pensado. Pero el amor llamará a nuestra puerta y la abriremos. Quizás exijamos a la vida demasiado, quizás esperemos que la ficción se haga realidad. Nos gustaría ser Audrey Hepburn cantando Moon River en la ventana en Desayuno con Diamantes y que George Peppard nos mirara como la miró a ella y, pensando en cómo nos gustaría que fuera, se nos escapa lo que está siendo en realidad: amor.
No habrá héroes que luchen por su amada como en La Princesa Prometida, ni morirán en aguas heladas y suplantarán su personalidad como en Titanic; pero estarán ahí, a nuestro lado y será un amor verdadero, real, que nos sacará del bucle en el que permanecíamos.
El cine nos muestra la cara más hermosa del amor: el encuentro, las miradas, las primeras caricias… pero ahí termina todo y la vida continúa. Creo que es bueno dejarse llevar durante una hora y media y convertirse en esa persona de la pantalla que ríe y llora por amor. Hora y media, el resto es nuestra vida, la real, la de cada día y, si hemos sido afortunados y hemos encontrado a la persona que nos acompañará en nuestro camino, sintamos ese amor, disfrutémoslo y dejemos la ficción a un lado y volvamos a la realidad para continuar el viaje y vivir aquello que dará luz y, porque no, también sombras a nuestro caminar: el amor.