La película, Encantadora de tiburones, se centra en la figura polarizante de Ocean Ramsey, una conservacionista marina y personalidad de las redes sociales cuyo trabajo ha desatado tanto fascinación global como un feroz debate. Dirigido por James Reed, junto a J.P. Stiles y Harrison Macks, el documental va más allá del formato tradicional de película de naturaleza para presentar una mirada inquebrantable a uno de los temas más polémicos del ecologismo actual. El proyecto, producido por Boardwalk Pictures y Underdog Films, aprovecha el prestigio del trabajo anterior de Reed para atraer al público a un examen mucho más complejo y moralmente ambiguo de la relación entre humanos y animales.
En el centro del espectáculo: una misión para decodificar a los depredadores
La narrativa del documental se ancla en Ocean Ramsey y su misión declarada de alterar fundamentalmente la percepción pública de los tiburones. La película la retrata como impulsada por el deseo de «salir de la jaula», tanto literal como metafóricamente, para interactuar directamente con depredadores ápice como los grandes tiburones blancos y los tiburones tigre en su hábitat natural. Su objetivo, tal como se articula en la película, es decodificar el lenguaje y el comportamiento de los tiburones a través de una interacción cercana y sin protección, con la esperanza de desmantelar la imagen culturalmente arraigada de los tiburones como monstruos sin mente. Esta misión tiene sus raíces en su origen como conservacionista nacida en Hawái y cofundadora de la empresa de buceo One Ocean Diving. El núcleo visual de la película se construye en torno a una impresionante cinematografía submarina que captura estos encuentros, que Ramsey ha utilizado para construir un seguimiento global masivo, convirtiéndola en lo que el documental denomina un «pararrayos de las redes sociales». Su trabajo se presenta como una confrontación directa con una narrativa cultural moldeada en gran medida por Hollywood. El espectáculo de una mujer nadando libremente junto a un gran tiburón blanco sirve como una poderosa forma de contraprogramación cultural, una imagen diseñada para sobreescribir décadas de medios basados en el miedo. El documental se centra en cómo sus videos virales son una herramienta consciente en una batalla de narrativas, donde las imágenes potentes y compartibles son el arma principal contra una fobia profundamente arraigada. La perspectiva de Ramsey, tal como se presenta en la película, es que la humanidad debe aprender a adaptarse al papel depredador de los tiburones en lugar de seguir temiéndolos y vilipendiándolos.

La línea de falla de la conservación moderna: ¿defensora o ‘influencer’?
La tensión central del documental se construye en torno a una única pregunta polarizante: ¿Es Ocean Ramsey una defensora intrépida o una ‘influencer’ imprudente? La película desglosa meticulosamente esta dualidad, presentando los argumentos de ambos lados sin tomar una postura definitiva. Para sus seguidores, es una «reina de la conservación», una voz apasionada por los animales incomprendidos cuyo trabajo produce resultados tangibles. La película destaca su papel como un «poderoso agente de cambio», señalando específicamente sus exitosos esfuerzos legislativos, que fueron fundamentales para aprobar una prohibición de la matanza de tiburones en el estado de Hawái. La propia Ramsey defiende sus métodos señalando este logro, junto con su divulgación educativa e iniciativas de limpieza ambiental, como prueba de que su misión no está impulsada por una búsqueda de «influencia» o «me gusta».
Por el contrario, el documental da el mismo peso a sus críticos, que la ven como la encarnación de una tendencia preocupante: «la autopromoción disfrazada de ecologismo». Esta perspectiva, expresada en la película por biólogos marinos y otros conservacionistas preocupados, sugiere que ella desdibuja la línea entre salvar el planeta y buscar el protagonismo. La crítica se basa en la idea de que sus interacciones de alto riesgo y sin jaula son una forma de espectáculo que podría ponerla en peligro tanto a ella como a los animales, todo mientras alimenta las demandas de las redes sociales de contenido cada vez más dramático. La película sugiere que este conflicto no es exclusivo de Ramsey, sino que es una crisis emergente para todo el campo de la conservación en la era digital. Los mismos mecanismos de la economía de los ‘influencers’ que le proporcionan una plataforma global (contenido viral, marca personal y atención mediática) son los mismos que la exponen a acusaciones de autopromoción egocéntrica. El documental postula que su influencia y sus éxitos legislativos están inextricablemente ligados a los controvertidos métodos que emplea, presentando una «nueva forma de conservación donde la ciencia, el activismo y la autopromoción se cruzan». Obliga al espectador a enfrentar la incómoda posibilidad de que, en el siglo XXI, la defensa eficaz pueda requerir herramientas que son inherentemente complejas desde el punto de vista ético.
Encantadora de tiburones se distingue por funcionar no como una simple biografía o hagiografía, sino como un estudio de personaje matizado y polifónico. Los directores tejen un complejo tapiz de perspectivas, asegurando que la narrativa de Ramsey sea constantemente contextualizada, desafiada y enriquecida por un coro de otras voces. La película complementa imágenes íntimas de las inmersiones de Ramsey con entrevistas sinceras de una amplia gama de partes interesadas, incluyendo biólogos marinos, poseedores de conocimientos indígenas y otros conservacionistas, cuyas opiniones son tanto de apoyo como de disenso. Esta elección estructural es fundamental para el tono objetivo de la película, llevando la discusión más allá de un individuo para enmarcar una conversación más amplia sobre la ética de la interacción con la vida silvestre, la integridad de la ciencia ecológica y el poderoso papel de los medios en la configuración de la percepción pública.
La inclusión de «compañeros conservacionistas» permite a la película explorar diferentes modelos de activismo dentro del campo de la interacción entre humanos y tiburones. El trabajo de especialistas como Cristina Zenato, conocida por su propia y única relación práctica con los tiburones de arrecife del Caribe y que fue fundamental en la campaña para convertir las Bahamas en un santuario de tiburones, proporciona un contexto más amplio para la comunidad en la que opera Ramsey. Al colocar los datos empíricos de los científicos y la sabiduría ancestral de los líderes indígenas junto a la carismática narrativa mediática de Ramsey, el documental crea un microcosmos del mismo ecosistema que está analizando. Obliga a diferentes formas de conocimiento y autoridad a entrar en conversación directa, incitando a la audiencia a sopesar activamente la validez de la perspectiva de cada narrador. La construcción de la película es, por lo tanto, tan significativa como su contenido; no se limita a informar sobre un debate, sino que sumerge al espectador en él.
Más allá de una mujer: las grandes preguntas sobre la naturaleza
En última instancia, Encantadora de tiburones amplía su enfoque de la historia de una mujer a las preguntas urgentes y universales que su trabajo provoca. El documental concluye que no se trata solo de una historia sobre tiburones, sino de un profundo examen de «cómo elegimos contar historias: sobre la naturaleza, sobre nosotros mismos y sobre lo que estamos dispuestos a arriesgar para ser escuchados». Desafía a los espectadores a considerar críticamente a quién se le da el poder de moldear la percepción pública del mundo natural y cuáles son las consecuencias en el mundo real de esas narrativas. Para fundamentar esta investigación filosófica, la película presenta una estadística cruda y aleccionadora: los humanos son responsables de matar aproximadamente 100 millones de tiburones cada año, mientras que los tiburones matan a menos de 10 personas anualmente. Este hecho transforma el conflicto central de un debate académico a un asunto de apremiante importancia ecológica, subrayando lo mucho que está en juego en el movimiento de conservación. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que deja a la audiencia lidiando con las complejas y vitales preguntas que plantea sobre el futuro de la defensa del medio ambiente en un mundo saturado de medios.
Encantadora de tiburones se estrenó mundialmente en Netflix el 30 de junio.