Imagina que te preparas para una noche de relax, listo para continuar con tu serie favorita en tu plataforma de streaming de cabecera, solo para descubrir que ha desaparecido sin dejar rastro. O quizás esperabas con impaciencia la nueva temporada de una serie aclamada por la crítica, para acabar leyendo que ha sido cancelada abruptamente tras una o dos entregas. No se trata de incidentes aislados, sino de los síntomas de una profunda reorganización que está sacudiendo los cimientos del entretenimiento digital. Este fenómeno, en el que contenidos queridos parecen desvanecerse en el éter digital mientras el coste de las suscripciones aumenta y proliferan nuevos planes con publicidad, es un componente central de lo que los observadores de la industria denominan «La Gran Corrección del Streaming».
El atractivo inicial del streaming era una biblioteca de contenidos aparentemente infinita a un precio relativamente bajo, a menudo sin la interrupción de los anuncios. Sin embargo, esta «fiebre del oro» fomentó en los espectadores la expectativa de que dicho modelo era el estándar permanente. La «corrección» actual significa un cambio drástico, ya que los servicios de streaming están retractándose de muchas de esas promesas iniciales —eliminando contenidos, subiendo precios e introduciendo anuncios— en un intento por alcanzar la estabilidad financiera a largo plazo. No se trata de un mero ajuste de la industria, sino de un reajuste fundamental de las expectativas de los consumidores sobre el verdadero coste y la naturaleza del entretenimiento en streaming, abandonando una propuesta de valor artificialmente inflada que demostró ser insostenible. Este artículo profundizará en las complejas razones detrás de estos cambios, explorará lo que significan para las series que te encantan y analizará cómo esta corrección está redefiniendo el futuro de nuestro consumo televisivo.
Del auge a la crisis: desgranando la «Gran Corrección del Streaming»
El término «Gran Corrección del Streaming» marca una fase de recalibración dolorosa pero necesaria para una industria que aún se recupera del agresivo expansionismo de la «guerra del streaming». Durante años, el mantra predominante fue el crecimiento incesante de suscriptores, perseguido a casi cualquier coste. Gigantes de los medios y empresas tecnológicas por igual invirtieron miles de millones de dólares en la creación de contenido original y en la expansión global de sus servicios, lo que a menudo derivó en planes frustrados, inversiones masivas, plazos de rentabilidad alargados y, en última instancia, pérdidas financieras cada vez más profundas. Esta era se caracterizó por frecuentes cambios de liderazgo en actores principales como Disney y Warner Bros. Discovery, reflejando la inestabilidad y el alto riesgo que implicaba. Sin embargo, la paciencia de Wall Street ante las pérdidas perpetuas en nombre del crecimiento se ha agotado. El enfoque estratégico ha pivotado drásticamente de la caza de suscriptores a la consecución de una rentabilidad tangible y la construcción de modelos de negocio sostenibles. Los actores de los medios tradicionales están ahora bajo una intensa presión para que sus plataformas directas al consumidor sean rentables, y algunos ya empiezan a mostrar beneficios trimestrales o, al menos, a reducir sus pérdidas en el streaming. Este cambio no es solo una desaceleración temporal; representa una reconsideración fundamental de la economía del streaming, pasando de un período impulsado por hipótesis sobre la captura de mercado a uno donde las mejores prácticas para la supervivencia se están clarificando y adoptando universalmente.
Los indicadores de esta corrección son numerosos y evidentes. Tras un importante auge de suscripciones impulsado por la pandemia de COVID-19, el crecimiento global de suscriptores se ha ralentizado notablemente. Más alarmante aún, la tasa de cancelación de suscripciones, o «churn», se ha disparado. El «churn» a nivel industrial alcanzó una media del 5,15% de todos los suscriptores cada mes en 2022, casi el doble de la media del 3,04% de 2019. En consecuencia, la permanencia media de un cliente ha caído en picado de 33 meses a solo 19,3 meses, lo que otorga a los servicios de streaming mucho menos tiempo para recuperar sus sustanciales inversiones en contenido y marketing. En 2022, mientras que los hogares estadounidenses sumaron 180 millones de nuevas suscripciones, también cancelaron 100 millones, un aumento de 27 millones de cancelaciones interanuales. Esto redujo el número neto de suscripciones añadidas de 90 millones en 2021 a 81 millones en 2022. Una parte creciente de estas nuevas adquisiciones de suscriptores está resultando no rentable, especialmente si se excluye al líder del mercado, Netflix, que presume de tasas de «churn» más bajas. Esta tensión financiera se ve agravada por una «fatiga del streaming» generalizada. Los consumidores se sienten abrumados por la ingente cantidad de servicios disponibles, una «maraña» difícil y cada vez más cara de gestionar. Según una encuesta reciente, el 27,8% de los estadounidenses afirma experimentar esta fatiga, y muchos se oponen a las constantes subidas de tarifas y a nuevas restricciones como las medidas enérgicas contra las contraseñas compartidas. Esta «Corrección» es más que un simple ajuste financiero; es un claro síntoma de un mercado en maduración que está alcanzando puntos de saturación naturales. La era anterior vio una infravaloración del contenido en la frenética carrera por los suscriptores, priorizando la cuota de mercado sobre una economía unitaria sostenible. El dolor financiero y los cambios estratégicos actuales son una consecuencia directa de estas estrategias pasadas, donde el verdadero coste de la creación y distribución de contenidos no se reflejaba adecuadamente en los precios de las suscripciones. El mercado está forzando ahora una valoración más realista del contenido y un precio sostenible para el acceso, alejándose de las ofertas iniciales de bajo precio y alto volumen que caracterizaron la «guerra del streaming».
La purga de contenidos: por qué desaparecen tus series favoritas
Una de las manifestaciones más visibles y controvertidas de la Gran Corrección del Streaming es la «purga de contenidos». Series, incluyendo producciones originales y películas aclamadas por la crítica, están siendo eliminadas sistemáticamente de las bibliotecas de streaming, a veces con poco o ningún aviso. Los motivos principales detrás de esto son puramente financieros. A medida que los servicios de streaming se enfrentan a una presión creciente para alcanzar la rentabilidad, están examinando cada partida de gastos, y el contenido que no está rindiendo lo suficiente está en el punto de mira. Las empresas pueden lograr ahorros significativos eliminando contenido de bajo rendimiento. Estos ahorros pueden provenir de varias vías, incluyendo deducciones fiscales y ajustes en los calendarios de amortización de contenido. Si un estudio determina que una pieza de contenido está generando menos ingresos (a través de nuevas suscripciones, retención de suscriptores o compras de anuncios) de lo que cuesta mantenerla (incluyendo royalties, licencias e incluso almacenamiento de datos), puede resultar más ventajoso financieramente eliminarla. En algunos casos, la empresa puede entonces amortizar el valor restante de ese contenido como una pérdida, lo que puede reducir su base imponible. Disney, por ejemplo, reveló que incurriría en un cargo por deterioro de 1.500 millones de dólares debido a la eliminación de contenido de sus plataformas, con advertencias de futuras eliminaciones. Warner Bros. Discovery también llevó a cabo una importante purga de contenido tras su fusión, según se informa, para ahorrar en pagos residuales y otros costes, y para aprovechar potencialmente beneficios fiscales únicos en escenarios post-fusión.
Para entender uno de los mecanismos financieros en juego, consideremos la amortización del contenido. Cuando un servicio de streaming produce o licencia una serie, representa un coste inicial significativo, tratado como un activo en su balance. En lugar de deducir este coste completo de sus ingresos de inmediato, las empresas lo distribuyen a lo largo de la vida útil esperada del contenido, basándose normalmente en patrones de visionado históricos y estimados. Este proceso se llama amortización. La mayor parte del contenido se amortiza de forma acelerada, lo que significa que una mayor parte del coste se reconoce en los primeros años de su disponibilidad. De media, se espera que más del 90% de un activo de contenido licenciado o producido para streaming se amortice en los cuatro años siguientes a su lanzamiento. Si una serie es retirada del servicio antes de ser completamente amortizada y se considera que no tiene más potencial de generar ingresos (por ejemplo, no se licenciará en otro lugar), el coste no amortizado restante puede a veces ser cancelado más rápidamente o reconocido como un deterioro, lo que puede contribuir a estas pérdidas fiscalmente beneficiosas.
Más allá de los beneficios fiscales y de amortización directos, la eliminación de series de las bibliotecas de streaming tiene un impacto profundo e inmediato en los creadores —guionistas, actores, directores y otros talentos— que dieron vida a estas historias. Una parte significativa de su estructura de compensación a menudo incluye pagos residuales, que son honorarios pagados por el uso o exhibición continuada de su trabajo. En la era del streaming, estos pagos residuales suelen ser ya menos sustanciales y están estructurados de manera diferente a los de la televisión tradicional, donde las reposiciones y la sindicación podían proporcionar un flujo de ingresos constante durante años. Para el contenido hecho para streaming, los guionistas, por ejemplo, podrían recibir una tarifa plana por cada año que el contenido esté disponible en el servicio. Cuando una serie se elimina, estos pagos residuales pueden cesar abruptamente. Esto no solo devalúa el valor continuo del trabajo creativo, sino que también crea dificultades financieras significativas para muchos en la industria, privándolos de ingresos anticipados y, en algunos casos, afectando incluso a su elegibilidad para el seguro médico del sindicato, que puede estar vinculado a umbrales de ingresos mínimos. La disminución de los residuales y la práctica de la eliminación de contenido han sido puntos importantes de contención en las recientes negociaciones laborales y huelgas de los gremios de Hollywood como el Gremio de Guionistas de América (WGA) y SAG-AFTRA. La estrategia de purgar contenido, si bien ofrece optimizaciones financieras a corto plazo como deducciones fiscales y ahorros en pagos residuales, conlleva un riesgo sustancial de infligir un daño de marca a largo plazo a los servicios de streaming. Cada eliminación erosiona la confianza del consumidor y rompe la percepción de permanencia y fiabilidad de las bibliotecas digitales. Si los suscriptores no pueden confiar en que una plataforma albergue de forma consistente el contenido que valoran, la propuesta fundamental de pagar por el acceso a esa biblioteca se debilita. Esto podría, inadvertidamente, dirigir a los consumidores de nuevo hacia la compra de formato físico o incluso a buscar contenido a través de canales no oficiales y pirateados para asegurar un acceso fiable y permanente a las series y películas que aprecian. El sentimiento de que «el formato físico es la mejor opción» ya es palpable entre algunos espectadores, lo que sugiere que las ganancias financieras a corto plazo de las purgas de contenido podrían conducir a un declive a más largo plazo en la lealtad de los suscriptores y a un posible cambio en cómo los consumidores eligen acceder y poseer los medios.
La reacción de los espectadores: fatiga, frustración y pérdida de confianza
La explosión inicial de servicios de streaming, cada uno compitiendo por una porción del mercado, ha creado inadvertidamente una «maraña» que muchos consumidores encuentran abrumadora y cada vez más cara de navegar. Este fenómeno, ampliamente denominado «fatiga del streaming», se caracteriza por una sensación de estar inundado por la ingente cantidad de aplicaciones disponibles y la presión constante de tener que hacer malabares con múltiples suscripciones para acceder al contenido deseado. Según una encuesta de Deloitte, casi la mitad (47%) de los consumidores sienten que pagan demasiado por los servicios de streaming que utilizan, y un significativo 41% cree que el contenido disponible no vale el precio creciente, un aumento de 5 puntos porcentuales en la insatisfacción desde 2024. Este creciente descontento se ve avivado por las incesantes subidas de precios en varias plataformas y las controvertidas medidas enérgicas contra el uso compartido de contraseñas, estrategias implementadas para aumentar los ingresos pero que a menudo son percibidas por los usuarios como una disminución del valor. Una subida de precio de solo 5 dólares probablemente haría que el 60% de los consumidores cancelaran su servicio favorito.
Un golpe psicológico fundamental para muchos espectadores es la creciente conciencia de que su cuota de suscripción mensual no equivale a ninguna forma de acceso permanente o propiedad del contenido dentro de la biblioteca de un servicio de streaming. A medida que las plataformas demuestran su disposición a eliminar series y películas a su discreción —a menudo por razones financieras opacas—, la «ilusión de propiedad» que muchos consumidores habían llegado a asociar con estas vastas colecciones digitales se hace añicos. Esta imprevisibilidad significa que los espectadores ya no pueden confiar en que sus plataformas preferidas sean archivos estables y fiables del contenido que disfrutan. Esto puede llevar a un profundo sentimiento de traición, frustración e inseguridad sobre el valor a largo plazo de sus suscripciones.
En respuesta directa a los costes crecientes, la inestabilidad del contenido y el enorme volumen de opciones, los consumidores están adoptando enfoques más estratégicos, y podría decirse que más cínicos, para gestionar sus suscripciones de streaming. El fenómeno del «churn and return» —donde los usuarios se suscriben a un servicio para ver una serie o temporada específica y luego cancelan rápidamente, solo para volver a suscribirse más tarde cuando aparece nuevo contenido imprescindible— se está volviendo cada vez más frecuente. En los últimos seis meses, el 39% de los consumidores canceló al menos un servicio de SVOD de pago, una tasa que supera el 50% para los suscriptores de la Generación Z y los millennials. De ellos, el 24% de todos los consumidores (y el 40% de la Gen Z, el 35% de los millennials) practicaron el «churn and return» al cancelar y luego renovar la misma suscripción en ese período de seis meses. Este cambio de comportamiento, junto con una disminución reportada del 23% en el gasto medio de los estadounidenses en suscripciones de streaming en 2024 en comparación con 2023, señala un alejamiento de las suscripciones leales y continuas hacia un compromiso más táctico, intermitente y consciente de los costes con las plataformas de streaming. Aunque el «churn and return» ofrece a los consumidores una forma de gestionar los costes crecientes y acceder a contenido específico de manera más asequible, presenta un desafío significativo para los servicios de streaming. Este comportamiento desestabiliza las previsiones de suscriptores y los ingresos, haciendo que la planificación financiera a largo plazo y las inversiones sustanciales en contenido original caro y de varias temporadas sean inherentemente más arriesgadas. Si una plataforma no puede predecir de manera fiable su base de suscriptores o su flujo de ingresos de un mes a otro, comprometerse con producciones de alto presupuesto se convierte en una apuesta más precaria. Paradójicamente, esto podría llevar a los servicios de streaming a adoptar estrategias de contenido aún más conservadoras, favoreciendo series con menores costes de producción, temporadas más cortas o una mayor dependencia de contenido licenciado, lo que podría alterar aún más el panorama de la programación disponible y el valor percibido.
El poder unilateral de las plataformas de streaming para eliminar contenido, incluyendo programas educativos, infantiles y obras de importancia cultural, plantea serias preocupaciones sobre una nueva forma de censura impulsada por las corporaciones. Cuando un CEO o el titular de los derechos de autor puede decidir hacer que un medio sea públicamente inaccesible, a menudo con una transparencia mínima, pone en riesgo a muchas obras queridas e importantes de convertirse en «lost media» (medios perdidos), borrándolas efectivamente del registro cultural accesible. Esto es particularmente preocupante para contenidos que pueden explorar temas controvertidos, presentar puntos de vista disidentes o dar voz a colectivos marginados. El control sobre el acceso público a los medios se desplaza de una esfera más amplia y distribuida (como ocurría con la propiedad generalizada de formatos físicos) a unas pocas y poderosas entidades corporativas, lo que podría sofocar la libertad creativa y limitar la diversidad de las narrativas disponibles.
La crisis de los creadores: cuando tu trabajo se desvanece en el aire
Para los guionistas, actores, directores y un sinfín de otros profesionales creativos involucrados en la producción de cine y televisión, ver su trabajo retirado sin contemplaciones de las plataformas de streaming es a menudo una afrenta profundamente personal y profesional. Brigitte Muñoz-Liebowitz, la showrunner de Gordita Chronicles, que fue eliminada de HBO Max, expresó este dolor, afirmando que se sintió «avergonzada» y que la eliminación «hizo que pareciera que no era lo suficientemente buena para estar ahí». Este sentimiento de devaluación y conmoción resuena ampliamente en todo Hollywood. Matt Belloni de Puck News señaló que la comunidad creativa se quedó en un «estado de estupefacción», ya que la expectativa cultivada durante el auge del streaming —que su trabajo perduraría digitalmente, incluso si una serie era cancelada— fue repentina y brutalmente revocada. John Bickerstaff, guionista de Willow de Disney, que también fue purgada, lamentó en las redes sociales que el negocio se había vuelto «absolutamente cruel». Cineastas de renombre como Rian Johnson han calificado la práctica de «horrible».
Más allá del impacto emocional, la eliminación de series supone un golpe financiero directo y a menudo severo para los creadores al terminar con los pagos residuales. Los residuales, las tarifas pagadas al talento por la exhibición o reutilización continua de su trabajo, forman un componente crítico de sus ingresos, particularmente en una industria caracterizada por el empleo basado en proyectos. Aunque los residuales del streaming a menudo están estructurados de manera diferente y pueden ser menos lucrativos que los de la sindicación de la televisión tradicional, todavía representan una fuente de ingresos vital, especialmente a medida que el panorama de la televisión tradicional continúa contrayéndose. El Gremio de Guionistas de América (WGA) estimó que sus miembros ganaron alrededor de 27 millones de dólares por residuales de streaming en 2021. Cuando las series son purgadas de las plataformas, esta fuente de ingresos puede desaparecer de la noche a la mañana, exacerbando la precariedad financiera de muchos creadores y contribuyendo a las tensiones vistas en las recientes disputas laborales y huelgas. Para algunos actores, estos pagos residuales son cruciales para cumplir con los requisitos de ganancias para mantener su cobertura de seguro médico del sindicato.
La purga de contenidos se extiende más allá de los impactos financieros y emocionales individuales, planteando preocupaciones más amplias entre los creadores y los comentaristas culturales sobre la preservación del arte y la integridad de nuestro registro cultural colectivo. Si las series de televisión y las películas pueden ser efectivamente «borradas de la memoria» —un término utilizado por The Hollywood Reporter— por razones puramente comerciales o fiscales, existe un riesgo significativo de perder permanentemente obras creativas valiosas. Esto es especialmente preocupante para proyectos que defienden voces marginadas, ofrecen visiones artísticas únicas o abordan temas poco convencionales, ya que estos pueden ser considerados menos viables comercialmente o más prescindibles en las campañas de reducción de costes. Esta práctica transforma las plataformas de streaming de percibidos archivos digitales a escaparates efímeros, donde los motivos de lucro y los rendimientos para los accionistas priman sobre la preservación a largo plazo y la accesibilidad de las obras creativas. La creciente impermanencia y la devaluación percibida del trabajo creativo en la era del streaming, evidenciadas crudamente por las purgas de contenido y la erosión de los pagos residuales, pueden tener un efecto disuasorio sobre la asunción de riesgos y la originalidad en la creación de contenido. Si los creadores y los estudios que los financian anticipan que su trabajo podría desaparecer rápidamente o generar rendimientos financieros mínimos a largo plazo, existe un fuerte incentivo para gravitar hacia proyectos más seguros y formulistas. Estos proyectos suelen ser aquellos que se perciben con un atractivo inmediato y amplio y un perfil de riesgo más bajo. Esto podría conducir inadvertidamente a una homogeneización del contenido, donde la narrativa única, desafiante o de nicho queda relegada en favor de géneros predecibles y propiedades intelectuales establecidas. Como señaló un observador de la industria, negarse a tomar riesgos hará que sea más difícil tomar riesgos en el futuro, lo que podría llevar a una «espiral de muerte corporativa» de rendimientos creativos decrecientes.
El futuro de tu lista de series: adaptándose a la nueva realidad del streaming
Las realidades financieras que sustentan la «Gran Corrección del Streaming» están moldeando directamente los servicios ofrecidos a los espectadores y las estrategias que las plataformas están empleando para sobrevivir y prosperar. Una instantánea del rendimiento de los principales gigantes del streaming a principios de 2025 revela una mezcla de crecimiento de suscriptores, cambios en los ingresos y un impulso universal hacia la rentabilidad.
A medida que el crecimiento de los ingresos por suscripción comienza a estancarse para muchos servicios, la publicidad está emergiendo rápidamente como un pilar crítico del modelo de negocio del streaming. La mayoría de las principales plataformas, incluyendo pioneras como Netflix y gigantes como Disney+, ya han lanzado planes de suscripción más baratos con publicidad, y la adopción por parte de los consumidores ha sido significativa. Sorprendentemente, entre el primer trimestre de 2023 y el primer trimestre de 2025, un total del 71% de todas las nuevas suscripciones netas de streaming en EE. UU. fueron para estos planes con publicidad. A marzo de 2025, casi la mitad (46%) de todas las suscripciones de SVOD en EE. UU. eran de planes que incluyen publicidad. Si bien estos niveles ofrecen a los consumidores un punto de entrada de menor coste al contenido premium, también marcan un claro regreso a una experiencia de visualización basada en la publicidad que muchos esperaban escapar al cortar el cordón de la televisión por cable tradicional. Las proyecciones indican que la dependencia de los ingresos por publicidad solo crecerá; Peacock, por ejemplo, anticipa que el 84% de sus espectadores estarán en planes con publicidad en 2025, y los analistas predicen que los ingresos por publicidad de Netflix podrían aumentar más del 100% en el mismo año.
Paralelamente al auge de los planes con publicidad dentro de los servicios de pago, los canales de televisión en streaming gratuitos con publicidad (FAST, por sus siglas en inglés) están experimentando un aumento espectacular de popularidad. Plataformas como Pluto TV, Tubi y The Roku Channel, que ofrecen una mezcla de canales de estilo lineal y contenido bajo demanda sin coste de suscripción (sostenidos enteramente por publicidad), están capturando rápidamente la atención de los espectadores y los dólares de la publicidad. Se proyectaba que los ingresos del mercado global de FAST alcanzarían los 11.680 millones de dólares en 2025, con pronósticos que anticipan una base de usuarios global de 1.100 millones para 2029. Este crecimiento está impulsado por el deseo de los consumidores de opciones de entretenimiento rentables y una biblioteca de contenido en expansión que desafía cada vez más el estereotipo de que los servicios FAST solo ofrecen reposiciones anticuadas. Más del 70% del contenido disponible en las plataformas FAST fue producido después de 2010. Más de la mitad de las audiencias actuales de streaming informan que esperan pasar más tiempo viendo canales FAST en el futuro cercano. El número de canales FAST activos en mercados clave como EE. UU., Reino Unido, Alemania y Canadá casi se ha duplicado desde mediados de 2023, superando los 1.610 canales.
En un esfuerzo por combatir las crecientes tasas de cancelación, simplificar una experiencia de usuario fragmentada y ofrecer más valor percibido, la estrategia de agrupar servicios está regresando con fuerza. Esta tendencia se manifiesta de múltiples maneras: las compañías tradicionales de cable y telecomunicaciones ofrecen paquetes que incluyen suscripciones a servicios de streaming populares como Disney+ y Max, y los propios proveedores de streaming están creando paquetes de múltiples servicios, como la oferta con descuento que incluye Disney+, Hulu y Max. Estos «paquetes» se están convirtiendo cada vez más en los principales impulsores de nuevas altas, superando en algunos casos el atractivo del contenido original exclusivo. Según Hub Entertainment Research, el porcentaje de consumidores que pagan por tres o más de los principales servicios de streaming disminuyó del 61% en 2024 al 52% en 2025, a medida que los usuarios se vuelven más selectivos. Si bien estos paquetes pueden ofrecer ahorros de costes y la conveniencia de una facturación o acceso centralizado, su proliferación está irónicamente llevando al panorama del streaming a reflejar la compleja estructura de múltiples niveles de los paquetes de televisión por cable de los que muchos consumidores buscaron escapar inicialmente. Las plataformas agregadoras, como Amazon Prime Video Channels y la tienda de The Roku Channel, también están ganando terreno al permitir a los usuarios descubrir, suscribirse y gestionar múltiples servicios de streaming dentro de una única interfaz, simplificando la navegación y el pago. Los consumidores que utilizan dichos agregadores tienden a suscribirse a un número significativamente mayor de servicios de media, lo que subraya el atractivo de este enfoque centralizado. El ascenso concurrente de los canales FAST, que ofrecen contenido totalmente gratuito y con publicidad, y los paquetes premium, que combinan múltiples servicios de pago por un precio consolidado, sugiere una bifurcación significativa del mercado del streaming. Los consumidores parecen gravitar cada vez más hacia dos polos distintos: optar por experiencias de visualización completamente gratuitas y tolerantes a la publicidad o buscar un valor consolidado y un acceso simplificado a una colección de servicios premium. Esto deja a los servicios de vídeo bajo demanda por suscripción (SVOD) independientes de nivel medio en una posición cada vez más precaria. Si los espectadores pueden satisfacer una parte significativa de sus necesidades de entretenimiento de forma gratuita a través de las plataformas FAST, o acceder a una selección curada de contenido premium de alta demanda a través de un paquete con precios competitivos, el incentivo para mantener varias suscripciones SVOD individuales a precio completo disminuye significativamente. Esta presión del mercado podría exprimir a los servicios que no se consideran lo suficientemente «imprescindibles» para ser incluidos en los paquetes premium populares y que carecen de un componente gratuito o con publicidad convincente propio, obligándolos a unirse a los paquetes existentes, lanzar sus propias ofertas FAST o arriesgarse a una pérdida sustancial de suscriptores en un entorno cada vez más consciente del valor.
¿El fin de los maratones de series? El cambiante modelo de estrenos
La práctica del «binge-watching» o maratón de series, popularizada y normalizada en gran medida por Netflix con su revolucionario lanzamiento de la primera temporada completa de House of Cards en 2013, se convirtió en una característica definitoria de la era del streaming. Este modelo, que estrena temporadas completas de series de una sola vez, satisfacía directamente un creciente deseo de los consumidores por la gratificación instantánea, el control sobre sus horarios de visionado y la capacidad de sumergirse por completo en una narrativa sin esperas semanales. La pandemia de COVID-19, con sus prolongados períodos de confinamiento en casa, consolidó aún más los maratones de series como un modo dominante de consumo de contenido. Los espectadores se acostumbraron rápidamente a tener vastos catálogos de series queridas y temporadas nuevas completas de programas anticipados disponibles inmediatamente al alcance de su mano.
Sin embargo, la marea parece estar cambiando. El año 2025 ha sido testigo de un cambio estratégico significativo entre muchos servicios de streaming, con un notable resurgimiento del modelo tradicional de lanzamiento de episodios semanales para algunas de sus series más destacadas y aclamadas por la crítica, como Separación, The White Lotus y The Last of Us. Este regreso deliberado a un calendario de lanzamientos más escalonado está impulsado por varios factores. Los estrenos semanales se consideran una forma de cultivar un compromiso sostenido del espectador durante un período más largo, permitiendo a las audiencias tiempo suficiente para digerir tramas complejas, discutir episodios con amigos y en comunidades en línea, y generar expectación por las siguientes entregas. Este enfoque extiende eficazmente la «vida útil» cultural de una serie, fomentando el tipo de conversaciones de sobremesa y el revuelo continuo que pueden construir una base de fans dedicada y mantener una serie en la conciencia pública durante semanas o incluso meses, en lugar de solo un fin de semana.
Incluso Netflix, el campeón original del modelo de maratón, está experimentando con estrategias de lanzamiento híbridas. Para algunos de sus grandes lanzamientos, como Stranger Things, la plataforma ha dividido las temporadas en dos partes distintas, lanzando un lote de episodios y luego haciendo esperar a los espectadores un período antes de estrenar el resto. Este enfoque representa un intento de encontrar un equilibrio: proporcionar una porción sustancial y maratoneable de contenido para satisfacer la demanda inmediata, al tiempo que se aprovechan los beneficios de una pausa para extender el compromiso del espectador, generar un debate renovado y mantener el interés del suscriptor durante un período más largo. El debate en toda la industria continúa: ¿es la gratificación instantánea del acceso a la temporada completa en última instancia más satisfactoria para los espectadores y beneficiosa para el impacto de una serie, o la anticipación y la experiencia compartida de un viaje episódico semanal crea una conexión más profunda y duradera? El movimiento estratégico para alejarse de un modelo de maratón puro hacia calendarios de lanzamiento semanales o híbridos no se trata únicamente de extender la participación de la audiencia para series emblemáticas individuales. También es una maniobra calculada por los servicios de streaming para abordar el persistente problema de la cancelación de suscriptores y para mejorar el valor percibido continuo de una suscripción. El modelo de maratón, aunque popular, permite a los espectadores muy comprometidos consumir una temporada entera de una serie anticipada muy rápidamente. Una vez que ese contenido específico se agota, y si no hay otra serie «imprescindible» disponible de inmediato en la plataforma, el incentivo para que un suscriptor mantenga su suscripción hasta el próximo gran lanzamiento puede disminuir, lo que podría llevar al comportamiento de «cancelar y volver». Por el contrario, adoptar calendarios de lanzamiento semanales para múltiples series anticipadas crea un calendario continuo de contenido fresco y de alto valor. Esto significa que constantemente hay «algo por lo que volver la próxima semana», fomentando una sensación de valor continuo y haciendo que la suscripción se sienta indispensable durante un período más largo. Al distribuir la entrega de su contenido más preciado, los streamers pretenden que sus servicios sean más «pegajosos», combatiendo así la misma cancelación que la eficiencia del modelo de maratón pudo haber fomentado inadvertidamente.
La bola de cristal: lo que predicen los analistas para el futuro del streaming
A medida que la industria del streaming navega por este período de corrección y transformación, los analistas de la industria observan de cerca las tendencias emergentes y los avances tecnológicos que probablemente definirán su próximo capítulo. Varias tendencias clave están preparadas para remodelar el panorama del streaming. La inteligencia artificial (IA) está a la vanguardia, con predicciones de una hiperpersonalización impulsada por la IA que revolucionará las recomendaciones de contenido, las interfaces de usuario e incluso la publicidad dirigida. Esto incluye el aprovechamiento de la IA y el aprendizaje automático para análisis predictivos que mejoren la eficiencia del flujo de trabajo y la fiabilidad de las ofertas de servicios. La importancia de los datos de origen (first-party data) para comprender los comportamientos y preferencias matizados de la audiencia crecerá, capacitando a las plataformas para personalizar dinámicamente el contenido y las experiencias de usuario. Se anticipa ampliamente una mayor consolidación del mercado a través de fusiones, adquisiciones y colaboraciones estratégicas, a medida que las empresas buscan la escala necesaria para competir a nivel mundial y lograr una rentabilidad sostenible. La sostenibilidad, que abarca tanto preocupaciones medioambientales como la huella de carbono de los centros de datos y las redes de distribución de contenido, como la sostenibilidad financiera a través de un riguroso control de costes, se está convirtiendo en un imperativo operativo crítico. El contenido interactivo y la gamificación también están emergiendo como tendencias significativas, con el objetivo de transformar la visualización pasiva en una participación más activa y atractiva. Además, se espera que los cambios regulatorios en torno a las cuotas de contenido local, la privacidad de los datos e incluso la estandarización del volumen de audio en todas las plataformas requieran una adaptación por parte de los streamers.
La influencia de las grandes empresas tecnológicas y las plataformas de redes sociales en el ecosistema del entretenimiento continúa expandiéndose drásticamente. YouTube, propiedad de Alphabet, ha surgido como una fuerza dominante en el tiempo total de visionado de televisión, con datos de Nielsen de abril de 2025 que muestran que capturó el 12,4% del tiempo de televisión de las audiencias, marcando su tercer mes consecutivo liderando el ranking de distribuidores de medios. Este compromiso ha llevado a los analistas de MoffettNathanson a coronar a YouTube como el «Nuevo Rey de Todos los Medios», estimando que su valor independiente podría ser de hasta 550.000 millones de dólares y prediciendo que se convertirá en la principal compañía de medios por ingresos en 2025. Las plataformas de redes sociales ya no solo compiten por el tiempo de los espectadores; se están convirtiendo en motores principales para el descubrimiento de contenido, particularmente para los grupos demográficos más jóvenes. Un estudio de Deloitte encontró que el 56% de la Generación Z y el 43% de los millennials encuentran el contenido de las redes sociales más relevante que las series y películas tradicionales, y más de la mitad obtiene mejores recomendaciones sobre qué ver de las redes sociales. Esto posiciona a las plataformas sociales como nexos cruciales para la notoriedad y el hype, influyendo en lo que se ve en los servicios de streaming tradicionales. La creciente dependencia de sofisticados algoritmos de IA para la personalización y recomendación de contenido, aunque diseñada para mejorar la experiencia del usuario y las tasas de retención, conlleva un riesgo inherente. A medida que estos sistemas se vuelven más adeptos a adaptar los feeds de contenido a las preferencias individuales de los usuarios, pueden crear inadvertidamente «burbujas de filtro» más fragmentadas. Esto podría hacer que el descubrimiento de contenido genuino y casual —tropezar con algo inesperado y fuera del perfil de gusto habitual— sea cada vez más difícil. Si bien la IA tiene como objetivo resolver el problema del «exceso de opciones» mejorando la capacidad de descubrimiento, este descubrimiento a menudo se basa en reforzar comportamientos pasados en lugar de ampliar horizontes. Si los espectadores son dirigidos predominantemente hacia contenido que la IA predice que les gustará, la experiencia de visionado colectiva podría volverse más homogeneizada dentro de clústeres de preferencias individuales. Esto, a su vez, podría sofocar el alcance de voces diversas, de nicho o vanguardistas y reducir las posibilidades de que un contenido verdaderamente novedoso llegue a audiencias más amplias a menos que se alinee con las rutas algorítmicas predefinidas.
Navegando el cambio: cómo sobrevivir a la nueva era del streaming
La Gran Corrección del Streaming es, sin duda, un período turbulento y transformador para una industria que ha remodelado fundamentalmente cómo el mundo consume entretenimiento. La era caracterizada por el gasto descontrolado, la expansión global agresiva y una búsqueda incesante de crecimiento de suscriptores a cualquier coste ha llegado a su fin. Está siendo reemplazada por una búsqueda más pragmática, a menudo dolorosa, de rentabilidad sostenible y viabilidad a largo plazo. Para los espectadores, esto significa enfrentarse a una nueva realidad: las series queridas pueden desaparecer de las bibliotecas, los precios de las suscripciones están en una trayectoria ascendente, los anuncios se integran cada vez más en la experiencia de visualización y el panorama general del streaming se siente menos estable y más complejo que nunca. La promesa de una utopía simple, asequible y sin anuncios de contenido infinito ha dado paso a un mercado que exige una navegación más cuidadosa y, a menudo, un mayor desembolso financiero o una tolerancia a los anuncios. Los creadores, también, se enfrentan a un nuevo conjunto de incertidumbres. La potencial impermanencia de su trabajo en las principales plataformas y la erosión de las estructuras residuales tradicionales y de la era del streaming presentan desafíos significativos para su seguridad financiera y el valor percibido a largo plazo de sus contribuciones artísticas.
Navegar este «cambio de corriente» requerirá que los consumidores se vuelvan más selectivos en sus elecciones de suscripción. Muchos se encontrarán cada vez más dispuestos a explorar los planes con publicidad de los servicios premium o a sumergirse en el floreciente mundo de los canales FAST para gestionar los costes. La conveniencia de los paquetes probablemente atraerá a muchos, incluso cuando evoca comparaciones con el antiguo modelo de cable. Para aquellos que aprecian profundamente un contenido específico, esta era también podría despertar una renovada apreciación por diversas formas de acceso a los medios, incluyendo potencialmente un regreso al formato físico para garantizar la propiedad permanente de sus películas y series favoritas. El modelo de maratón de series, aunque ciertamente no está extinto, probablemente continuará coexistiendo y, en algunos casos, siendo suplantado por calendarios de lanzamiento semanales más tradicionales, diseñados estratégicamente para mantener a las audiencias suscritas y comprometidas durante períodos más largos. Esta «Gran Corrección del Streaming», aunque disruptiva, puede cultivar inadvertidamente una base de consumidores más exigente y empoderada. A medida que el «bufé libre» inicial de contenido premium relativamente barato y sin anuncios retrocede, los espectadores se ven obligados a tomar decisiones más conscientes y deliberadas sobre dónde asignan sus presupuestos de entretenimiento y su valioso tiempo de visionado. Este cambio podría, a largo plazo, fomentar una mayor demanda colectiva de verdadera calidad, originalidad y valor demostrable, en lugar de solo una mera cantidad de contenido.
En última instancia, mientras los modelos de negocio evolucionan, las plataformas se consolidan y las presiones financieras remodelan las estrategias, el deseo humano fundamental de historias convincentes, actuaciones cautivadoras y entretenimiento de alta calidad permanece constante. El desafío perdurable para la industria del streaming será descubrir e implementar modelos sostenibles que puedan ofrecer consistentemente ese valor sin alienar a los espectadores que son su alma ni devaluar a los creadores que son su espíritu. El próximo acto en el gran drama del streaming todavía se está escribiendo, pero está abundantemente claro que el guion ha cambiado fundamentalmente y, quizás, irrevocablemente.