Llega la esperadísima adaptación del cómic argentino de los años cincuenta. Una obra que es, como veremos, todo un símbolo político que tiene detrás toda una historia. Además, la adaptación de Netflix merece la pena. Muy en la línea de las últimas adaptaciones literarias al streaming, que no defraudaron para nada, “El Eternauta” es una estupenda serie que, además, retoma una historia humana increíble de gran influencia a nivel internacional.
¿Creen que las series sobre el apocalipsis fueron recientes? Como veremos, el cómic argentino en el que se basa fue una obra totalmente seminal que dio lugar a todo un fenómeno mundial.
Comienza con una imposibilidad: nieve cayendo en una noche de verano en Buenos Aires. Pero no es una nevada suave. Es silenciosa, rápida y letal. Cualquier cosa que toca –humano, animal, planta– muere instantáneamente. En cuestión de horas, la vibrante capital argentina se transforma en un cementerio cubierto de nieve, millones de muertos, los pocos supervivientes aislados, aterrorizados y desconectados de un mundo que ha desaparecido bajo el manto blanco tóxico. Este escalofriante escenario marca el inicio de «El Eternauta», la ambiciosa nueva serie de ciencia ficción de Netflix que se estrenará globalmente el 30 de abril de 2025.
Protagonizada por Ricardo Darín como Juan Salvo –un hombre común forzado a una lucha extraordinaria– la primera temporada de seis episodios representa una empresa significativa para el gigante del streaming. Es la primera adaptación a pantalla de El Eternauta, la novela gráfica de 1957 del escritor Héctor Germán Oesterheld y el artista Francisco Solano López, una obra profundamente arraigada en la conciencia cultural y política de Argentina.

El cómic: toda una leyenda en Argentina
Antes de la serie de Netflix de alto presupuesto, antes de la anticipación global, estaba la tira cómica. El Eternauta apareció por primera vez en entregas semanales en la revista argentina Hora Cero Semanal entre 1957 y 1959. Escrita por Héctor Germán Oesterheld con el arte crudo y evocador de Francisco Solano López, la narrativa de 350 páginas atrapó a los lectores con su relato de la desesperada lucha de la humanidad contra una misteriosa invasión alienígena. La historia se desarrolla a través de los ojos de Juan Salvo, inicialmente solo un hombre jugando al truco (un popular juego de cartas) con amigos en su casa suburbana de Buenos Aires cuando comienza la nieve mortal. Él, su familia y amigos se convierten en supervivientes reacios, obligados a improvisar protección y aventurarse en la ahora hostil ciudad.
Rápidamente reconocida por su calidad y profundidad, El Eternauta trascendió el medio para convertirse posiblemente en el cómic más importante e influyente de la historia argentina, su impacto resonando en todo el mundo de habla hispana. Su poder duradero reside no solo en su emocionante trama, sino también en sus ricas capas temáticas y su perspectiva distintivamente argentina. A pesar de su ambientación específica –las calles y lugares reconocibles de Buenos Aires– la historia alcanzó un atractivo universal a través de sus personajes profundamente humanos y temas atemporales de supervivencia, solidaridad y resistencia.
El propio Oesterheld articuló un tema clave: el verdadero héroe de El Eternauta no es un individuo, sino el colectivo. Este enfoque en la supervivencia grupal y el esfuerzo colaborativo fue una elección deliberada, posicionando la obra contra el prevaleciente «individualismo rudo» a menudo celebrado en la cultura popular estadounidense de la época. La narrativa demuestra cómo la gente común –el intelectual pragmático Favalli, el alegre trabajador Franco, el hombre común Salvo– debe unirse, reuniendo recursos y coraje, navegando sospechas internas y amenazas externas para sobrevivir. Este énfasis en lo colectivo no era meramente un dispositivo narrativo; reflejaba una postura política y filosófica específica, una declaración contracultural que defendía la comunidad sobre el heroísmo solitario, originada en una nación que a menudo se sentía en la periferia del poder global.
Además, El Eternauta está impregnado de alegoría política. Los invasores permanecen en gran parte invisibles, amos referidos solo como los «Ellos». Operan a través de intermediarios –razas alienígenas esclavizadas como los insectoides «Cascarudos» o los trágicos «Manos», seres cuyas propias manos controlan tecnología mortal pero que actúan por miedo. Esta jerarquía fue ampliamente interpretada como una metáfora del imperialismo –la mano oculta de las potencias globales manipulando estados clientes o facciones– y, cada vez más con el tiempo, como una crítica a los propios ciclos de inestabilidad política y dictaduras militares de Argentina. El concepto de imperialismo de Oesterheld era amplio, abarcando cualquier subyugación por fuerzas desiguales basada en la explotación. Remakes y secuelas posteriores harían estas dimensiones políticas aún más explícitas.
Su imaginería, particularmente los trajes protectores improvisados con sus múltiples visores, se volvió icónica. Estos trajes, nacidos de la necesidad dentro de la historia, se transformaron en una potente metáfora visual vista frecuentemente en el arte callejero de Buenos Aires, representando la supervivencia, la alienación, la opresión y la humanidad rodeada de muerte.
Del Panel a la Pantalla: Reimaginando un Clásico
Adaptar una obra tan venerada y compleja para la pantalla presenta desafíos significativos. Encargado de esta responsabilidad está el director y creador Bruno Stagnaro, una figura respetada en el cine argentino conocido por retratos crudos y realistas de la vida argentina en películas como Pizza, birra, faso y la influyente serie de televisión Okupas.
Trabajando con el coguionista Ariel Staltari, Stagnaro tomó varias decisiones clave para traducir la tira cómica de los años 50 en una serie de televisión de 2025.
Ambientación Contemporánea: El cambio más significativo es actualizar la línea de tiempo desde finales de los años 50 hasta la actualidad. Stagnaro explicó que esta elección se hizo para mantener el poderoso sentido de inmediatez del original para una audiencia moderna. El objetivo era que la ciudad fuera «una presencia viva» reconocible para los espectadores de hoy, asegurando que la catástrofe se sienta inmediata y fundamentada, tal como lo hizo para los lectores en 1957.
Un Juan Salvo Mayor: Elegir a Ricardo Darín, de 68 años (en el momento del rodaje), altera fundamentalmente al protagonista. El Salvo original era más joven, más definido físicamente por la necesidad inmediata de actuar. El Salvo de Darín se concibe como una «personalidad más madura», apoyándose en la experiencia, la memoria y quizás un trauma enterrado.12 Stagnaro inicialmente tuvo dudas sobre elegir a un actor mayor para un papel tan exigente físicamente, pero abrazó la oportunidad de explorar «la vulnerabilidad de un hombre enfrentado a elecciones imposibles», alguien que no es un héroe de acción típico pero que debe reconectar con «viejos instintos» y reaprender la violencia como último recurso.12 Este envejecimiento del héroe introduce potenciales nuevos temas de legado, arrepentimiento y el peso del pasado informando la acción presente, una desviación del enfoque del original en el instinto de supervivencia crudo e inmediato.
Estructura Episódica: Traducir las entregas semanales serializadas y a menudo «efímeras» del original en seis episodios de una hora requirió una cuidadosa construcción narrativa.El productor ejecutivo Matías Mosteirín señaló que un formato episódico era necesario para «hacer justicia a la profundidad y escala» de la creación de Oesterheld.12
Crucialmente, el proceso de adaptación involucró a Martín M. Oesterheld, nieto de Héctor, como consultor creativo. Su participación tuvo como objetivo asegurar la fidelidad al espíritu central de la obra de su abuelo, particularmente el énfasis en el héroe colectivo («nadie se salva solo»). La familia Oesterheld estipuló dos condiciones clave para la adaptación: debe filmarse en Buenos Aires y hablarse en español, preservando su identidad esencial argentina.
El objetivo declarado, según Stagnaro, fue permanecer «fiel al espíritu del cómic, pero con una lente sintonizada con las audiencias contemporáneas». Esto implica profundizar en la resonancia social y política del original mientras se crea un lenguaje argentino distinto para la ciencia ficción, en lugar de simplemente imitar las tendencias globales. La propia formación de Stagnaro, marcada por un enfoque en el realismo social argentino y personajes a menudo marginados, sugiere un enfoque que probablemente priorizará la naturaleza fundamentada, ingeniosa, casi «atada con alambre» de la supervivencia representada en el cómic, preservando su textura cultural única incluso en medio de una producción a gran escala.
Creando el Apocalipsis: Detrás de Escena de la Adaptación de Netflix
El rodaje se extendió desde mayo hasta diciembre de 2023, un período de 148 días de filmación. La producción utilizó más de 35 locaciones reales en Buenos Aires, incrustando firmemente la acción dentro del paisaje reconocible de la ciudad –incluyendo áreas como la carretera de circunvalación Avenida General Paz, y barrios como Monserrat y Núñez– haciendo que la ciudad misma se sienta como un personaje, una «presencia viva» como pretendía Stagnaro.Este extenso trabajo en locaciones se complementó con el uso de más de 25 escenarios de producción virtual.
La tecnología avanzada jugó un papel crucial. La producción empleó técnicas de Producción Virtual (VP) de vanguardia, utilizando el motor de juego Unreal Engine y pantallas LED masivas. Vastas áreas de Buenos Aires fueron escaneadas digitalmente y recreadas, permitiendo al equipo proyectar fondos realistas y controlables en el set. Esto permitió la filmación de escenas exteriores complejas, particularmente aquellas que representan la omnipresente nieve mortal, con mayor flexibilidad y realismo, al tiempo que permitía crucialmente a la producción mantener el control sobre el entorno digital localmente, asegurando que la «identidad y realismo» específicos argentinos no se perdieran en activos genéricos y prediseñados del extranjero. Esta fuerte dependencia de la tecnología, sin embargo, presenta una tensión creativa: equilibrar la necesidad de estándares de producción globales y efectos convincentes con el deseo de capturar el espíritu crudo, ingenioso, «atado con alambre» central tanto del cómic original como de la visión declarada de Stagnaro.
El trabajo del departamento de arte, liderado por María Battaglia y Julián Romera, fue esencial para establecer la estética inquietante y nevada de la serie.Investigaron entornos de alta montaña y diversas representaciones artísticas de la nieve para lograr el tono deseado, tratando el cómic original como su guía. Crear la nevada mortal en sí misma requirió innovación, desarrollando cinco tipos diferentes de nieve artificial –utilizando materiales desde sal de cocina hasta jabón espumoso seco– para diversos efectos prácticos.
La serie es producida por K&S Films, una prestigiosa compañía argentina con un historial de películas aclamadas internacionalmente como Relatos Salvajes y El Clan, señalando aún más las altas ambiciones artísticas del proyecto. El productor Matías Mosteirín enfatizó la profunda conexión de la historia con la identidad argentina y el rasgo nacional del ‘aguante’ (resiliencia), destacando temas de lealtad y amistad en medio de la tragedia y la aventura.
La escala y ambición de «El Eternauta» tienen una significancia que va más allá de la pantalla. Posicionado como un proyecto emblemático para Argentina y Latinoamérica, su creación tiene lugar en un contexto de debate nacional sobre el apoyo público a las artes y las industrias culturales.2 En este contexto, la serie se convierte en algo más que simple entretenimiento; se erige como un testimonio de las capacidades del talento y la infraestructura local, un potencial «acto cultural de desafío» que afirma el poder creativo de Argentina en un escenario global.
Historia, Política y el Fantasma de Oesterheld
El Eternauta no puede entenderse completamente sin reconocer el profundo contexto histórico y político que rodea su creación y a su creador. Si bien la publicación inicial de 1957 tenía peso alegórico, las iteraciones posteriores –un remake de 1969 con el artista Alberto Breccia y la secuela de 1976, nuevamente con Solano López– se volvieron mucho más explícitamente políticas. La narrativa de la invasión alienígena sirvió cada vez más como una metáfora directa del imperialismo y, de manera más puntiaguda, de las brutales dictaduras militares que asolaron Argentina y Latinoamérica.
La vida de Héctor Germán Oesterheld reflejó trágicamente la escalada de la agitación política que su obra representaba. A medida que Argentina se radicalizaba más, también lo hacía Oesterheld.A mediados de la década de 1970, se había unido a la organización guerrillera de izquierda Montoneros, convirtiéndose en su portavoz. Esto lo obligó a pasar a la clandestinidad durante la violenta dictadura militar que tomó el poder en 1976, el período conocido como la Guerra Sucia. Continuó escribiendo la secuela de El Eternauta en la clandestinidad, entregando guiones clandestinamente. En 1977, poco después de completar el guion de la secuela, Oesterheld se convirtió en uno de los desaparecidos –abducido por las fuerzas estatales. Fue torturado y asesinado, su cuerpo nunca fue recuperado.7 Sus cuatro hijas, también políticamente activas, corrieron destinos similares; tres fueron desaparecidas y asesinadas, mientras que la cuarta murió durante un incidente violento separado relacionado con el conflicto.
Esta devastadora historia fusionó irrevocablemente El Eternauta con el trauma de la dictadura. El cómic se transformó en un potente símbolo de resistencia contra el terror estatal, su narrativa de luchar contra una fuerza opresora e invisible resonando profundamente con la experiencia nacional. Juan Salvo, El Eternauta, se convirtió en un emblema de la memoria de los desaparecidos y la lucha continua por la justicia y la verdad en Argentina.
La adaptación de Netflix, dirigida por Stagnaro y supervisada con aportes del nieto de Oesterheld, inevitablemente lidia con este legado. Si bien cambiar el escenario a la actualidad altera necesariamente los objetivos específicos de la alegoría original, los temas centrales siguen siendo potentes. La serie explora la lucha colectiva contra una fuerza deshumanizante, la fragilidad de la civilización, la desconfianza en la autoridad y la necesidad de solidaridad –temas que continúan resonando con la «memoria y trauma nacional» de Argentina, desde la dictadura hasta las crisis económicas. El desafío para la adaptación radica en honrar la crítica política específica incrustada en la obra de Oesterheld –su feroz oposición al imperialismo y la violencia estatal– mientras traduce estos temas a un contexto contemporáneo que hable a las ansiedades globales sobre el colapso social, las estructuras de poder ocultas y la naturaleza de la resistencia en el siglo XXI.2 El propio acto de producir El Eternauta destacando prominentemente el nombre y la historia de Oesterheld casi cincuenta años después de su asesinato, sirve como un poderoso acto de memoria cultural.
Desafía el borrado histórico intentado por el régimen que lo silenció, reafirmando la importancia perdurable de su voz y la historia que representa su obra.
El Juan Salvo de Ricardo Darín: Un Hombre Común Enfrentando lo Impensable
Liderando el elenco está Ricardo Darín como Juan Salvo. Lo acompañan destacados actores argentinos y uruguayos como Carla Peterson, César Troncoso (como el Profesor Favalli), Andrea Pietra, el coguionista Ariel Staltari, Marcelo Subiotto, Claudio Martínez Bel, Orianna Cárdenas y Mora Fisz.
La interpretación de Darín es central para la interpretación de la adaptación del material original. Encarna a Juan Salvo no como un héroe predestinado, sino como un «hombre común”. Se le representa como un hombre envejecido, quizás ya sintiéndose marginado o «golpeado por el sistema», que se ve inesperadamente obligado a confrontar el apocalipsis y recurrir a habilidades de supervivencia y cualidades de liderazgo latentes.Su viaje implica redescubrir una capacidad de acción. Un motor emocional principal parece ser la búsqueda desesperada de su familia, particularmente su hija Clara, en medio de la devastación.
Elegir a Darín, a menudo apodado «el George Clooney argentino» y posiblemente la presencia en pantalla más reconocida globalmente del país, le da a la serie un peso y visibilidad internacional inmediatos. Sin embargo, este poder estelar introduce una dinámica diferente a la del cómic original, donde Salvo era una figura más anónima, permitiendo a los lectores proyectarse fácilmente en él. El carisma inherente y el reconocimiento de Darín podrían cambiar sutilmente la percepción de Salvo, haciéndolo menos un sustituto puro del hombre común y más
Dónde ver «El Eternauta»