«Fiasco total: El alcalde del caos»: Autopsia de un espectáculo político en el nuevo documental de Netflix

Comienza el espectáculo: Netflix narra una implosión política
17 junio 2025 3:55 AM EDT
Fiasco total: El alcalde del caos - Netflix
Fiasco total: El alcalde del caos - Netflix

Se estrena en Netflix un nuevo documental que examina la turbulenta carrera política del exalcalde de Toronto, Rob Ford, una obra que ofrece una mirada concentrada a una historia que en su día cautivó y desconcertó a una audiencia global. Bajo el título Fiasco total: El alcalde del caos, el filme narra el improbable ascenso y el espectacular colapso de un líder cuyo mandato estuvo definido por una cadena de escándalos que fue in crescendo hasta convertir la gestión de la mayor ciudad de Canadá en un espectáculo mediático de talla internacional.

El documental constituye la segunda entrega de una serie antológica de ocho episodios producida por el servicio de streaming y titulada Trainwreck (Fiasco total). La serie se adentra en «algunos de los sucesos más salvajes y extraños que jamás hayan estallado en los medios de comunicación», dedicando cada capítulo semanal a un desastre público distinto. El episodio sobre Ford se suma así al análisis de otros sonados «desastres culturales», como el trágico festival de música Astroworld, el tristemente célebre «Crucero de la caca» o el fraude del «niño del globo». Este marco contextual resulta revelador. Al colocar la historia de Rob Ford junto a estos otros sucesos, la serie evidencia que su interés primordial no reside en una biografía política al uso, sino en la anatomía de un fenómeno mediático. El propio título de la serie funciona como un filtro narrativo que predispone al espectador a interpretar el caso Ford bajo el prisma del caos, el desastre y el espectáculo, una lectura que se ve reforzada por críticas que califican el filme de «adictivo, de esos que es imposible dejar de ver». El enfoque se aleja de las complejidades de la política municipal para centrarse en la mecánica misma del «caos».

El filme traza un arco narrativo claro: un concejal populista y descarado, ampliamente desestimado por la élite política y los medios como un «chiste», desafía todos los pronósticos al hacerse con la alcaldía en una «victoria tan aplastante como inesperada». Sin embargo, su mandato no tarda en convertirse en lo que la sinopsis describe como un «desastre a cámara lenta». Una implacable «avalancha de escándalos», entre los que se incluyen acusaciones de consumo de drogas duras, culmina en un «frenesí mediático internacional» provocado por la aparición de un infame vídeo en el que, presuntamente, se le veía fumando crack.

Fiasco total: El alcalde del caos
Fiasco total: El alcalde del caos

La anatomía de un «fiasco total»: construcción narrativa y visión de la directora

El documental está dirigido por Shianne Brown, cuyo trabajo previo se ha centrado en «historias potentes que invitan a la reflexión» y en «documentales de personajes» que relatan las vivencias de individuos en «situaciones extraordinarias». Su enfoque declarado pone el acento en la autenticidad y la sensibilidad, un estilo que se aplica a la saga de Ford. La película está producida por las compañías RAW y BBH Entertainment, con un equipo de productores ejecutivos que incluye a Tim Wardle, cineasta detrás del aclamado documental Tres idénticos desconocidos, lo que sugiere un pedigrí de cine narrativo de alta calidad.

La narrativa se estructura como una crónica clásica de ascenso y caída, que arranca con la elección que catapultó a Ford al poder para luego detallar su posterior «espiral de escándalos». Fiel a los intereses de la directora, la historia se cuenta explícitamente «desde la perspectiva de aquellos atrapados en el caos», incluyendo periodistas, testigos y miembros del círculo político. Este planteamiento pone en primer plano el drama humano que subyace en el centro de la tormenta política.

Una característica definitoria de la película es su brevedad. Con una duración de apenas 49 minutos, el documental presenta una versión muy comprimida de los acontecimientos. La alcaldía de Ford fue un mandato de cuatro años repleto de una multitud de controversias complejas y superpuestas, desde un juicio por conflicto de intereses y denuncias por altercados domésticos hasta una letanía de errores públicos y la extensa investigación policial sobre su abuso de sustancias. Como señala una crítica, el exalcalde generó «más caos del que cabe en 49 minutos». Este formato condensado no es un descuido, sino una elección narrativa deliberada. Dada la capacidad del equipo de producción para abordar historias complejas, la corta duración indica que el objetivo del filme no es constituir un registro histórico exhaustivo. En su lugar, busca ofrecer una experiencia de visionado concentrada y de alto impacto que capture la esencia visceral del «fiasco». Por necesidad, esto exige un enfoque muy selectivo, que prioriza los momentos más visualmente dramáticos y mediáticos —principalmente el escándalo del crack y los arrebatos públicos de Ford— por encima de subtramas políticas o legales más matizadas y menos sensacionalistas. El resultado es una narrativa que privilegia los «grandes éxitos» del escándalo, una decisión que moldea la percepción del público al sacrificar la profundidad enciclopédica en favor del impulso narrativo y el impacto emocional.

La lente granulada de la realidad: el material de archivo como personaje central

La narrativa del documental se articula principalmente en torno a un denso collage de material de archivo, que funciona como un personaje central en la historia. La película se apoya en gran medida en lo que una crítica denomina «imágenes granuladas y fascinantes» de los momentos más infames y vulnerables de Ford, capturados con los teléfonos móviles de baja calidad de allegados y transeúntes. Esto incluye fragmentos donde parece fumar de una pipa de crack, pronunciar con dificultad amenazas de muerte de una especificidad sobrecogedora y lanzar extrañas peroratas en patois jamaicano.

La estética de baja fidelidad, con su característica cámara en mano, no es una limitación técnica, sino un elemento narrativo fundamental. Imprime una sensación de inmediatez cruda y sin filtros, situando al espectador en la posición de quien consumió el escándalo en tiempo real a través de portales de cotilleos y redes sociales. Estos clips son lo que un observador califica de «oro puro para un cineasta»: fuentes de primera mano, sin editar, que capturan a una figura pública en sus horas más bajas. El documental yuxtapone este metraje en bruto con material más formal, como grabaciones oficiales de las sesiones del Ayuntamiento de Toronto —incluido el instante en que Ford cargó por el pleno y derribó a la concejala Pam McConnell— y los reportajes de la época de medios como el Toronto Star y Gawker, que destaparon la historia del vídeo del crack.

Esta dependencia del material de archivo va más allá de la mera ilustración. En la historia de Rob Ford, el vídeo granulado del móvil no es simplemente una prueba de sus actos, sino el catalizador de toda la implosión pública. El escándalo es inseparable del medio que lo reveló. Al dar protagonismo a este metraje, el documental no solo cuenta la caída de un político, sino también una historia sobre el poder disruptivo del periodismo ciudadano y la lente permanente e implacable de la cámara del smartphone en la era digital. Las elecciones estéticas de la película —que abrazan la naturaleza caótica y de baja resolución de su material de origen— se convierten en una forma de metacomentario. El medio es, en efecto, el mensaje. El documental utiliza la propia textura de las imágenes para explorar qué sucede cuando una vida pública se desmorona bajo la mirada implacable y democratizada de los medios modernos, recreando para la audiencia la desorientadora experiencia del «frenesí mediático» tal como ocurrió.

Voces desde el ojo del huracán: un coro de testigos

Con Rob Ford ya fallecido y presente solo a través de imágenes de archivo, la narrativa del documental recae en un coro de testigos que relatan los acontecimientos desde su propia perspectiva. La película se narra a través de los ojos de «miembros del círculo íntimo, testigos y periodistas que vivieron la locura de primera mano», creando una autopsia colectiva de una era singularmente caótica. Uno de los participantes confirmados es el concejal de Toronto Josh Matlow, quien sirvió en el consistorio durante todo el mandato de Ford y aporta una perspectiva política interna sobre la agitación.

Estas entrevistas, o «testimonios a cámara», proporcionan el marco interpretativo que hila las piezas dispares del material de archivo. Evocan una administración que «convirtió el ayuntamiento en un circo» y a un líder que percibían como «un hombre corriente sin un ápice de credibilidad». Al no poder entrevistar al protagonista en el presente, la película se convierte menos en una biografía y más en un ejercicio de memoria pública, moldeada y comisariada por quienes sobrevivieron a la tormenta política.

La selección de estas voces es un acto narrativo crucial. El documental cede la palabra a aquellos que se vieron «atrapados en el caos», una elección coherente con el enfoque de la directora Shianne Brown de contar historias de personas en «situaciones extraordinarias». Su objetivo declarado no es solo informar, sino hacer que la audiencia sienta cómo fue, lo que sugiere que las entrevistas están seleccionadas para construir un arco emocional que probablemente refleje el propio viaje de la ciudad a través de la incredulidad, la frustración, el escándalo y el agotamiento. El documental teje así un recuerdo colectivo, específico y poderoso, de los años de Ford. La ausencia de defensores clave, como su hermano y aliado político Doug Ford, o de antagonistas principales, como el exjefe de policía Bill Blair, sería una elección significativa, desviando el foco de una simple batalla política hacia una historia más unificada de una ciudad que se enfrenta a una crisis de liderazgo sin precedentes. El resultado es una narrativa construida no sobre las afirmaciones de un único protagonista, sino sobre el testimonio compartido de una comunidad que fue testigo de una implosión política en primera línea.

Fiasco total: El alcalde del caos
Fiasco total: El alcalde del caos

El contexto político: deconstruyendo la «Ford Nation» y sus secuelas

El documental ahonda en el movimiento político que impulsó a Rob Ford al poder, retratándolo como un populista ajeno a la élite que supo conectar con un profundo sentimiento de resentimiento suburbano. Su campaña se erigió sobre un mensaje simple y resonante de conservadurismo fiscal y discurso anti-élites, encapsulado en su promesa de «acabar con el despilfarro» en el Ayuntamiento. Se posicionó como un paladín del contribuyente, arremetiendo contra lo que denominó la «guerra al coche» y presentándose como la voz de los residentes de clase trabajadora de la periferia que se sentían ignorados y menospreciados por las «élites del centro». La película examina cómo esta plataforma capitalizó las divisiones geográficas y socioeconómicas de Toronto, forjando una base de seguidores leales que pasó a conocerse como la «Ford Nation». A diferencia de muchos populistas de derechas que basan su discurso en la retórica antiinmigración, el carisma de Ford caló también en las diversas comunidades de nuevos inmigrantes de las zonas residenciales, que conectaron con su mensaje de austeridad fiscal y sus valores socialmente conservadores y favorables a la familia.

Una vez en el cargo, sin embargo, su administración se vio definida por una «avalancha de escándalos». El documental narra un patrón de comportamiento errático que trascendió con creces las disputas políticas. Este incluyó numerosos episodios de intoxicación etílica en público, una serie de comentarios ofensivos y controvertidos calificados de racistas y homófobos, múltiples llamadas de la policía a su domicilio por altercados domésticos y un estilo beligerante en el pleno que le granjeó la enemistad incluso de sus aliados. Ford fue expulsado de una gala militar por presentarse en estado de embriaguez, fue acusado de manosear a una rival política y se enfrentó a una demanda por conflicto de intereses que casi le cuesta el cargo, por utilizar su posición oficial para solicitar donaciones para su fundación privada de fútbol americano. La pieza central de esta caída fue el escándalo del crack, una saga enrevesada que la película reconstruye meticulosamente.

El final del camino: una reflexión aleccionadora sobre la política moderna

En su análisis final, Fiasco total: El alcalde del caos presenta la era de Rob Ford como algo más que una simple anomalía política local; se perfila como una fábula con moraleja con claras resonancias en la política contemporánea. El documental retrata una alcaldía que «escandalizó a la política canadiense» y redujo la gestión de la ciudad a un «circo», dejando un legado de caos a su paso.

La película sugiere que el fenómeno Ford fue un presagio de una nueva y más volátil forma de populismo. Como señala el concejal Josh Matlow en una entrevista, hay «mucho que aprender de esa tumultuosa experiencia en esta era de Trump». El documental subraya la relación combativa y hostil de Ford con los medios, a los que a menudo atacaba por su nombre, su potente retórica anti-élite y su asombrosa capacidad para mantener un núcleo de fervientes seguidores a pesar de un torrente interminable de escándalos que habrían puesto fin a cualquier carrera política convencional. Uno de los detalles más reveladores que se relatan en el filme es una encuesta realizada después de que se informara sobre el primer vídeo, que desveló que la mitad de la ciudad creía las afirmaciones de Ford de que los medios simplemente estaban inventando la historia. Para los periodistas, esto fue una «señal de alarma» de que las reglas tradicionales de la rendición de cuentas política estaban cambiando.

En última instancia, el documental es una destilación de 49 minutos de una tormenta política y mediática. Es una narrativa sólidamente construida que logra su objetivo de capturar la experiencia visceral y caótica del «fiasco». Al priorizar el espectáculo sobre un análisis histórico desapasionado, la película se erige como un incisivo estudio sobre cómo una figura pública puede desmoronarse bajo la mirada implacable de los medios modernos, dejando tras de sí un complejo legado que sigue siendo objeto de debate.

Fiasco total: El alcalde del caos se estrenó en Netflix el 17 de junio de 2025.

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