Netflix estrena “Pangolín: El viaje de Kulu”, un documental que seguirá a un pequeño pangolín llamado Kulu. ¿Os apetece conocer a esta original y extraña criatura cuya especie ha convivido con los dinasaurios?
Parecen criaturas de otra época, pequeños mamíferos cubiertos de cabeza a cola por escamas afiladas y superpuestas hechas de queratina, la misma proteína que se encuentra en las uñas humanas. A menudo confundidos con reptiles, los pangolines se enrollan formando una bola blindada cuando se sienten amenazados, un mecanismo de defensa eficaz contra los depredadores naturales, pero trágicamente inútil contra los cazadores furtivos humanos. Estos mamíferos ancestrales, que han convivido con los dinosaurios, se enfrentan ahora a una crisis moderna. Ostentan el sombrío título de mamíferos más traficados del mundo, cazados sin piedad por sus escamas y su carne, lo que ha llevado a las ocho especies a la borde de la extinción.
Al frente del documental de Netflix, “Pangolín: El viaje de Kulu” se encuentra Pippa Ehrlich, la codirectora ganadora de un Óscar por el fenómeno mundial My Octopus Teacher. Producido por Anonymous Content y Dog Star Films y rodado principalmente en Sudáfrica y el Reino Unido, el documental sigue a Kulu, rrescatado de los cazadores furtivos durante una operación encubierta en Sudáfrica, un pangolín bebé en peligro de extinción, se embarca en un difícil viaje de vuelta a la naturaleza, con la ayuda de un devoto guardián humano, Gareth Thomas. Thomas, en busca de una existencia más significativa, encuentra un nuevo propósito en dedicarse a la rehabilitación de Kulu.
Ésta es la historia de un aminal que apenas puede abrir la boca para alimentarse y al que acompañaremos desde que era apenas un bebé por el largo camino hacia la libertad.
La historia de Kulu: un viaje de rescate, rehabilitación y reintroducción en la naturaleza
La narración de la película comienza con la dura realidad del comercio de pangolines: una dramática operación encubierta en Sudáfrica intercepta a unos traficantes y salva a un pangolín bebé traumatizado. Entre los voluntarios que participan en el rescate se encuentra Gareth Thomas, quien bautiza a la frágil criatura con el nombre de Kulu y asume el exigente papel de su cuidador. Deja atrás la vida urbana, abraza el inusual título de cuidador voluntario de pangolines y se dedica por completo a la recuperación de Kulu.
El camino hacia la rehabilitación está plagado de dificultades. Los pangolines rescatados del comercio ilegal suelen estar profundamente traumatizados y requieren cuidados intensivos y especializados. Tienen necesidades alimenticias únicas, ya que se alimentan exclusivamente de hormigas y termitas específicas, y no pueden simplemente comer de un cuenco, sino que deben aprender a buscar su alimento. Esto obliga a Thomas a acompañar a Kulu a diario, guiándolo por el paisaje mientras aprende a encontrar comida. Este laborioso proceso se desarrolla en la vasta extensión protegida de la reserva natural Lapalala Wilderness Reserve, en la provincia sudafricana de Limpopo. La rehabilitación de Kulu tiene lugar en unas instalaciones pioneras situadas allí: el Pangolarium del African Pangolin Working Group (APWG), el primer centro del mundo construido expresamente para rehabilitar pangolines víctimas del tráfico ilegal.
Dentro de este santuario, se forma un fuerte vínculo entre el hombre y el pangolín. Thomas, que se describe a sí mismo como un «padre helicóptero», debe navegar por el delicado equilibrio de construir la confianza y, al mismo tiempo, preparar a Kulu para una vida independiente del contacto humano. El viaje está marcado por contratiempos y momentos de peligro. Kulu intenta huir al principio, y Thomas relata un percance en el que se lanzó entre Kulu y una valla eléctrica, provocándole sin querer una descarga al pangolín.
El objetivo final, la culminación de meses de incansables esfuerzos, es la liberación de Kulu en la naturaleza, el regreso a una vida en libertad en la que pueda cumplir su función ecológica. La lucha individual de Kulu, meticulosamente documentada, sirve como una poderosa ilustración de la narrativa más amplia de la conservación. Su viaje desde víctima del tráfico ilegal hasta pangolín salvaje resume los inmensos retos, la demanda de recursos y el profundo compromiso personal inherentes al rescate y la rehabilitación de la fauna silvestre, ofreciendo a los espectadores una comprensión tangible de lo que realmente supone salvar una especie.

La paradoja del pangolín: blindado pero extremadamente vulnerable
Los pangolines son maravillas biológicas. Son los únicos mamíferos completamente cubiertos de escamas, lo que les confiere un nicho evolutivo único. Ocho especies distintas deambulan por África y Asia, habitando diversos entornos, desde bosques tropicales hasta praderas. Son principalmente nocturnos y solitarios, y se orientan en su mundo gracias a un agudo sentido del olfato, que compensa su mala vista. Su dieta consiste casi exclusivamente en hormigas y termitas. Al carecer de dientes, emplean lenguas extraordinariamente largas y pegajosas, que a veces superan la longitud de su cuerpo, para lamer los insectos de las grietas profundas. Sus poderosas garras les permiten abrir los termiteros y los nidos de hormigas. Más allá de su biología única, los pangolines desempeñan un papel ecológico vital, ya que controlan las poblaciones de insectos (se estima que un solo pangolín puede consumir 70 millones de insectos al año) y airean el suelo con sus actividades de excavación. Su tasa de reproducción es baja, ya que suelen tener una sola cría al año (aunque las especies asiáticas pueden tener hasta tres), lo que hace que sus poblaciones se recuperen lentamente de las amenazas. Las crías de pangolín, conocidas como pangopups, suelen desplazarse agarrándose firmemente a la base de la cola de su madre.
A pesar de su armadura protectora, los pangolines se enfrentan a una amenaza existencial impulsada principalmente por los seres humanos. El comercio ilegal de especies silvestres está diezmando su población en todo el mundo. Su estrategia defensiva de enrollarse en forma de bola hace que sean trágicamente fáciles de capturar para los cazadores furtivos. La demanda proviene de dos fuentes principales: sus escamas son muy apreciadas en la medicina tradicional china, donde se utilizan para tratar dolencias que van desde el asma hasta la artritis, a pesar de no tener ningún valor medicinal demostrado científicamente (están compuestas de queratina, como las uñas humanas); y su carne se considera un manjar y un símbolo de estatus en países como China y Vietnam. También existe demanda en América, especialmente en Estados Unidos, donde su piel se utiliza para fabricar artículos de cuero. Los precios en el mercado negro son astronómicos, alcanzando los 300 dólares por kilogramo de carne y los 3000 dólares por kilogramo de escamas.
La magnitud de este comercio ilícito es difícil de comprender. Las estimaciones sugieren que se traficó con más de un millón de pangolines en la década anterior a 2020, y que en 2019 se traficó con alrededor de 195 000 solo por sus escamas. Las incautaciones, aunque a veces son masivas (como las 24 toneladas de pangolines congelados incautados en Vietnam), se cree que representan tan solo el 10 % del volumen real del comercio. Los análisis revelan una red de tráfico mundial muy sofisticada y adaptable, que utilizó al menos 159 rutas comerciales internacionales distintas solo entre 2010 y 2015. Si bien la caza furtiva y el tráfico son las principales amenazas, los pangolines también sufren la pérdida de su hábitat debido a la agricultura y el desarrollo, la electrocución accidental por las vallas eléctricas utilizadas en la agricultura y los posibles efectos del cambio climático en los insectos de los que se alimentan.
Como reflejo de esta intensa presión, las ocho especies de pangolines están ahora en peligro de extinción. Están protegidos por el derecho internacional a través de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), que incluyó todas las especies en el Apéndice I en 2016, prohibiendo todo comercio internacional. También existen leyes nacionales en los Estados del área de distribución. Sin embargo, el estado de conservación evaluado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) presenta un panorama sombrío.
Estado de conservación mundial de las especies de pangolines
El marcado contraste entre las amplias medidas de protección legal y la catastrófica disminución de las poblaciones de pangolines pone de manifiesto una grave desconexión. A pesar de su inclusión en el Apéndice I de la CITES y de la legislación nacional, el comercio ilegal prospera, lo que indica importantes lagunas en la aplicación de la ley y la persistente demanda, especialmente para usos en la medicina tradicional que carecen de validación científica. Esta situación pone de relieve que los marcos jurídicos por sí solos son insuficientes sin una aplicación firme a nivel mundial, sin esfuerzos concertados para reducir la demanda de los consumidores y sin abordar la desinformación que impulsa el comercio.
Detrás de la lente: la creación del viaje de Kulu
Pippa Ehrlich aporta su aclamada sensibilidad para capturar las conexiones entre humanos y animales a «Pangolín: El viaje de Kulu». Su objetivo declarado es fomentar la empatía y la comprensión, con la esperanza de que la historia de «amor, confianza y comprensión» de Kulu y Gareth resuene profundamente e inspire a los espectadores a reconocer la belleza y la importancia de estas «criaturas extraordinarias, gentiles y tímidas». El documental evita deliberadamente un enfoque distante y puramente zoológico, optando en su lugar por una narrativa personal y atractiva que combina una narración íntima con un claro mensaje de conservación.
La película sumerge a los espectadores en los impresionantes paisajes de la reserva natural de Lapalala, en Sudáfrica. La fotografía, firmada por Warren Smart, Steven Doer e incluso el propio Gareth Thomas, captura las montañas, los humedales y la sabana de la reserva, junto con su diversa fauna y su intrincada vida insectil, creando una experiencia visual extraordinaria. También aparece el Pangolarium, el hogar temporal de Kulu.
Sin duda, filmar pangolines supuso un reto importante. Estos animales son muy esquivos por naturaleza, activos principalmente por la noche, solitarios y, en general, evitan la interacción.
El paisaje emocional de la película se ve reforzado por la banda sonora, compuesta por Anne Nikitim, y posiblemente amplificado por «la conmovedora instrumentación y las voces africanas» que se mencionan en los primeros comentarios.
El enfoque íntimo de la película, centrado en la relación entre Gareth y Kulu, sigue una línea común en el cine contemporáneo sobre la vida salvaje. Aunque muy eficaz para crear compromiso emocional, esta personalización de un animal como protagonista conlleva el riesgo inherente del antropomorfismo. Sin embargo, este enfoque parece ser una elección estratégica. Al hacer que la amenaza abstracta del tráfico mundial de animales salvajes sea profundamente personal y tangible a través de la vulnerabilidad de Kulu y la dedicación de Gareth, la película pretende forjar una conexión emocional lo suficientemente fuerte como para superar la apatía del espectador y convertir el visionado pasivo en una preocupación activa por el destino de la especie.
Más allá de la pantalla: conectando a Kulu con la conservación global
«Pangolín: El viaje de Kulu» no solo pone el foco en Kulu, sino también en las personas y organizaciones que trabajan en primera línea para la conservación de los pangolines. Gareth Thomas no solo aparece como cuidador, sino también como embajador del African Pangolin Working Group (APWG), la organización que ha desempeñado un papel fundamental en la rehabilitación de Kulu y que ha colaborado en la producción de la película. Alexis Kriel, copresidente del APWG, expresó su esperanza de que el documental genere una conciencia pública crucial, que impulse el debate y la voluntad política necesaria para cambiar el destino de la especie. La película también muestra la reserva natural Lapalala Wilderness Reserve y su singular Pangolarium como infraestructura vital para la conservación. Cabe destacar que el Pangolarium recibe financiación de Lepogo Lodges, lo que ilustra el vínculo potencial entre el turismo sostenible y la financiación directa de la conservación.
La historia de Kulu se desarrolla en el contexto de amplios esfuerzos de conservación a nivel mundial. Organismos internacionales como la UICN, a través de sus evaluaciones de la Lista Roja, y grupos de especialistas como el Grupo de Especialistas en Pangolines, proporcionan orientación científica crucial y actualizaciones sobre la situación. La CITES proporciona el marco jurídico internacional que intenta frenar este comercio devastador. Numerosas organizaciones no gubernamentales (ONG) participan activamente: WWF trabaja en múltiples frentes, entre ellos la reducción de la demanda de los consumidores en Asia, el apoyo a los esfuerzos contra la caza furtiva, la promoción de leyes más estrictas y la convocatoria conjunta de la Coalición para Poner Fin al Tráfico de Vida Silvestre en Línea; TRAFFIC se centra en la vigilancia de las rutas comerciales, la investigación y la realización de campañas de sensibilización; y IFAW trabaja en toda la cadena del comercio ilegal, desde la formación de guardabosques hasta la reducción de la demanda. Estos esfuerzos internacionales se complementan con estrategias nacionales, como el Plan Nacional de Recuperación y Acción de Kenia, y planes regionales, como la Estrategia de Conservación del Pangolín de Sunda.
El documental en sí mismo constituye un poderoso componente de estos esfuerzos más amplios, con el objetivo explícito de ser algo más que un entretenimiento pasivo. Al retratar de forma íntima la vulnerabilidad de Kulu y la dedicación necesaria para su supervivencia, la película busca salvar la distancia emocional que a menudo caracteriza a las crisis de conservación a gran escala. Hace que las impactantes estadísticas del comercio de pangolines sean personales y cercanas, conectando la lucha de un animal por la vida con la lucha mundial contra el tráfico de vida silvestre. La esperanza es que esta conexión emocional se traduzca en acciones tangibles, ya sea a través de la sensibilización, el apoyo a organizaciones conservacionistas como APWG o WWF (que ofrece adopciones simbólicas de pangolines), la denuncia de anuncios sospechosos de productos de vida silvestre en Internet o la defensa de una aplicación más estricta de las leyes existentes. La propia organización de Pippa Ehrlich, Sea Change Project, aunque centrada en la conservación marina, es un ejemplo de este modelo de uso de la narración impactante para defender la protección de la naturaleza.
Nuestra opinión
“Pangolín: El viaje de Kulu” es un amplificador de una súplica desesperada. Sirve como un poderoso recordatorio de que el destino del pangolín depende en gran medida de la acción continua de los seres humanos: reforzar la aplicación de la ley, desmantelar las redes de tráfico, reducir la demanda de productos ilegales, proteger los hábitats y apoyar a los conservacionistas que trabajan incansablemente sobre el terreno.
¿Va directamente a tocar la fibra sensible? Absolutamente sí.
Nos encantan los animales, la naturaleza y este simpático animalito totalmente indefenso, está llamado a robaros el corazón.
Eso sí, no es una historia triste, es una historia muy alegre de un animalito que, finalmente, logrará vivir en libertad.
Que lo disfrutéis.
Dónmde ver «Pangolín: El viaje de Kulu»